Parte 14

446 34 2
                                    

Ari se presentó en el bar cuando ya llevábamos un rato abiertos al público, lo que hizo que Lucas desapareciera de la barra. El local estaba a rebosar y no parábamos de servir bebidas. Jota protestó en cuanto lo vio escaquearse de su puesto. Le puse un par de cervezas a un tío y este me tendió un billete de veinte euros. Al ir a cogerlo retiró la mano.

Le dediqué una sonrisa falsa, porque no había dejado de mirarme las tetas mientras lo atendía, y esperé a que se decidiera a darme el dinero. Él se apoyó sobre el mostrador y yo me obligué a no dar un paso atrás.

—Te he visto. Bailas muy bien.

—Gracias —me limité a contestar.

—¿Qué tal si luego me dedicas uno de esos bailecitos cachondos en mi casa? —preguntó sin el más mínimo reparo.

Estaba tan borracho que, si prendía una cerilla frente a su boca, se convertiría en un lanzallamas humano.

—Creo que voy a pasar.

—Vamos, preciosa —insistió, y alargó la mano para alcanzar la mía.

Jota se colocó a mi lado antes de que pudiera quitármelo de encima.

—¿Qué tal si la sueltas y arrastras tu culo fuera de mi vista? —Apartó la mano del tipo y se inclinó sobre la barra, preparado para saltar al primer indicio de provocación—. Porque yo sí estaría encantado de dedicarte un baile privado y no estoy seguro de que pudieras volver a casa por tu propio pie después de eso.

El aludido levantó los brazos en gesto de rendición y esbozó una sonrisa estúpida. Yo solo rezaba por que no dijera algo aún más estúpido. Jota permaneció frente a él, con los puños cerrados a los costados. Le estaba costando serios esfuerzos no partirle la cara de un puñetazo, incluso yo podía darme cuenta.

Ignoré al borracho y me colgué de su brazo.

—No vale la pena, Jota.

—Oh, sí, sí que lo vale —replicó él, taladrando al tío con la mirada—. Por ti cualquier cosa vale la pena, B.

Se envaró en cuanto fue consciente de lo que había dicho, como si no hubiera pretendido poner voz a ese pensamiento. Me puse de puntillas y le di un beso en la comisura del labio para atraer su atención. Él se giró con rapidez.

Objetivo conseguido.

Sus puños se aflojaron y pasó un brazo en torno a mi cintura.

—Gracias —murmuré, cohibida por la intensidad de su mirada.

Resultaba irónico que Lucía me acusara de aparcar mis emociones y en cambio Jota apenas lograra manejar las suyas. Su estado de ánimo era tan cambiante que nunca sabía cómo iba a reaccionar.

—Si sigues apretándote contra mí con ese vestido que llevas terminaré por proponerte algo peor que ese imbécil. O mejor, según se mire —comentó, ladeando la cabeza como si pensara en ello.

Su intento de aligerar el ambiente surtió efecto. Le di un golpe en el pecho y deshice el abrazo.

—Si vuelve, avísame. Estaré encantado de pagar mi frustración sexual con él —se lamentó, antes de regresar a su esquina de la barra.

Jota no tenía necesidad de reprimirse, tenía un nutrido grupo de fans en el bar que babeaban por él y que no le quitaban ojo en toda la noche.

Sin embargo, nunca le vi tontear con ninguna y mucho menos llevarse a una de ellas a casa. Solo de pensarlo me entraron náuseas. En cambio, conmigo no hacía más que tirar el anzuelo, aunque luego diera marcha atrás y bromeara como si solo se tratara de un juego. Y yo empezaba a desear cerrar los ojos y caer en sus redes.

Antes de que me dejes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora