Futuro

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El Impala se perdía entre las luces y las sombras de la madrugada. Las calles estaban desoladas. Parecía como si solo dos almas se hubiesen atrevido a dar un paseo nocturno. O, quizás, justamente ese anonimato era lo único que les permitía estar juntos de esa manera.

Apenas se había sentado en el asiento de copiloto como Dean le había indicado, Castiel sintió una intensa emoción que hacía años no sentía. Sintió que quería que todo fuese diferente. Bueno, no todo. Pero que la situación fuese muy, muy distinta. Que daría todo, lo poco y nada que tenía, para que ese viaje no fuese un simple regreso a casa. Para sentarse allí, en el Impala, con Dean conduciendo, para perderse en las carreteras de todo el país. O más aún, del mundo. Que solo fuesen ellos dos, y la música de Dean sonando a todo volumen, y la sonrisa luminosa, y los chistes malos, y las preguntas profundas, y los ojos verdes brillando más que las farolas de la calle. Que no hubiese delito ni investigación ni palabras sacadas de un policial de la tarde si no, simplemente, dos chicos buscando su Destino.

Mejor aún: haciendo su Destino.

-Es cómodo, ¿cierto?

-Si respondo que no me lanzas del auto, ¿verdad?

-Puedes decir lo que quieras de mí. Incluso hay algunas cosas que puedes decir de Sammy que tolerarías. Pero llegas a insultar a baby, y ahí te las verás negras.

Castiel rió bajito ante la seriedad del conductor.

-¿Así que eres de esas personas que estiman más a su auto que a cualquier ser humano?-preguntó con burla.

-Es más que un auto.-retrucó. Y, sin pensarlo, explicó-Es mi hogar.

El Impala se llenó de un silencio denso. Dean no había querido decir eso, pero lo había hecho. Genial, ahora Castiel conocía otra faceta vulnerable de él. Subió disimuladamente la música para callar sus preocupaciones y su vergüenza. Sin embargo Castiel no dijo nada, respetando la evidente incomodidad de Dean, aunque guardándose la frase pues era enigmática e interesante.

Castiel miraba las luces de las calles a través de la ventana del Impala. Aún se le hacía rarísimo estar sentado en ese auto, tan característico de los Winchester. Sobre todo de Dean. Era obvio, con lo que le había dicho, que lo adoraba, y el hecho de que lo dejase (no, le insistiese) subirse a él le indicaba que no era un cualquiera para Dean. Eso le gustaba y lo aterraba a la vez.

-Gracias por ofrecerte a llevarme a mi casa.-comentó, sintiendo que tenía que expresar su agradecimiento.

-¿Cuántas veces más me lo vas a agradecer?-respondió con una sonrisa.-No me cuesta nada.

-¿Te hospedas cerca?

Dean no respondió, avergonzado de tener que confesar que, ciertamente, el motel donde Sam y él estaban estaba prácticamente al otro lado de la ciudad. Intrigado por su silencio, Castiel dejó de mirar las luces y derivó su vista hacia el Winchester. Cuando comprendió, rió bajito, sonrió, y volvió a mirar los focos de las calles.

-Es peligroso que regreses a estas horas de la noche.-comentó Dean para evadir la cuestión.

-No me preocupa realmente. Gabriel suele llevarme. Y, de todas formas, el mundo ya me ha aterrado demasiado.

-Pueden ocurrirte cosas de todas formas.-insistió, honestamente preocupado.

-Me preocupa más lo que pueda pasarle a las personas que aprecio. Si es algo que puede ocurrirme a mí...-se sinceró.-No lo sé. Simplemente no me importa.

-¿Cómo puedes decir eso?

Castiel no quiso responder a semejante pregunta. Otra vez hubo silencio en el auto, y esta vez le tocó a Dean respetarlo. Las luces avanzaban a gran velocidad a sus costados. Sin embargo, no iba tan rápido como podría haber hecho, pues ese viaje le parecía una situación tan extraña y mágica que no quería que acabase tan pronto. Un lugar donde nadie podía verlos ni escucharlos, como si estuviesen fuera de cualquier espacio.

El asesinato de Anna Milton [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora