Paz, calma, falta de preocupaciones... es una condena total, nos hace bajar la guardia. Donde nuestros peores miedos aprovechan para tomarnos de espaldas, lanzándose sin reparo, porque cuando menos te lo esperas la catástrofe espera por ti.
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Lo había seguido hasta que se adentraron profundamente en el conocido "Barrio Rojo" de Ginza en Tokio. Jamás había estado tanto tiempo dentro del lugar, poniendo en claro que solo había caminado por ahí para cortar camino, porque tampoco le llamaba la atención los asuntos de los que trataba esa zona, pero Kanon parecía conocer todo el lugar a la perfección, aunque eso no le tranquilizaba en lo absoluto.
Había luces brillantes en todos los establecimientos, personas vestidas de negro deambulaban vigilando que todo estuviera en su lugar, ancianos acompañados del brazo de adolescentes vestidas con faldas demasiado cortas. Las letras fluorescentes prometen cerveza y buena compañía por precios variados.
Todo tipo de personas vagan en busca de lo que Kanon puede darles, emociones para morir.
Después de caminar durante largo rato, entraron a un estrecho callejón y se sentaron a las puertas traseras de un local, en medio de dos grandes edificios. Kanon se largó a buscar emociones, no parecía tener límite, Edgar por fin tuvo un poco de tiempo para continuar reflexionando sobre lo último que había dicho Gabriel. "Nos veremos pronto" buena mentira.
De entre las sombras se escucharon varias voces aproximarse, logró vislumbrar a quienes pertenecían; se trataba de un grupo de hombres, que entre risas y pequeñas peleas caminaban por el callejón. Todo sería normal, si no fuera porque tenían un aspecto bastante temerario, como si dominaran el lugar, paseándose como si de su reino se tratara; bromeaban entre ellos y se empujaban, y así, su mirada se encontró con el que parecía ser el líder del grupo.
Vestía un visible traje blanco, con un cigarrillo entre los dientes, era bastante alto y traía el cabello teñido de blanco pulcramente peinado y recogido en una coleta, sus ojos eran de un café con toques dorados. Detuvo su paso para mirar al chico sentado en el callejón, interesado.
Volteándose a los que le acompañaban, el chico de blanco, les dice algo en forma de orden con lo cual los despidió lejos del lugar. Al verlos alejarse y dejar a aquel sujeto, Makishima tuvo un mal presentimiento, ese malestar se desbordó cuando el tipo volteó hacia él para caminar presuroso a donde se encontraba.
Detuvo sus pasos frente a él y para estar a su altura en el suelo, lentamente se arrodilló. Solo hasta cuando unos centímetros les separaban Makishima sintió el conocido hueco en el estómago. ¡Era un Hijo Divino! Uno tan poderoso como para poder camuflar su presencia tan de cerca. El chico estaba dentro de un deja vú, pero la tensión no le permitía siquiera identificar que así era.
–Tenga muy buenas noches, compañero –el cigarrillo bailó sobre sus delgados labios. Uno nunca se acostumbra al miedo irracional que representa la muerte, no logras dominar sobre ellos, sin embargo puedes mantener el control y no apresurarte a tomar decisiones idiotas. Y ya no estarás frente a la muerte. Pero si no puedes hacerlo, ser un cobarde será la maldición que te salvará.
–Buenas noches –saludó de manera rápida. El tipo de blanco sonrió al escuchar su voz.
–Vaya, creí que eras un Divino, me confundí estando tan lejos –de un ágil movimiento posó una mano sobre la cabeza del delgado chico–. Sip... definitivamente eres un asqueroso Libro –apretó con fuerza, Makishima soltó un grito ahogado–. ¿Qué hace un bicho podrido dentro de mi territorio?–. Demonios. Es un Yakuza. Ah.... sí y seguía siendo un Divino, una increíble fuerza era de su pertenencia.
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Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETA
Espiritual¿Cómo justificas a un asesino? Así es como comienza esta historia, para justificar a los "Hijos Divinos", los asesinos de criaturas conocidas como "Libros": quiénes provocan catástrofes para alimentarse de los sentimientos negativos de los humanos. ...