Capítulo Cuarenta "De vuelta"

44 0 0
                                    

Capítulo Cuarenta

Apoyé mi cabeza sobre la ventanilla del avión. Despidiéndome al fin de la pesadilla. Suspiré. Zayn agarró mi mano, me giré y me sonrió. Apoyé mi cabeza en su hombro, después de darnos un tierno beso. Cerré los ojos, y sin darme cuenta, al segundo quedé profundamente dormida, evitando así recordar el tiempo pasado en lo que se suponía que iba a ser un sueño hecho realidad, en mi ciudad favorita.

(...)

Tras despertarme por sexta vez en el avión, decidí no volver a dormirme. Y todo había sido por estúpidas pesadillas. Zayn me había dicho que quedaban apenas quince minutos, y tenía razón, una azafata anunció que nos abrocháramos los cinturones. Todo el mundo obedeció.

-Zayn-lo llamé contemplando su tatuaje a mi nombre, casi tapado por la camisa.

-¿Si?

-¿No te arrepientes?-pregunté señalando su tatuaje. Esbozó una sonrisa.

-¿Por qué me iba a arrepentir? Este tatuaje me lo hice porque estaba enamorado de esa persona, y, pase lo que pase, seguiré estándolo hasta mi último día de vida.-sonreí. Lo besé.

Al fin, tocamos suelo. Dios, cuanto ansiaba Bradford. Ahá, he dicho Bradford. Sacamos nuestras pequeñas maletas Luke y yo, y los cinco juntos bajamos del abarrotado avión. Odiaba que la gente se amontonara para recoger sus maletas en el avión, no dejaban pasar a la gente por el estrecho pasillo. Y no quería imaginarme a una persona claustrofóbica aquí. Salimos del avión y llegamos a las puertas de cristal, por las que entrabas al aeropuerto, y por cuáles había otras por las que cruzabas hacia la otra frontera de este.

Zayn rodeó su brazo por mi cintura, y caminamos hasta estas últimas puertas correderas. Las cruzamos. Un montón de gente esperaba ansiosa a su familia. Había hasta gente con pancartas. Si me pasara eso, me moriría de vergüenza.

-¡Eh, están ahí!-escuchamos todos una voz muy conocida.

Y rápidamente un grupo de personas vino corriendo hacia nosotros a abrazarnos.

-¡Chicos!-grité abrazándo a mis dos hermanos. Zayn, Luke y Austin sonreían y abrazaban a los demás también.

-Dios, Paula. No nos vuelvas a pegar estos sustos-dijo Olliver.

-Pensaba que te había perdido-comentó Peter. Lo abracé.

Aëria se acercó junto a Gemma a abrazárme. Después de quedar las tres unos segundos inmovilizadas.

-Os he echado de menos, chicas.

-Y nosotras a ti-dijeron al unísono. Sonreí.

Después vinieron los demás, hasta llegar a Noah. Las dos nos miramos. Y rápidamente ella corrió hacia mí, y me abrazó.

-Joder, no me vuelvas a hacer esto, ¿entendido?-asentí casi llorando.

-Oh, qué bonito, ¡me apunto!-Harry se añadió al abrazo. Después todos le siguieron.

(...)

-Bueno, Zayn. Pues ya hemos llegado-comentó mi padre parándo el coche en un viejo y desgastado portal.

-Bien, gracias Sr. Beckenbauer-se despidió y por último me beso susurrándo que ya nos veríamos.

-No hay de qué. Ah, por favor llámame Thomas, no me hagas sentir viejo-Zayn rió y asintió se despidió con la mano y el coche arrancó.

Continuamos nuestro aburrido y silencioso camino a casa. Sin apenas gesticular o susurrar nada.

Los cuatro llegamos a casa. Mi ansiada casa. Respiré ese olor que tanto echaba de menos. Dios, y yo que pensaba que nunca jamás volvería. Subí a mi cuarto, y unos segundos después llegó Olliver subiendo mi ligera maleta.

-¿Necesitas algo?-preguntó.

-No, gracias Olliver. Puedes irte.

Este asintió a mis espaldas suspirando, y poco después comencé a escuchar unos pasos alejándose sobre el suelo de madera suave. Cerré mi puerta y me apoyé en ella cerrando lentamente los ojos a la vez que me agachaba. Puse mis rodillas a la altura de mis pechos, separandolas y los pies formando un pico hacia fuera.

Abrí los ojos y me quedé unos minutos observando mi cuarto. La verdad, Aëria tenía razón, si que estaba un poco cursi. Pero no era momento de reformar nada. Miré mi armario de detrás de la cama. Todavía seguía abierto desde el día en que me fui a Londres, estaba tan apurada que se me olvidó cerrarlo. Examiné la ropa de lejos.

Suspiré de nuevo y me levanté. Abrí lentamente la puerta del baño. Y me dirigí al espejo. Me puse de frente para mirarme. Dios. Tenía la cara pálida, ojeras, el pelo algo revuelto y madre mía, llevaba días sin comer, y no tenía hambre. Mi rostro parecía haber sido chupado, dejándome sin apenas mejillas. Por lo menos había adelgazado unos cinco kilos. Daba asco ahora mismo. No quería verme. Me metí directamente en la cama y segundos después caí en un sueño profundo.

(...)

Me desperté lentamente, sentía un ligero dolor de cabeza, pero perfectamente soportable. ¿Qué hora era? Madre mía había perdido la cuenta hasta del día de la semana. Miré un pequeño reloj en mi mesita.

Martes 8 de mayo, de 2014. Las 10:03.

Bien. Bien, bien, bien, bien. Llegaría tarde al instituto. Genial.

Me levanté y acto seguido me metí en la ducha dejando que las gotas de agua caliente recorrieran cada parte de mi cuerpo. Me envolví en una toalla y me puse lo primero que cacé. Una camiseta que me llegaba justo por debajo del ombligo de manga corta gris, unos pantalones largos negros y desgastados, mis Dr. Marten, un gorro color gris, y unas gafas de sol para que me taparan mis espantosos ojos ahora mismo.

Bajé a la cocina y me serví un vaso de agua cargando con mi mochila no muy llena de libros. Lo metí en el lavavajillas y me quedé pensativa un momento apoyando mis brazos en la encimera y mirando la pared.

-Paula.

Me giré repentinamente. Mi padre.

-¿Se puede saber qué haces así?-preguntó.

-Papá, voy al instituto, ¿recuerdas?

-Pero si es tarde, y hoy preferiría que te quedaras en casa. No estás del todo recuperada.

-Estoy perfectamente, y tengo obligaciones.-levantó ambas manos abiertas mirando hacia mí.

-Está bien.-suspiró.

-Bien, adiós.

Y me fui hacia el olvidado instituto.

Sí, puede que no estuviera bien del todo, pero tenía que ir, ya había perdido demasiada materia. Ver la muerte de una madre no es de lo más agradable, y menos matar tú mismo a alguien, pero había que continuar. Necesitaba continuar mi vida, intentando olvidar que había matado a alguien. Pero vamos, ¿quién podía vivir en paz sabiendo eso?

(...)

Llegué al instituto justo cuando habían tocado el timbre para el rato libre.

-Hola cielo.-me agarró la cintura con sus dos manos, apoyando su cabeza en mi hombro derecho. Me besó el cuello, para después recorrer la mejilla hasta la comisura de mis labios.

-Amore.-cerré los ojos sonriendo.

-¿Qué tal estás?

-Más o menos, bien.-me abrazó de nuevo.

-No sabes cuanto te quiero.

-Yo más, Malik.-sonreí.

Y es que ya pasaron la página. Pero a veces les gustaba volver a leer algún capítulo. Los errores, que producían sentimientos rencorosos, o amorosos, incluso dolorosos. Pero gracias a ellos, siguen juntos, más unidos que nadie.

Strong {Zayn Malik}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora