La mentira

297 60 19
                                    


Dean tuvo que contenerse de no pisar más aún el acelerador. Sabía que hacía tiempo había pasado el límite de velocidad, y no es como si le importase realmente, pero tampoco quería tener un accidente. No por culpa del idiota de Castiel. Además, no se permitiría morir antes de obtener algunas respuestas por parte de ese bastardo.

Apenas el semáforo pasó de amarillo a verde volvió a acelerar, decidido y furioso. No podía creer que ese cretino se había animado a mentirle a la cara. ¡Si hasta habían tenido una íntima conversación juntos! ¡Pensar que hace unas horas no podía sacarse de la cabeza esos ojos tristes! Y ahora sólo quería golpear al dueño. Se había tomado la molestia de ir a su casa, en vez de citarlo a la estación...Aunque si tenía que ser sincero, a él tampoco le agradaba interrogar a un sospechoso en la estación de policía. La gente se ponía nerviosa e incómoda aún si era inocente, y el ambiente era demasiado presionante. Él mismo prefería ir a la casa o a un bar con la persona, tener una charla más amena, más sincera. Pero Castiel era otra cosa. Por alguna razón que Dean no llegaba siquiera a imaginar, ese chico realmente aborrecía a la policía. Si llegaba a citarlo a la estación ni siquiera se dignaría a ir, sin importar las consecuencias. Así que había seguido el maldito consejo de su hermano, y había intentado hacer las cosas con calma...

Pisó el acelerador.

¡Al diablo con la calma! ¡Ese maldito le había mentido con esa carita de cachorro! "Tú y yo....somos parecidos", ¡puras mierdas! Porque Dean Winchester podía ser muchas, muchas cosas, pero no un mentiroso. No señor. Él confiaba en la verdad, y la perseguía sin importar cuán incómoda u horrible fuese. Y no importaba cuán espantosa fuese la verdad detrás de esos ojos demasiado azules, él iba a descubrirla.

En pocos minutos llegó a la casa de Castiel. En un solo movimiento estacionó el auto, y se bajó de inmediato, teniendo que controlarse para no dar un portazo, pues su baby no tenía la culpa de nada. El único culpable era Castiel, que no había sido capaz de mencionarle el pequeñísimo detalle de que había convivido con Gabriel...¡mientras Anna aún vivía! ¿En qué otra cosa le habría mentido? Porque entonces tampoco había dejado de vivir con la pelirroja al tener un trabajo. ¿Qué había sido tan áspero como para que dejase de convivir con Anna aún si eso significa irse a vivir con un completo desconocido y sin trabajo? Había algo profundo y turbio que Dean no sabía sobre Castiel, o sobre Anna, o sobre su relación.

Y Anna estaba muerta. Así que sólo alguien sabía la verdad.

Tocó con ímpetu la misma puerta que había tocado esa mañana, aún si eso parecía tan lejano. No pudo evitar sentir un escalofrío cuando recordó la manera en la que Castiel lo había atendido en aquel momento: semi desnudo, despeinado, adormilado, y completamente sexy. Sacudió la cabeza con fuerza intentando deshacerse de la insistente y sugerente imagen. Castiel era un cretino. Le había mentido luego de que él abriese un poco su corazón, dándole el espacio de mantenerse ciertos secretos para no presionarlo e incomodarlo. Un cretino sexy, sí. Pero cretino al fin.

No respondió nadie. Dean suspiró, conteniendo sus ganas de tirar la puerta abajo. No había manera en que Castiel supiese que era él quien tocaba la puerta. Miró porla rendija de la puerta y vio que la luz estaba apagada. Pegó el oído a la puerta, y esperó unos minutos. Nada. Al parecer, el maldito ni siquiera estaba en su casa. Ah, pero no zafaría. Se estaba enfrentando a un Winchester, y pagaría las consecuencias. Dean descendió la escalera del edificio y fue hasta el Impala. Se metió dentro, encendió el motor y buscó un mejor lugar para estacionar. Rápidamente encontró uno desde el cual podía observar quién entraba al edificio. La escalera era exterior y conducía a un pasillo también externo, así que sí o sí vería llegar a Castiel, subir la escalera y caminar hasta su departamento. Dean se acomodó en el asiento, dispuesto a esperar. La noche ya estaba cayendo, así que supuso que el oji azul no podría tardar tanto en volver. ¿En dónde se encontraría? No podía modelar de noche, y el bar de Gabriel recién estaría abriendo. ¿Estaría en El Purgatorio, como le había dicho la anciana? De todas formas, ¿qué era ese lugar? El nombre no daba demasiadas pistas.

El asesinato de Anna Milton [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora