Parte 7

447 28 0
                                    

—Debería quedarme en casa —repitió Lucía por décima vez.

Nos estábamos preparando para ir a la fiesta de moteros y ella no dejaba de decir que no era una buena idea.

—Se lo prometimos a Lucas —le recordé—, y te vendrá bien salir.

No parecía demasiado convencida, pero después de pasar las últimas veinticuatro horas encerradas en su habitación, incluso yo necesitaba un poco de aire fresco. Nos habíamos quedado dormidas en su cama, después de una sesión intensa de críticas al género masculino y algunos llantos más por su parte. A pesar de su aspecto frágil, Lucía era una chica con las cosas claras. Había perdido la confianza en Nico y no se veía capaz de darle una segunda oportunidad. En ese aspecto se mostró tajante, de lo que no pude más que alegrarme. Yo apenas conocía a Nico y no tenía nada en contra de él, pero por lo que mi compañera me había contado sobre sus constantes coqueteos con otras chicas, era probable que no fuera la primera vez que la engañaba. 

—Habrá tíos buenos —añadí con un sugerente movimiento de cejas que la hizo sonreír—. Y creo que Ari se mostraría bastante decepcionada si pierde la ocasión de incordiar a Lucas.

—Los tíos se pueden ir al infierno —replicó ella.

Continuó pintándose los labios de rosa.

—Por eso te has puesto lo primero que has pillado en el armario, ¿no?

Lucía llevaba un vestido de color coral y fruncido en el pecho, que resaltaba su estilizada figura, y lo había acompañado con unas cuñas nude. Si le tocaba subirse a la barra esta noche, los moteros iban a tener una buena panorámica de sus piernas. Por mi parte, yo había optado por unos shorts vaqueros y una blusa sin mangas y con escote en pico. El buen clima de primeros de septiembre acompañaba, así que ni siquiera me planteaba cargar con una chaqueta. Terminamos de maquillarnos y recogimos nuestros bolsos. Jota había estado desaparecido durante todo el día.

Al levantarnos no había ni rastro de él. Lucía no le dio importancia y a mí tampoco es que me apeteciera mucho verle, por lo que no pregunté al respecto. Era consciente de que Jota se había dejado llevar por la impotencia al ver el dolor que Nico le había causado a su prima, pero además del recelo que me provocaba su visceral comportamiento, aún le guardaba rencor por la humillación a la que me había sometido en el campus.

—Lo pasaremos bien, ya lo verás.

—Por si lo olvidabas, vamos a la fiesta a trabajar —replicó Lucía, haciendo un mohín.

—Te mantendrá ocupada.

Puso los ojos en blanco y me vi en la obligación de recordarle que si estaba metida en todo aquel jaleo de trabajar en un bar era por ella. Y eso me llevó a pensar en mi otro compañero de piso, que también estaría sirviendo copas esa noche. Con suerte pasaría la horas atendiendo a clientes y sin tener que cruzar una palabra con él. Ari nos recogió con su coche un cuarto de hora más tarde. Puso una emisora de música rock a todo volumen y pasamos el trayecto cantando a voz en grito como si fuéramos adolescentes en un concierto.

Me alegró comprobar que Lucía estaba mucho más animada que el día anterior. Aún nos reíamos cuando traspasamos la entrada del Level. Lucas corría de un lado a otro cargado de bandejas de aperitivos, pero en cuanto se percató de la presencia de Ari su rostro se iluminó y dejó todo sobre una mesa para acudir junto a nosotras. En realidad, sería más justo decir que abandonó lo que estaba haciendo para levantar a su novia en brazos y darle un beso largo y profundo, como si llevaran siglos sin verse.

—¡Lucas, que algunas estamos de luto! —se quejó Lucía.

El aludido se demoró unos segundos más y depositó a Ari en el suelo, poniendo cara de culpabilidad. Era de suponer que ya estaba al tanto de lo sucedido entre Nico y Lucía. Avanzó hasta esta y la abrazó con cariño.

Antes de que me dejes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora