El Primer Encuentro

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Dean estacionó el Impala mientras su hermano seguía hablando por celular. Miró hacia afuera de la ventanilla, sin encontrar nada interesante en lo cual posar su mirada. Aquél lugar era prácticamente igual a cualquier restorán de cualquier barrio de cualquier ciudad de las que solían visitar su hermano y él. No había transitando mucha gente, y el ambiente estaba tranquilo. Sin que su hermano lo supiera, Dean suspiró. Algunas veces, y sobretodo inconscientemente, realmente anhelaba ser como una de esas "aburridas" personas que caminaba de aquí para allá, seguramente pensando en qué comprar para sus bonitas casas en las cuales vivían con su genial familia. Bueno, Dean sabía mejor que nadie que tener una casa y una familia no significaba que tenían una buena vida. Pero a veces realmente deseaba que los problemas con los cuales tuviese que lidiar fueran de esa índole tan cotidiana. Aunque bien sabía que su vida no era esa, y probablemente nunca lo sería. Había elegido un camino, y lo seguiría hasta el final. Dean Winchester no se echaba para atrás.

Pero el anhelo no sabía de nombres, sólo de corazones. Y aquél corazón anhelaba un amor, una familia, una raíz a la cual agarrarse cuando todo parecía destruirse.

-Muchas gracias, adiós.- la voz de su hermano lo devolvió a la realidad.- ¿Dean, estás bien?-preguntó extrañado.

-Perfecto.-mintió. Volteó a verlo.- ¿Algo nuevo?

-No, seguimos sin tener demasiados datos. ¿Y tú? ¿Lo has visto?-inquirió.

-¿Me recuerdas cómo era nuestro hombre?-pidió con cansancio, apoyándose en la ventanilla abierta del auto.

Su hermano lo miró entrecerrando los ojos. Quizás las ojeras de Dean estaban más marcadas que otras veces. Era raro que no recordase la descripción de a quien estaban buscando; Dean podía ser muchas cosas, pero era un verdadero profesional en el trabajo. Y ahora parecía tan distraído...sobre todo cuando apoyaba la cabeza en su brazo de esa manera, un claro signo de agotamiento en todos los sentidos. Sam suspiró, bajito. Sabía, al menos inconscientemente, que su hermano estaba un poco harto de esa vida. Y él mismo también estaba llegando a su límite. Pero al menos él había tenido su época rebelde, esos años en donde abandonó todo y se dedicó a tener una vida "normal"; o lo más cercano que un Winchester podía tener. Dean, en cambio, había seguido las andanzas de su padre desde...bueno, desde siempre. Y esa fidelidad, ese profesionalismo estaban pasándole factura ahora.

-Un muchacho joven, de nuestra edad. Mide 1,83, de contextura media, cabello castaño oscuro. Según la policía local es muy reconocible por sus ojos azules.

-Como si fuésemos a verlos desde aquí.-refunfuñó. Odiaba a la policía local, solían ser bastante ineptos. ¿Qué clase de descripción era esa? -¿Vestimenta usual?

-Suele llevar puesta una gabardina marrón claro. Con eso sí que deberíamos reconocerlo.-Sam revisó sus apuntes, buscando algún otro dato que les sirviese.- Oh, y su nombre es Castiel Novak.

Dean lanzó una pequeña risa burlona. Sam se alegró de que al menos tuviese energía para ello.

-Castiel...suena algo bíblico, ¿no crees?-preguntó el rubio.

-Sí, casi angelical.-apoyó su hermano.

Los dos se quedaron en silencio, mirando hacia la puerta del restorán que, según la policía local, Castiel solía frecuentar. Siempre que tenían esa clase de misión, de "esperar a que llegue el/la sujeto a interrogar" el tiempo parecía pasar lentamente. Sin embargo, no pasó mucho rato antes de que Sam señalara hacia delante.

-Mira, creo que es él.

Dean volteó en la dirección que indicaba su hermano, justo para divisar la espalda de un hombre vestido con gabardina marrón claro ingresando al restorán. Cerró la ventanilla al tiempo que su hermano se bajaba del auto. Él lo imitó, asegurándolo mientras caminaba con paso decidido hacia el restorán. Ambos ingresaron a la vez, con la pose usual: esa que demostraba que tenían cierto poder, cierta autoridad. No es que les agradase aquello, pero debían mantenerse firmes para poder hacer bien su trabajo. Los trajes formales que vestían ayudaban a su imagen de agentes del FBI, respetables, y hasta un poco temibles. Algunas personas voltearon a verlos, intrigados por esos jóvenes apuestos y bien vestidos que parecían buscar algo. O, mejor dicho, a alguien. Ambos se dieron cuenta que ninguna de las personas que los miraban con curiosidad era el hombre a quien buscaban. Así, caminaron hacia adentro, recorrieron con la mirada las mesas tratando de hallar al hombre castaño.

El asesinato de Anna Milton [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora