Un día, cuando te pierdas en observar a otro ser que emana calor (y puedo referirme tanto a una persona como a un animal), cuando te interese más no perder detalle de sus acciones que lo que hacías hace un segundo, quizá entiendas un poco sobre la vida.
Quizá solo así sepas...
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Un fuego caprichoso picaba mi corazón, hacía que su voz me irritara, el solo ver su cara me causaba repulsión y su sonrisa me provocaba querer romperle el rostro. ¿Por qué tanto odio?, no lo tengo claro, simplemente no quiero ni mirarlo. Todos le consideraban la gran primicia, quizás lo fuera, apariencia atlética, bonita cara, sentido del humor y conocía a todos los amigos del Libro
Capaz y ese tipo estaba enterado de que lo veía como a un perdedor y por eso buscaba burlarse, instigando con una conversación. Una sola mención hacia mí más y lo lanzaría por la ventana sin pensarlo dos veces. Me ponía de malhumor, lo peor era que no podía ocultarlo, me irritaba, estaba tocando mi límite. Lo aceptaba, no era mal chico, pero si me pedían que le diera un buen golpe, con gusto también le patearía. Agregando que todos correspondían a sus pláticas, mi molestia aumentaba.
Makishima estaba distraído con su conversación, perdía la mirada y reía con calidez sentado junto a él; podía decir que tenía una sonrisa de lerdo. Me serené un poco al verlos convivir, claramente estaba muerto por él, en el sentido en que lo ama.
Entre ellos las botellas iban y venían; Makishima no tenía ceniceros, así que decidí salir a fumar al balcón, abandonando así las iniciativas de hablar. No estaban a mi nivel.
El cielo estrellado siempre es el mejor para matar el tiempo con la cálida llama de un cigarrillo, no había autos fuera, no había personas. El único ruido provenía de adentro de la casa, con los invitados de aquel tipo. Tendría que estar aquí fuera toda la noche para no volver a verlos, eso no era molestia. La molestia permanecía en la casa... hasta ese momento.
–Hola, de nuevo–. De espaldas, torcí el gesto quebrando el cigarrillo al escuchar su voz. Mi cigarrillo–, hay una noche refrescante.
–Ajá –saqué de nuevo la cajetilla tratando de encender otro, era el último que me quedaba; ya no aguantaría la noche.
–Está tranquilo –me miró sonriendo, y tampoco pude evitar sonreír incómodo–. Ja, ja, ja –comenzó a reír–. ¡Por el Escritor!, tu cara –tuvimos unos segundos de silencio. Traté de perderme en el cielo nocturno pero su presencia me desconcentraba–. ¿Tienes otro cigarrillo?
–Se agotaron –sacudí la caja vacía.
–Una lástima –se apoyó en el barandal mirando a la nada oscura–, ¿Te aburres en Japón?
–No responderé –dejé escapar el humo con un soplo.
–Eso es un sí –me señaló con demasiada confianza. Le sonreí sin ánimo–. Gabriel –me llamó para susurrar–, conozco tu secreto.
– ¡Yuusuke! –Makishima se asomó por la puerta corrediza, impidiéndole continuar con su declaración–. Hyu y yo iremos a comprar más bebidas, Bam y Ukio están... indispuestos. Te los encargo, ¿quieres algo?
–Bueno –trató de encontrar su mirada con la mía–, ¿qué tal si vamos Gabriel y yo?–. Mi fastidio aumentó en segundos, me había tomado por sorpresa–. Tú quédate en casa, regresaremos en unos minutos.
– ¿Tu y Gabriel? –claramente dudaba. Me miró esperando a que me negara; pensándolo mejor, salir a conseguir más cigarrillos no era mala idea–, pero él...
–Iré. Vámonos.
Pasamos por la sala, donde los amigos de Makishima seguían bromeando y platicando. Antes de salir, al pasar al lado del Libro pude sentir su preocupación, hice una mueca que imitaba una sonrisa solo para molestarlo. No me valía de nada el saber a qué se refería con lo de "mi secreto", no sentía interés, le acompañaría porque necesitaba cigarrillos, nada más.
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Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETA
Spiritual¿Cómo justificas a un asesino? Así es como comienza esta historia, para justificar a los "Hijos Divinos", los asesinos de criaturas conocidas como "Libros": quiénes provocan catástrofes para alimentarse de los sentimientos negativos de los humanos. ...