La Princesa Lucy

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Había una vez, una pareja de Reyes.

El Rey J era un rigente duro, estoico y cruel.

La Reina Irin una chica enamorada, hija de campesinos humildes que cautivó el corazón del Rey.

Juntos gobernaban un reino tan pequeño que cabía en la palma de una mano.

Era el segundo matrimonio del Rey J y su nueva consorte era diez años menor, pero a nadie le importaba, naturalmente, los reyes tuvieron una hija, la pequeña nacida en el palacio de cristal, ellos decidieron llamarla Lucy.

La pequeña princesa Lucy nació en la mejor etapa del reino, rodeada de abundancia, recursos y lujos, la Reina Irin estaba maravillada con su pequeña hijita, el Rey J absorto en sus responsabilidades.

Lucy no era la primera hija del Rey, ella en realidad era la quinta rama en la linea de los hijos del Rey, pero era la primer hija de la Reina Irin, y por lo tanto la sucesora al reino, sus hermanos reinaban otros reinos por lo que ella no tenía problemas con sus hermanos.

Lucy tenía la piel blanca como porcelana y el cabello cobrizo, ojos tan profundos que parecían negros y dulces labios rojos, la verdad sea dicha, la princesa Lucy era encantadora y eso, llamó la atención de los demás reinos que venían a visitarla.

"No quiero que nadie venga a verla ni que ustedes salgan."

El Rey declaró un día.

"No puedes mantenerla encerrada"

Musitó la Reina Irin

"Puedo y lo haré, no sólo con ella, tú tampoco puedes salir, y no quiero que tu familia venga."

La Reina Irin era un mujer fuerte pero su independencia había terminado en el momento que se desposó con el Rey, no era agradable de ver y vivir pero ella lo amaba, después de todo.

Fue así como la princesa Lucy creció detrás de las pesadas puertas del Reino, de su habitación al gran salón y del gran salón a su habitación, al inicio no fue un problema, pero a medida que crecía su curiosidad tambien lo hacía.

"Mami, quiero salir, es muy aburrido aquí"

La Reina Irin miró en los redondos ojos de su pequeña hijita su cabello hasta los hombros y su piel tan blanca como el día de su nacimiento, Lucy era muy inteligente y a pesar de su corta edad ella hablaba con claridad y tenía modales innatos, mientras otros niños comían con las manos y ensuciaban todo a su paso, la princesa Lucy comía con cubiertos y era muy cuidadosa con su comida, una niña muy curiosa.

"No puedes salir mi amor, papá va a regañarte"

"Papá no está, me portaré bien, seré buena niña, quiero salir"

"Ya te dije que no, Lucy"

La Reina Irin miró como las esquinas de la boca de Lucy se inclinaban hacia abajo, Lucy siempre fue una niña transparente, cuando ella estaba demasiado triste su sonrisa descendía y sus labios temblaban antes de que espesas lágrimas brotaran de sus ojos y resbalaran por sus mejillas rojizas.

"No llores... ve a tu habitación"

La Reina amaba a su hija pero no era muy buena demostrando su afecto, ella creía que era suficiente con un abrazo o dandole a su hija su postre favorito, pero Lucy no lo creía así.

Los meses pasarón y la Reina se embarazó por segunda vez, Lucy tenía una hermanita ahora y el castillo ya no parecía tan aburrido, Lucy amaba a su hermanita y adoraba jugar con ella, la segunda princesa Ann, era muy distinta a Lucy, mientras Lucy era una niña tranquila y quieta, Ann era una bolita de energía sin dirección, rebotando por todas partes, rebelde y con una curiosidad innata que buscaba satisfacer a toda costa, el hermoso castillo de cristal comenzó a deteriorarse, los juguetes empezaban a romperse y las paredes tenían todo tipo de arte extraño que consistía en rayones abstractos de crayolas de cera y huellas de chocolate en forma de pequeñas manitas.

Cartas a mi noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora