La Revista

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-Vamos, Dean. Debemos comprar algo para comer. Me lo agradecerás más tarde.-lo instó su hermano menor.

-Te lo agradeceré en cinco minutos, estoy muriendo de hambre.-respondió de mal humor.

Ambos salieron del motel donde se hospedaban. Habían pasado un par de días desde su llegada al pueblo, pero para Dean estaban allí hacía años. Ya quería marcharse de ese maldito lugar, resolver el asesinato y listo. Sobre todo luego de haber conocido a ese chico, ese tal Castiel. Aún se le revolvía el estómago de rabia al recordar su indiferencia, su falta de temor ante agentes del FBI, y su negación a cooperar con ellos. ¿Cómo podía existir alguien tan imbécil? ¿Y por qué debía ser el único contacto seguro que tenían de la víctima? ¿Acaso esa tal Anna no tenía amigas, novio, algo mejor? Y bueno, evidentemente no. Eso explicaría el asesinato, y sus circunstancias. Pero en el fondo sabía que eso no era lo peor. Lo que realmente le jodía de ese chico, además de su personalidad intensa y enigmática, era esa maldita mirada que se habían dirigido apenas se habían encontrado. Por un momento, Dean había jurado que el tiempo se había detenido, y que ya no era el agente que se había obligado a ser, sino que simplemente era él, con sus miserias y heridas expuestas como una esencia frágil y ofrecida. Sí, había sido extraño, quizás lo más extraño que le había ocurrido en la vida. Esos ojos...ese azul lo había inundado por completo, y él, sin pensarlo, se había embarcado en ese mar dispuesto a dejarse caer y descansar allí de toda su vida de mierda. Y luego de rememorar esa escena varias veces (porque aunque intentaba no pensar en ello su inconsciente le hacía caso, y él no controlaba sus sueños) se daba cuenta de que esa mirada que tan intensamente se había clavado en él también se había quedado allí: Castiel lo había mirado el mismo lapso de tiempo que él lo había observado. No había volteado a ver a Sam hasta que éste habló. ¿Qué habría sentido Castiel en esos momentos en que sus miradas chocaron? Porque algo debía haber sentido. Sí, era indiferente, era frío, y no parecía tener sentimientos. Entonces, ¿por qué lo había mirado con tanta intensidad, tan profundamente, tanto tiempo? Algo debía haberle pasado, ¿no? ¿Qué sería? ¿Qué había provocado Dean en él para que se quedara prendado de sus ojos, alejándose del restorán, de su propia vida? ¿Qué miserias traería Castiel consigo, que quizás habían quedado expuestas en ese momento y qué él, abrumad por la experiencia, no había conseguido ver? Nunca lo sabría. Porque Castiel podía haberle generado todas esas cosas casi sobrenaturales, pero seguía siendo dos cosas que hacían imposible que pudiesen conversar de eso: un sospechoso, y un bastardo.

-Olvídalo, ¿quieres?-las palabras de Sam lo devolvieron a la realidad.

Sin darse cuenta, había estado frunciendo el ceño y apretando los dientes con fuerza.

-¿Cómo quieres que haga? ¡Es el maldito contacto que tenemos!-y ni siquiera se esforzó en disimular que, efectivamente, estaba pensando en Castiel.

-Justamente, es probable que debamos encontrarnos con él otra vez. Así que no masculles rabia entretanto.-trató de calmarlo.

-No me lo digas dos veces. De sólo pensar que debemos volverlo a ver...¡arg! Esta vez haré que coopere con nosotros, sí o sí. Ya lo verá.

-¿Y cómo harás eso?-preguntó intrigado mientras ambos ingresaban a la tienda de comestibles.- Ni siquiera tu método de policía malo funcionó el otro día.-comentó un poco burlón, echándole sal a la herida.

-Ya hallaré la manera, Sammy, tranquilo. Ese Castiel no se escapará de mis garras.-respondió seguro de sí mismo.

Su hermano suspiró. Conocía perfectamente a Dean, sobretodo, su voluntad de hierro. Si se proponía algo, lo cumplía sin importar las circunstancias. Y si involucraba a alguien que lo molestaba, ni hablar. Sin prestarle más atención a su hermano, se concentró en lo que debían comprar. Él también estaba un poco cansado de esa vida, y no tenía fuerzas para discutir o calmar los ánimos. Además, de sólo pensar en estar de nuevo reunido con Dean y Castiel al mismo tiempo, discutiendo intensamente, le daba dolor de cabeza.

El asesinato de Anna Milton [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora