Parte 19

444 29 0
                                    


—¿Lista? —preguntó Lucía.

Ignoré el tono burlón de su voz. Durante el resto de la tarde había insistido en conocer la identidad de mi misterioso ligue. Yo no había hecho otra cosa que reírme. Puede que estuviera disfrutando más de lo que debiera. Jota me envió un mensaje a las siete, informándome de que no pasaría por casa e iría directo al bar. No había nada que delatara cómo iba a reaccionar, pero medio minuto más tarde mi móvil volvió a vibrar.

¿Sigue en pie nuestra cita?

Le contesté con un escueto:

Sí.

Encaraba mi reencuentro con él con una mezcla de ansiedad y felicidad. Estaba emocionada, no pensaba negarlo. No recordaba haberme sentido así desde hacía mucho tiempo. Ni siquiera las últimas reconciliaciones con Mateo tenían el dulce sabor del que disfrutaba en ese momento. Le enseñé la lengua a mi compañera de piso de manera infantil, aunque ella correspondió al gesto con una carcajada.

—Enseguida acabo.

Me había enfundado unos pantalones oscuros y un corsé negro y blanco, regalo de Carla que no había querido estrenar aún porque me resultaba algo excesivo. Tenía una talla de sujetador que me permitía rellenarlo sin parecer vulgar, pero incluso así sabía que iba a llamar la atención. Me maquillé con discreción y me eché unas gotitas de Valentina tras las orejas y en las muñecas.

Había cambiado mi perfume de toda la vida meses atrás en un intento por desvincularme de todo lo que me recordara a mi ex, y aunque era bastante especial en cuanto a los olores, una vez que había descubierto este no dudé en convertirlo en mi favorito. Y eso que no era nada barato.

—Lista —anuncié al entrar en el salón.

Lucía me examinó con atención y negó con la cabeza, aunque a sus labios asomaba una sonrisa pícara.

—Vas a ponérselo difícil, ¿eh? —me reprendió de forma cariñosa—. Lo tiene merecido por imbécil.

—Eres peor que yo.

—¿Tu ligue irá esta noche?

Estuve a punto de claudicar y contárselo todo, pero me contuve. Mi amiga llevaba bastante bien el hecho de creer que Jota se pondría hecho una furia en cuanto me viera.

No sabía si esperaba que me arrepintiera al ver a su primo cabreado o bien creía que se merecía una lección. Seguramente ambas cosas.

—Puede —contesté, evasiva.

—Vale, le diré a Tony que esté atento. Que sepas que estás jugando con fuego, pero tranquila, estaré ahí para decirte «Te lo dije», y ganar nuestra apuesta, por supuesto.

—Ya veremos, Lu. —Abrí la puerta y ella salió pavoneándose—. Puede que Jota te sorprenda.

Se metió en el ascensor mientras yo cerraba con llave.

—Puede que me sorprenda incluso a mí —comenté para mí misma.

Llegamos tarde gracias a mi afán por arreglarme más de lo previsto. Mi amiga creía que lo hacía porque esperaba que mi chico misterioso apareciera en algún momento de la noche y yo no hice nada por sacarla de su error. Para cuando atravesé la entrada del Level sola, porque Lucía se quedó regazada cuchicheando con el portero,  ya había gente pidiendo copas y desperdigada entre las mesas.

Nerviosa, descendí hasta la mitad de las escaleras sin apartar la vista del suelo. No había pensado en cómo iba a saludar a Jota. ¿Un beso? ¿Un pico? Ni siquiera estaba muy segura de que la noche pasada nos hubiera convertido en algo. Pero lo que sí sabía era que no iba a salir corriendo. ¿Me estaba volviendo tímida de repente? Sacudí la cabeza.

Antes de que me dejes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora