EPÍLOGO.

785 48 4
                                    

El primer paquete llegó dos meses después.

Lo encontré sobre la encimera de la cocina con el resto del correo. Me extrañó que no llevara remitente y estuve a punto de no abrirlo, pero al final mi curiosidad se impuso y tiré de la solapa del sobre. Del interior extraje un iPod y lo que parecía ser una carta.

El papel tembló entre mis manos en cuanto leí la primera frase:

Hola, B.

Solo había una persona que me llamase así, ni Lucía ni el resto solían emplear ese apodo conmigo y menos aún nadie de mi anterior vida.

Plegué la hoja de nuevo e hice lo único que se me ocurrió: ir hasta el dormitorio de Jota y sentarme en su cama.

Lucía no había vuelto a alquilarlo. Creo que albergaba la esperanza de que su primo regresase, aunque este había abandonado las clases y nadie sabía dónde estaba, o eso me decían.

Respiré hondo y releí el familiar saludo, de nuevo:

Hola, B.

Si te conozco bien, estarás en mi habitación. Espero que así sea, porque entonces es posible que no tires esta carta a la basura y olvides que la has recibido.

Si aún sigues leyendo, conecta el iPod a los altavoces y escucha la primera canción. Solo la primera, por favor.

Me tomé mi tiempo para asimilar aquel párrafo.

¿Qué significaba aquello?

Yo conocía de sobra la afición de Jota a ponerle banda sonora a su vida (y a la mía durante el tiempo que estuvimos juntos), aunque mirando atrás me daba cuenta de que según avanzaba nuestra relación no había echado mano de ella tan a menudo como solía. Me resigné e hice lo que me pedía.

Los nervios apenas me permitieron atinar con los botones.

Los primeros acordes de Crazy, de Aerosmith, llenaron la habitación y dejé de respirar por un instante. Mis ojos retornaron a la carta, ansiosa por desvelar qué trataba de decirme al obligarme a escuchar precisamente esa canción:

La noche que bailaste conmigo por primera vez sobre la barra del Level no imaginaba lo que vendría luego. Solo quería darte una lección, enseñarte que no debías contradecirme.

¡Qué equivocado estaba contigo!

En el momento en que te plantaste frente a mí y tu mano descendió por mi pecho supe que estaba perdido.

Había tanta fuerza en ti, tantas ganas de luchar. Desde esa noche todo en lo que podía pensar era en cómo sabrían tus besos.

Supongo que querrás saber dónde he estado los dos últimos meses, o igual andas maldiciendo entre dientes y no te importa en absoluto.

No lo sé, nunca aprendí a prever tus reacciones, y aunque eso me encantaba, ahora me doy cuenta de que me inquieta que no llegues a leer estas palabras.

Jamás me creí con derecho a nada, por lo que tampoco lo haré ahora.

No quería que me importases, pero lo haces.

Antes de que me dejes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora