Te espero

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Castiel se alejó rápidamente para evitar seguir pasando vergüenza. No podía creer lo que acaba de hacer. Y es que sabía muy bien que no había sido un accidente. Pero ver a Dean tan contento, coqueteando prácticamente en sus narices lo había sacado de quicio. No podía pretender que Dean hablase o estuviese con otras personas, sin embargo, que fuese justo en su lugar de trabajo a menos de un metro de donde se encontraba era una canallada. Y la había terminado pagando la pobre chica, lo cual era injusto. Pero también era injusto que fuese bonita y simpática y estuviese charlando con Dean Winchester. Maldición.

Suspiró intentando concentrarse en el trabajo. Por suerte Gabriel estaba tan ocupado que no había visto toda la escena. Estaba seguro que de no haber sido así estaría cargándolo prácticamente toda la semana. Quien sí parecía haberse percatado de todo era el Winchester. Lo había mirado con esa mirada escrutadora que denotaba que era un agente del FBI altamente ejercitado en el campo de la lectura de expresiones. Era obvio que sabía que no había sido un accidente. Y lo demás era cuestión de lógica...así que quería morirse de vergüenza.

Durante el resto de la noche Castiel no volvió a mirar hacia la barra. No solo porque estaba muy ocupado atendiendo mesas (y cuando debía buscar algo en la barra solo tomaba lo que necesitaba, sin alzar la vista ni concentrase en nada) sino porque se lo había auto impuesto. Ya había hecho el ridículo una vez. Y, en verdad, no podía hacer nada. Si Dean quería charlar, abrazar, y lo que fuese a esa muchacha, estaba en todo su derecho. Y si quería irse con ella, como probablemente ocurriría pronto, también podía hacerlo.

Eso no significase que no le doliese. Un poco.

Un poco.

Estaba mal. Tremendamente mal que le importase tanto lo que hacía un estúpido agente del FBI. Lo sabía perfectamente, y pensaba que si no lo veía, no le dolería. Sin embargo sus ojos amenazaban con querer comprobar que Dean seguía en la barra, que no se había marchado con otra persona. Aunque no tuviese razones para no hacerlo. Se sentía un tonto, porque encima ese sentimiento que comenzaba a notar era peligroso para él. No tenía que acercarse a Dean Winchester. Pero su sonrisa, su amabilidad, la manera en que lo había escuchado acerca de su padre...

Había pasado un rato. Y estaba logrando contenerse. Sin embargo, ocurrió. Sus orbes azules se rebelaron a la imposición, deseosos de saber cuánto debía sufrir aquella noche. Volteó hacia la barra, con el corazón apretujado en el pecho.

O--- O--- O--- O--- O--- O--- O--- O--- O--- O--- O--- O--- O--- O--- O---O

-Bien, creo que ya es hora de ir levantándose de aquí.

-¿Ya?-preguntó sin ocultar su sorpresa.

Cassie sonrió esperando a ver si era un chiste. Al ver que no, sonrió aún más.

-Pues sí. Por si no lo notaste, somos los últimos que pueden mantenerse en pie. No creo que nos echen dentro de mucho rato, de todas formas.

Dean volteó, y descubrió que la muchacha tenía razón. El tiempo que había hablado con Castiel le había parecido tan fugaz que no había reparado en que había sido bastante. Sumado al que había conversado con Gadreel y Cassie, era lógico que ya fuese bastante tarde. En el bar aún quedaban algunas personas, pero no estaba lleno de gente como antes. También había pasado la efervescencia de la noche, y el ambiente parecía más melancólico que alegre, típico de un bar al cual no le queda mucho para cerrar sus puertas dando por finalizada la madrugada.

-Supongo.-respondió al fin, en un suspiro.

Cassie se paró para colocarse mejor su abrigo. Miró a Dean sugestivamente, con una expresión felina en su rostro.

El asesinato de Anna Milton [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora