Me llevaron en auto al que sería mi nuevo hogar; la ciudad me pareció tenebrosa, los edificios me asustaban y las personas en la calle me parecían falsas, era mi primera vez fuera del convento y no la disfruté para nada. Viajamos por horas, mientras que con nerviosismo solo podía optar por el paisaje extraño y desconocido, o mirar al que sería mi Padre.
Decidí mirar mis manos, que en ese momento estaban calientes por los nervios; me suele pasar cuando estoy impaciente o estresado.
Al llegar a mi nuevo hogar, suspiré aliviado. Era de lo más parecido al convento. Antiguo, de piedra y madera, solitario y enorme. Creí que todo iría bien. El lugar tenía un gran jardín, me divertía demasiado corriendo por todos lados. Otro aspecto parecido a mí anterior vida, comparándolo con la grandeza de los árboles detrás del convento, claro.
Al entrar nos recibieron una fila de ordenados sirvientes que se inclinaron cuando mi Padre entró. Mientras que lo seguía de cerca, miraba por toda dirección completamente ilusionado; el lugar era tan hermoso por dentro como por fuera.
Ahí fue cuando conocí a mis Hermanos. Habíamos caminado hasta una gran habitación donde se celebraba una ilustre cena. Era un lugar tan lujoso, tan lleno de brillo.
–Bienvenido Padre –todos los comensales eran personas adultas, y se levantaron cuando nos vieron entrar. No había ningún niño en aquella habitación, a mi excepción. La mujer que habló era una joven de cabello color caramelo y ojos verdes. Los mismos de mi Padre.
–Gracias Rebecca –a pesar de su tono amable, pasó de ella para sentarse a la cabeza de la mesa. Permanecí detrás de él, dudoso. Tenía todos los ojos puestos en mí.
–Dijiste que nos presentarías a alguien importante –otro adulto habló–. No puedo evitar pensar que nos estás gastando una broma trayendo a ese crío aquí –me señaló con molestia en sus palabras.
–Andrés, contrólate –un adulto de cabello oscuro intentó calmarlo–. Deja que se explique –se trataba de mi hermano mayor, Esteban.
–Esto es el colmo –el hermano más joven no tuvo remedio que obedecer al primogénito.
–Ponte a mi lado –me susurró mi Padre. Caminé hasta ponerme a su altura–. Laura –llamó a una de las sirvientas.
– ¿Qué desea, señor?
– ¿Podrías poner una silla más justo a mi lado?
–Enseguida, señor –y un hombre trajo en segundos una silla igual de grande que las que rodeaban la mesa repleta de comida.
–Gracias, ahora... Edgar –me miró intensamente. Acababa de rebautizarme y desechar mi anterior nombramiento–. Siéntate, para que estés más a gusto.
–Sí, gracias.
–Queridos hijos, querida familia, mis más fieles sirvientes... hoy en este día de otoño, me complace presentarles al nuevo ocupante de la casa. Será legalmente su hermano, por lo que gozará de los mismos privilegios que ustedes...
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Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETA
Espiritual¿Cómo justificas a un asesino? Así es como comienza esta historia, para justificar a los "Hijos Divinos", los asesinos de criaturas conocidas como "Libros": quiénes provocan catástrofes para alimentarse de los sentimientos negativos de los humanos. ...