Parte 24

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La cafetería de la facultad estaba concurrida ese día. No había cesado de llover desde por la mañana y casi todas las mesas las ocupaban alumnos deseosos de llevarse algo caliente a la boca. Lucía y yo conseguimos un par de asientos junto a unos chicos de primero que no tardaron en marcharse.

Ari y Lucas aparecieron minutos más tarde, aunque Lucas se tomó un café a toda prisa y se fue a su siguiente clase.

Me esforcé por descifrar unos apuntes que me habían dejado, sin mucho éxito.

—Esto es imposible —protesté, lanzando el bolígrafo contra mi carpeta.

Ari extendió la mano y echó un vistazo a la libreta que tenía ante mí.

—Tuve esa asignatura el año pasado y tengo todo guardado en casa —comentó tras un par de minutos—. Pásate cuando quieras y te los dejo.

—Te debo una —repliqué, aliviada.

Me había perdido varias clases gracias a la costumbre de Jota de apagar el despertador por las mañanas y seguir durmiendo. Claro que tampoco podía culparle porque al oírlo me acurrucaba contra él murmurando cosas sin sentido y olvidando que debíamos levantarnos. Habían pasado algo más de dos semanas desde que comenzamos a salir oficialmente, pero al lunes siguiente ya era de dominio público que la nueva, es decir, yo, estaba liada con el chico solitario, es decir, Jota. Era como volver al instituto o, peor aún, ser parte de un episodio de Gossip Girl.

Que Jota me llamara "B" añadía un toque surrealista a la historia.

Casi esperaba que en cualquier momento alguien colgara en la página de la facultad una foto de ambos morreándonos. Jota no prestaba oídos a lo que decían y yo procuraba hacer lo mismo, aunque de vez en cuando les diéramos motivos para seguir hablando. La compañera de piso de Ari se dejó caer en la silla que había a mi lado con pinta de necesitar un café incluso más que yo. Y eso que ya había tomado tres y estaba valorando ir en busca del cuarto. 

Sabía que Jota y ella habían tenido una historia, pero no habíamos coincidido hasta entonces.

—No dejo de repetirme que es jueves, pero las horas no pasan más rápido —se lamentó mientras dejaba varios libros sobre la mesa y los apartaba a un rincón para no tener que mirarlos.

—Alba, ¿conoces a Becca? —intervino Ari, señalando en mi dirección.

La aludida se giró hacia mí y esbozó una sonrisa cansada.

—¿Tú eres la chica de Jota? —Asentí y ella me observó con detenimiento, sin ningún tipo de pudor—. Te admiro, no es fácil lidiar con él.

«¿Me lo dices o me lo cuentas?».

No supe muy bien cómo tomarme que la ex de mi novio me dijera aquello.

Opté por considerarlo un halago.

—Merece la pena —repuse, encogiéndome de hombros.

—No pensé que viviera para ver a una chica domar al gran Jota.

—¡Alba! —Ari le dio un manotazo en el hombro.

—¿Qué? Es verdad.

—¿Quién dice que me haya domado? —inquirió Jota a mi espalda.

Eché la cabeza hacia atrás para encontrarme con una de sus sonrisas ladeadas. Llevaba el pelo mojado y revuelto. Una gota le resbaló por la nariz y fue a parar a sus labios.

No importaba el tiempo que pasara con él ni las veces que me besara, mi cuerpo respondía a su mera presencia siempre de igual forma, reclamándole cerca.

Antes de que me dejes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora