Ese hotel a veinte minutos de su hogar tenía un restaurante en la planta baja. En ese hotel hace unos dos o tres meses, Yuusuke y él festejaban el ascenso de Makishima como Doctor General; si la memoria no le fallaba, esa fue la última vez que estuvieron solos. Recibió un mensaje que parcialmente lo confirmaba:
Yuusuke T. – Asunto: Llegué primero.
Nos vemos en la misma mesa.
Una mueca de alegría se cruzó por un microsegundo en su rostro, recordaba esa mesa, le sorprendía que Yuusuke pensara que lo haría. Guardó el móvil mientras se movía en el adosado suelo mosaico color café y rojo, casi todas las mesas estaban ocupadas por chicos jóvenes.
Al fondo, sobre una tarima, había un espectáculo en vivo de una cantante y su pianista, identificó la canción; extrañado, acompañó mentalmente la fina voz femenina.
Acomodó una arruga inexistente de su camisa mientras escaneaba el lugar, se adentra más hasta la mesa asignada; suspira con la cabeza ladeada mientras desvanecía la distancia con el chico que bebía agua de espaldas a él. Fue consciente de cada paso al caminar.
No.
Todos los pensamientos positivos se quebraron cuando estuvieron frente a frente.
Ambos estaban tensos, algo que nunca se había presentado. Makishima tomó asiento sin que alguno hablara, eso y otros detalles, eran notas de una mala señal. Yuusuke tenía las manos envueltas alrededor del vaso medio lleno, con los ojos distantes, los hombros tensos y su rostro parecía carente de emoción.
– ¿Qué tal todo?–. Yuusuke condenó sus palabras con molestia, mirándolo harto, como si le estuviera pidiendo dinero prestado debiéndole ya una absurda cantidad. Makishima miró las invisibles manchas en la mesa, no tenía sentido que estuviera tan resentido con él–. ¿Qué pasa?
–He venido a hablar seriamente contigo–. La sangre del Libro bajó de su apenas sonriente rostro y sus brillantes ojos negros vieron un único soslayo de duda en la cara de su amigo–. Makishima –con un tono como si estuviera demandando toda su atención ya puesta en él–, me he enterado, que te gusto.
Gabriel.
Y el joven Libro, tal vez pudo mentir, y aunque en parte no lo sería, porque realmente ya no sabía qué era lo que sentía por su mejor amigo; o podía simplemente levantarse y fingir estar ofendido por su actitud, irse sin necesidad de aclarar nada. Pero se quedó ahí, aceptando lo que antes había intentado ocultar.
– ¿Ah, sí? –presionó el puente de la nariz cerrando los ojos, tratando de calmarse–. Es verdad –parpadeó varias veces antes de continuar–. ¿Quién te lo dijo?
–Eso no es lo importante ahora.
–Para mí lo es –murmuró mientras subía la mano y ocultar sus labios–. ¿Y qué? Sí, me gustas Yuusuke. Desde hace mucho–. Su amigo entrecerró los ojos, como si no hubiese esperado esa reacción poco avergonzada y hasta cierto modo, a la defensiva–. No quiero que creas que es una equivocación. Lo diré las veces que sea necesario. Yuusuke Takashi, me gustas–. Moriré de vergüenza y nervios. Pero se controlaba bien exteriormente.
–Pues lamento decirte que a mí no me interesas, tengo a alguien más –nadie había ido para tomar sus órdenes y eso que llevaban rato ahí, quizá sintieran lo incómodo de la situación y no se atrevían a acercarse–. De ninguna forma me siento a gusto contigo, ya ni como amigo. Me considero engañado –por fin logró traspasar la máscara de Makishima, porque vio sus labios temblando y como dejó caer los hombros, era como si ya supiera lo que venía. Yuusuke decidió confesar unas cosas antes de terminar la conversación–. Esa persona que me importa me dijo todo. No le gusta que alguien interesado en mí este tan cerca –giró los ojos hacia la izquierda, aunque no era mentira, no era toda la verdad.
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Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETA
Espiritual¿Cómo justificas a un asesino? Así es como comienza esta historia, para justificar a los "Hijos Divinos", los asesinos de criaturas conocidas como "Libros": quiénes provocan catástrofes para alimentarse de los sentimientos negativos de los humanos. ...