40-Uriel. Alas

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Pensar y no hacer, actuar sin pensar y luego arrepentirte, actuar tras pensarlo demasiado, tanto que ya hasta sea tarde.

Quizá sea mejor no existir para evitar hacer o pensar.

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Después de ver cómo era cremada hasta convertirse en oscuras cenizas que se mezclaron con el viento, la eterna marca de la muerte de los Libros se trazó en el suelo. Edgar cayó de rodillas en su lugar e inconscientemente se puso a rezar en nombre de su madre.

Cuando se levantaba para avanzar, y sin apartar los ojos de la mancha negra, sintió en la espalda un terrible dolor que se extendió por todo su cuerpo, como si de latigazos se tratara. Se quebró en dos y volvió a estar de rodillas, ahora ante Rafael. En respuesta solo podía quejarse... pronto los gemidos se volvieron gritos desgarradores. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su boca salivaba demasiado. Cuando lloraba, su nariz y sus lagrimales tomaban una tonalidad rojiza encantadora.

Su vista estaba perdida, sin fijarse en los Divinos que permanecían inmóviles, nadie decía nada sobre el ser que sufría frente a ellos, el chico se transformaba y simplemente aguardaban con mórbido respeto. Él apoyó las manos arañando el suelo, los huesos de su espalda se expandieron crujiendo, ramificándose fuera de él. La sangre tampoco se hizo esperar, caía en pesadas gotas manchando todo de un color carmesí bermellón; su carne ardía, se quebraba, se abría, terminando empapado de sudor y de sangre que salía a borbotones, era tan caliente. Sus gritos rasgaban el aire.

Moriría, si no del dolor, sería por la sangre que teñía las plumas blancas que luchaban por salir de su prisión de carne, se elevaban cada vez más, y con ello, sus gritos que se volvieron casi afónicos. El dolor se expandía hasta la punta de sus dedos, y sus oídos eran perforados por un estridente pitido.

Las alas cayeron golpeando fuertemente el suelo, pero aún no habían terminado. De la nada y sin previo aviso, con mayor velocidad el mismo proceso ocurrió con otro par de alas, estas venían de un poco más debajo de su espalda; la sorpresa arrancó de los ojos del Mestizo gruesas lágrimas que bañaron su rostro. Dolía más que las anteriores, porque su espalda aún conservaba su par de cortes, la cantidad de sangre era menor, la sensación era igual de horrible. Cuando terminaron de formarse y acompañar al otro par en el suelo, pasaron solamente unos segundos, y todo volvió a repetirse; de la espalda ya bastante mancillada, se fabricaron sin consideración un par más de alas. Las últimas.

Todo se detuvo, el dolor terminó abruptamente junto con sus alaridos. Jadeaba con el sudor goteando hasta el piso, temblando de frío miró sus manos frente a él, estaban teñidas de rojo, y en ese momento, toda fuerza se escapó de su cuerpo. Cayendo de un golpe sordo al suelo, agotado y pegajoso.

Unos pasos ocuparon el tranquilo silencio que hundía el sitio completamente, era el andar de un Escritor. Majestuoso se acercó al cuerpo cansado e inmóvil. Arrodillándose para sostenerlo con ternura, sin importarle que su hermosa blanca túnica, cargada de detalles suntuosos, se humedeciera de rojo.

–Hoy, mi hijo a nacido –su gloriosa voz recorrió todo el lugar, imponente–. Con su propio Fuego Purificador, renovado, será eternamente mi diestra. Porque yo soy un Escritor misericordioso.

Rápidamente Mercy, junto a otros cubrieron el manchado cuerpo de Makishima. Quien no se movió ni hizo ningún quejido cuando, con delicadeza lo transportaron fuera de la sala. Las heridas provocadas por su poder contenido, dejaron de manar sangre y de la espalda de aquel débil y blanco cuerpo, colgaban tres pares de alas rojas, salpicadas en blanco.

En el Cielo no había una enfermería, ya que los Ángeles y Divinos, jamás se lastimaban gravemente. Así que simplemente cargaron al chico a una apartada habitación, dejando tras de sí un grueso camino escarlata. En el Cielo tampoco había camas, eran igual de innecesarias; lentamente trajeron de los manantiales sagrados, palanganas llenas de agua. Los peces dorados y plateados de ese manantial, al ver a los Divinos tan tranquilos, se preguntaban qué había sido todo el alboroto. ¿Había ciertamente ocurrido?

Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora