Tarde De Celebración

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Se les prometió a Lilou y a Astin que les compensarían por el abandono sufrido durante la época de exámenes, y cumplieron con su promesa. La tarde en la que estos terminaron, fueron todos juntos a la plaza de la Bastilla. Ahí, entre Courfeyrac, Combeferre, Jehan y Enjolras compraron helados para todos. Eran unos dulces fríos y bastante caros que las muchachas no habían tenido nunca la oportunidad de probar. Mientras veía a Enjolras ofrecerle la golosina a Lilou, Grantaire maldecía por no poder hacer él lo mismo por Astin, teniendo que ver a Courfeyrac hacerlo en su lugar.

Tras eso, se sentaron en un banco de la plaza. Charlaban, reían y bromeaban. Fue entonces también cuando Feuilly entregó las rosetas que todos se pusieron en las solapas de sus chaquetas o en las camisetas. De pronto, pareció que Courfeyrac veía a alguien conocido, pues se puso de pie y comenzó a gritar mientras saludaba:

—¡Gavroche! ¡Ven a sentarte con nosotros, pequeño tunante! ¿Te apetece un helado?

—¡Mejor me vendría algo de comida de verdad!—escuchó Lilou una voz a sus espaldas.

Al girarse para ver quién era, pues la voz le resultaba conocida, exclamó ilusionada:

Petit monsieur! Comment ça va?

Mademoiselle! Très bien! Et vous?

—Très bien, merci—le sonrió la muchacha.

—¿Os conocéis?—se extrañó Courfeyrac.

—Me dio pan hará un tiempo—explicó el niño con una sonrisa—. No la había vuelto a ver desde entonces. Me había preocupado, mademoiselle.

—Digamos que alguien no se fiaba de mí para hacer la compra después de eso y comenzó a ir en mi lugar—comentó Lilou lanzando una mirada en dirección a Astin.

—¡Tú eres el bribonzuelo que le convenció de darte media barra de pan!—comprendió Astin entonces.

—No me hizo falta convencerla. Lo hizo por decisión propia—sonrió el niño.

—Ya. Eso es algo que puedo creerme—suspiró la castaña.

La tarde pasó amena, divertida. El pequeño se quedó con Les Amis comiendo un helado que le había comprado Courf hasta que los otros dos niños que estaban con él cuando Lilou le conoció aparecieron. Se marcharon los tres juntos, los menores emocionados al ver el pan que el estudiante de derecho también les había comprado.

Horas más tarde, el grupo decidió ir a un bar.

—¿Te apetece ir, o te gustaría dar nuestro paseo?—le preguntó Enjolras a Lilou antes de que se pusieran en marcha.

La chica dudó un poco, pero al final enlazó su brazo con el del chico con una sonrisa que el otro le devolvió.

—Nosotros vamos a pasear—les avisó Enjolras al resto de sus compañeros antes de echar los dos a andar.

Ese paseo fue más dulce que nunca, probablemente por el tiempo que habían pasado sin salir juntos. Caminaron hasta terminar en el parque de Luxemburgo. Ahí pasearon en absoluta dicha. Vieron a Marius sentado en un banco y le saludaron, Enjolras con un asentimiento de cabeza y Lilou con la mano; él les devolvió el saludo con una sonrisa y continuó observando a la burguesa que se sentaba en el banco de enfrente. Al pasar junto a ella y su padre, Lilou no pudo evitar dirigirle una sonrisa. Pasearon entre enamorados y familias, y se sintieron como una pareja normal más, aunque ninguno había hablado de eso con el otro nunca, ni tenían intención de sacar el tema, no aún. Lilianne observaba las flores con pasión, las acariciaba, las olía y, muy de cuando en cuando, cortaba una para guardarla en su bolso. Enjolras solo disfrutaba con la imagen de la muchacha jugando entre las flores. De pronto, vio algo que le llamó la atención. Cuando Lilou regresó a su lado, Enjolras se lo mostró:

El Lirio Y La EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora