Compañeras

274 53 26
                                    

Dean observó la brillante sonrisa de Lisa. Era blanca y dulce, como si no tuviera reparo en mostrarla. Él no podía comprender eso. Desde su más tierna infancia su padre le había enseñado (o más bien, impuesto) no mostrar lo que sentía. Era una debilidad, sí señor. Porque cuando alguien sabe lo que sientes puede utilizarlo para lastimarte. Y la vida ya te lastima lo suficiente como para que tú pongas tu corazón en bandeja con un cartel de "maltrátame" encima. Y demostrar los sentimientos es hacer exactamente eso.

Pero Lisa no se había criado con John Winchester, de eso no cabía duda. Por eso sonreía con amabilidad y honestidad, sin vergüenza ni temor. Dean la admiró y la envidió a la vez. Debía ser lindo poder ser tan abierto, poder escuchar las propias emociones y demostrarlas sin sentir que se embarcaba en una misión de altísimo riesgo.

-¿Dean? ¿Estás bien?-preguntó la muchacha de una manera que a Dean le recordó a una madre preocupada.

-Sí, sí. No quiero atosigarte, eso es todo.-y no mentía.

Los Winchester eran reconocidos en el FBI por sus métodos, digamos "poco convencionales". Eso, o que tenían más humanidad que muchos de sus compañeros. Porque eran conscientes de que en todos los casos había emociones intensas entre los implicados, ya sean victimarios o víctimas. Lo habían vivido en carne propia, y no era algo que fuesen a olvidar nunca, porque era su propia esencia. Sentían una suerte de compañerismo para con aquellos que se veían envueltos inocentemente en alguna tragedia o en una situación amenazante. Era una experiencia terrible que los había marcado de por vida. Por eso respetaban los tiempos de las demás personas, intentando hacerlas sentir cómodas y seguras.

-No te preocupes.-y siguió sonriendo amablemente.- Lamento no poder dedicarte mucho más tiempo. Ben sigue enfermo y....-rió con un poco de nervios.-No tengo con quién dejarlo.

-¿Y cómo hiciste hoy?-preguntó sinceramente preocupado.

-Le pedí a mi vecina que lo cuidara un rato.-y su corazón se enterneció ante ese hombre que se preocupaba por su hijo sin conocerlo, ni conocerla a ella.

-Él solo te tiene a ti, ¿verdad?

-Así es. Si estás preguntando por el padre...Bueno, ya sabes cómo es eso. La idea era un touch and go*, pero no salió como estaba planeado. Y ocho meses y dos semanas después apareció Ben en mi vida.

Dean estaba acostumbrado a estudiar a las personas. Era una costumbre casi inevitable en él, intensificada por la naturaleza de su trabajo. Así que no le fue difícil ver que Lisa no estaba para nada arrepentida con lo que había ocurrido. La muchacha rió suavemente, y Dean no pudo evitar sorprenderse.

-No, Dean, no lamento lo que ocurrió. Ben cambió mi vida, es cierto. Y es lo más hermoso que me ha podido pasar.

-¿Y nunca volviste a ver al padre?

La sonrisa de Lisa se entristeció un poco.

-Verlo, no. Aunque me comuniqué con él hace años. Sabía que era importante que Ben tuviese un padre. Pero él no compartió mi pensamiento, así que me cortó el teléfono y cambió el número.

-Qué hijo de perra.-dijo casi sin pensar.

No podía comprender cómo alguien podía tirar por la borda aquello. ¿Qué podía ser mejor que una mujer hermosa y amable te llame para decirte que espera un hijo tuyo? Tiempo atrás, a Dean la aterrorizaba el compromiso. Es que no tenía sentido en su modo de vida, viajando de aquí para allá, enfrentándose a peligros continuamente. Pero más allá de eso, emocionalmente no estaba preparado para estar con una sola persona, pues eso implicaba una confianza e intimidad que solo tenía con su escasa familia. Sin embargo, desde hacia un tiempo, quizás desde que se sentía tan cansado de su modo de vida, algo en él vibraba ante la idea de una persona estable en su vida. Una familia, más allá de la que tenía. Una propia, o, mejor aún, una extensión de la que ahora tenía. Dean podía ser rudo y racional en la superficie, pero en el fondo era una persona con más cariño del que se permitía dar. No es como si tuviese a quién, de todas maneras. Durante años había podido tapar ese exceso de afecto con alcohol, casos, peligros, y sexo casual. Pero ahora amenazaba con salir desde el fondo donde estaba enterrado. Y aunque le aterraba la idea, sabía que eran un par de ojos azules los que habían destapado ese velo mal colocado y no tan resistente.

El asesinato de Anna Milton [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora