Estaban en el café una tarde más. Enjolras hablaba desde su mesa, Combeferre y Courfeyrac a su lado. Lilou ya no se sentaba en su lugar habitual al fondo, con Grantaire, Astin y Bahorel, sino que estaba en una mesa más cercana a la del líder, con Feuilly y Jean Prouvaire. Miraba con una sonrisa dulce al cabecilla del grupo, escuchándole absorta, admirada. Enjolras mantenía la cabeza fría en todo momento; sus discursos no habían cambiado, excepto por cómo, de cuando en cuando, sus ojos se juntaban con los del lirio y una diminuta sonrisa se dejaba ver en la comisura de sus labios. Nadie que no le conociera muy bien la notaría. De pronto, ruido de pasos subiendo por las escaleras detuvo su alegato. La puerta se abrió de par en par y tras esta apareció Gavroche.
—Salut, petit monsieur—le saludó Lilou como acostumbraba.
El pequeño iba a algunas reuniones, habiendo sido adoptado con alegría por Les Amis, así que su llegada no resultaba una situación extraña, tampoco el que llegara tarde; Gavroche era un espíritu libre, que iba y venía a placer. Sin embargo, ese día tenía una expresión grave poco habitual en él.
—¿Qué sucede?—preguntó Courfeyrac al notarlo.
—Hay un hombre en la plaza. Es joven y va a caballo, probablemente haya hecho un largo viaje para llegar aquí—dijo el niño, aunque ninguno comprendió la trascendencia de esto, por lo que Gavroche continuó—: Busca a alguien. A una chica de pelo negro y ojos verdes—explicó mirando hacia Lilou—. A una tal Lilianne Montagne.
Cuando los muchachos se giraron hacia esta, comprobaron que tanto ella como su hermana estaban blancas como la cal.
—Astin—murmuró la primera, el terror siendo palpable en su voz.
—Tranquila—se le acercó esta—. Tal vez no sea él. Ha dicho que es un hombre joven.
—¿Y los guardias? Ya les mandó a buscarnos una vez, tal vez lo haya hecho de nuevo.
—Gavroche—le llamó Astin—, ¿llevaba algún uniforme?
El crío negó.
—Entonces estamos a salvo—suspiró aliviada Lilou.
—No debemos sacar conclusiones precipitadas—le cortó Astin—. Ya escapamos una vez al reconocer el uniforme. Ese maldito no tropezaría dos veces con la misma piedra.
—¿Y qué hacemos?—volvió el tono asustado a la voz de Lilou.
Astin miró a su alrededor. Los chicos les miraban con seriedad. No sabían el apellido de Lilianne y desconocían su historia, pero se daban cuenta de la gravedad de este asunto.
—Mantenedla lejos de las ventanas. Y que nadie entre excepto yo—ordenó Astin dirigiéndose hacia la salida—. Gavroche, llévame donde ese hombre. Voy a investigar.
La castaña salió del cuarto, dejando a su amiga ahí.
—Lilou, por favor—se le acercó Enjolas tomándole de la mano—. ¿Qué sucede?
Lilou no contestó. Le miró con ojos aterrados antes de soltarse, abrazándose a sí misma, y negar con la cabeza. A continuación, se alejó al fondo del cuarto, donde se aovilló en una silla apartada de todos. No consiguieron sacarle ni una palabra sobre lo que sucedía. Por fin, Astin regresó. Venía corriendo, sin aliento. Estaba eufórica.
—¡Lilou! ¡Lilou, corre! ¡Ven, tienes que ver esto!
Sin darle tiempo a reaccionar, la tomó de la mano, sacándole de la habitación prácticamente a rastras. Todo el grupo corrió tras ellas, decididos a descubrir qué sucedía.
Llegaron a la plaza de la Bastilla, donde un joven sujetando las riendas de un caballo hablaba con los viandantes. Enjolras vio asombrado cómo el rostro de Lilianne se iluminaba de improviso.
ESTÁS LEYENDO
El Lirio Y La Estrella
FanfictionPermitidme que os cuente una historia. La historia de un lirio cuyo gran amor era su familia y de una estrella enamorada de su libertad. La historia de un ángel que tenía a su patria por amante y de un cínico que amaba el vino. Permitidme que os ex...