39-Kaory. Madre

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Hemos actuado, gritado, insultado u ofendido. Hemos hecho caer lágrimas de dolor, roto corazones, sueños, esperanzas. Todo vuelve, nos hará querer desear desaparecer para siempre de esta tierra con rapidez.

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Rafael había ordenado traer el dichoso regalo. Makishima ni siquiera sintió curiosidad y continuó mirando alrededor, el Cielo era increíble, luminoso y espacioso. Cálido y refrescante.

–Tómala, te pertenece por derecho –Rafael habló para llamarlo de regreso a su atención.

Sostenía un libro de corte oscuro, grueso y gastado por el tiempo; con personalidad dirían unos. Se trataba de una Black List, y Makishima sabía a quién le había pertenecido, a su padre Uriel. Y ahora era suya. El pánico se apoderó de sus ojos... significaba que tenía el mismo deber que Gabriel, Séneca, Mercy y el Yakuza del otro día. Matar a los Libros que Rafael le asignara.

Caminó para subir los cortos escalones para poder ver a detalle el libro.

Para su fortuna supo controlar el temblor de sus manos mientras recorría las páginas, había anotaciones en todos los nombres, algunas como: "linda sonrisa :D", "tenía futuro para la danza :,(", "bandido gandaya >:/". Era fácil imaginar al joven que vio en las memorias que Ángelus le mostró.

–No creo que deba... –sus delirios fueron interrumpidos.

– ¡Mi niño! –gritó llena de pena la voz femenina que más había amado en su vida. Makishima se estremeció. La ahora no tan joven pareja de su padre estaba presente. Rodeada por Divinos que la sujetaban por los hombros, pronto él también se encontró con el acercamiento de varios Divinos.

– ¡Déjenla!, es... mi madre –intentó llegar hasta ella–. No tienen derecho a hacer nada de esto –pero no tenía fuerza suficiente contra los afanosos brazos que lo sujetaban–. Por favor –desesperado, la hiperventilación comenzó. Sus ojos se encontraron con la nada entre los de la monja, no pudo controlar la expresión de confusión al sentir el cambio en su aura.

–Es verdad –Rafael se apoderó de nuevo de la atención, dirigiendo su mirada al chico que por fin sostenía su destino entre sus manos–. Makishima Edgar Uriel –recitó apenado–, deberías revisar la última página de ese libro.

El chico ya sabía lo que encontraría, así que hizo girar todas las páginas hasta llegar a la última donde el rostro ya conocido le miraba con expresión seria. La información parecía burlarse al decir TODO sobre Kaory, la mentira de su vida fue revelada en pocas líneas.

"Arrastrada del convento en que se encerró durante veintinueve años luego de dar a luz, fue llevada al Cielo, donde se reencontró en otra perspectiva con su hijo, portador actual de este libro..."

Makishima no pudo leer más.

–Patético –ella susurró. Dejando de rogar y de intentar soltarse. Los ojos y la boca del chico se abrieron de asombro, consternado, también dejó de tratar de liberarse; los Divinos relajaron el agarre de ambos–. ¡Eres un pobre patético! –su tono cambió, se volvió falso, chillón, incorrecto... nocivo–. ¡Lo creíste todo! –soltó una risotada que a más de uno hizo crispar el rostro.

– ¿Quién eres? –preguntó con dificultad el chico, el nuevo Uriel. Ninguna parte de su cuerpo tenía tensión, ni sus piernas o sus labios. Temblaba, pero solo un poco. No tenía idea de cómo reaccionar, si llorar o no.

– ¿Yo? –siguió sonriendo con expresiones faciales demasiado gesticuladas–, soy tu estúpida madre –los guardianes a su lado se alejaron como Rafael se los indicó, todo esto fue casi imperceptible. Todos estaban atentos del siguiente movimiento de ambos Libros.

–Madre te... –intentó acercarse, no era buen momento para abrazarla, pero fue su primer impulso.

–No hables –podía leerse la rabia en sus ojos–. Nunca te quise, solo estorbaste mi tranquila vida, igual que él –parecía tan sola con su hábito negro en medio del blanco Cielo–. Uriel fue el que insistió hasta el cansancio en tenerte, debí haber sabido que él solo quería utilizarme–. Ahora los Divinos parecían inquietos, ella lo notó–. Así es. ¡Él quería morir!, harto de esta falsa purga de maldad. Estaba tan desesperado que fingió amor por mí.

Edgar quiso intentar volver a acercarse, diciéndole que todo eso podía quedar atrás... que podían intentar algo. Seguro que lo que podía decir ayudaría, o empeoraría, su estado de ánimo. Pero ella no escuchaba, ya tenía planeado ese momento todos estos años.

–Tu solo traes desgracias –tras esas palabras hay pocos que conozca que puedan guardar la compostura, y Makishima no fue creado para guardar sus emociones. Respondió con sorprendente vivacidad, haciendo que ardiera su cólera.

Todos observaban la incandescencia espectacular que el joven creó con solo un movimiento de cabeza. Devorando a la figura frente a sí, ella ni siquiera gritó o se quejó. Sus ojos negros reflejaban las mentiras y verdades que guardó durante su vida, era más que claro para el hijo de sus entrañas pero no para los Divinos.

El Fuego también se arrastró hasta Edgar, extendiendo sus garras, intentando tomarlo como suyo, recordándole que hasta hacía nada él también había sido un Libro. 

–Soy tu espejo –le advirtió su madre, podía hablar aun tras todo ese dolor infernal–, tendrás el mismo destino que yo –sentenció–. ¡No confíes en los Divinos! En nadie... mi amor...______________

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Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora