Papeles ausentes

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El agua corría sobre su rostro, y cuando se limpió los ojos y los abrió, sintió que veía por primera vez en mucho tiempo. La noche había sido angustiosa y asfixiante, y si había logrado dormir dos horas era mucho. Pero no estaba cansado. Aquellas horas de reflexión interna, en combinación con las gotas de la regadera, le estaban dando la energía que necesitaba para un nuevo día. Aún tenía muchas, muchísimas dudas, y quería resolverlas lo antes posible. Su temperamento a veces explosivo e impulsivo se llenaba de ansiedad ante la situación, pero su raciocinio le indicaba que debía amoldarse a ésta. Aunque más que su raciocinio, era su instinto protector.

Castiel necesitaba ayuda.

No sabía de qué tipo. No sabía en qué andaba metido, ni siquiera si tenía o no relación con el caso de Anna Milton. Pero no era normal que alguien se comportase como él se había comportado en aquel callejón. Ese tal Crowley lo había desestabilizado emocionalmente, y en alguien tan frío como el oji azul había demostrado que podía ser, eso era algo grave. Nunca se había imaginado verlo tan asustado, tan vulnerable, tan rendido.

"No puedes salvarme, Dean. Usa tu tiempo y tu energía en alguien más. Alguien que lo merezca. Alguien que te merezca."

¿Alguien que lo mereciese? ¿A qué se había referido Castiel con esa frase? ¿Qué habría hecho que no lo hacía merecedor de ayuda? ¿Por qué se empeñaba tanto en rechazar ayuda, su ayuda? ¿Qué tenía que ver Crowley? ¿Estaría relacionado con Anna?

Las preguntas se acumulaban, pero al igual que el agua que caía en su rostro, las barrió con la mano. No las olvidaría, sin embargo, no permitiría que eso le impidiese seguir avanzando. Debía pensar en Castiel como un caso más: preguntas cuya respuesta podía develar con paciencia, ingenio y voluntad. Y aunque de la primera carecía, Dean Winchester sobresalía en las otras dos. Podía, entonces, intentar contenerse un poco. Intuía que si no, jamás podría averiguar algo de ese chico tan misterioso y extraño. Y si había algo que Dean deseaba, a pesar de lo mal que estaba, era saber más de él.

Más aún: ayudarlo.

Salió del baño con la mente despejada y el corazón decidido. Mientras se vestía, Sam entró con comida en la mano, y se sorprendió un poco al verlo ya despierto y bañado.

-Buen día.-atinó Sam para medir el humor de su hermano, luego de lo extraño que había estado anoche.

-Buen día.-respondió relajado.-Muero de hambre.

Se sentaron a comer. Sam seguía estudiando a Dean, a ver si lograba entender qué le había ocurrido anoche que había tardado tanto tiempo y que había vuelto tan consternado. Sin embargo, como siempre, intuía que su hermano no le diría nada. De hecho, debía admitir que se veía mejor de lo que había imaginado: en vez de estar taciturno o triste, Dean se mostraba fuerte y decidido. Y Sam no pudo evitar sonreír, porque así era su hermano y así lo amaba: sabía sacar fuerzas de sus propias heridas, de sus propios miedos.

-¿De qué te ríes, enano?-le espetó Dean mientras masticaba.

-De las manchas que tienes en toda la cara, idiota.-mintió.

Terminaron de comer, dispuestos a seguir investigando el caso de Anna Milton. Aún faltaban muchos interrogantes, y debían concentrarse en ir desvelándolos para hallar al culpable.

Después de algunas horas revisando, leyendo y teorizando, Sam soltó un bufido de molestia. Dean lo miró sin comprender.

-Puedo estar equivocado-comenzó el menor- pero creo que nos está faltando un dato importante. ¿Puedes corroborarlo?

-Adelante.

-Según la autopsia Anna murió entre las once y las doce de la noche aproximadamente, ¿cierto?

El asesinato de Anna Milton [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora