Capítulo VI

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Recibí un mensaje de Archie. Al leerlo no me preocupé más de lo debido, y es que no decía demasiado; sólo que nos teníamos que ver de inmediato. Nos juntamos casi al otro lado de Stamford. Era una población que no tenía muy buena reputación por quienes la habitaban. Yo no tenía problema. No era un chico de prejuicios y difícilmente la condición social podría convertirlos en peores personas que yo. Además, resultaba que yo no  millonario. Era de clase media como la mayoría del condado.

  En una de las bancas de la plaza principal los encontré. Archie estaba consolando a Thomas, quien no conseguía dejar de llorar. A diferencia de las veces en que nos encontramos, lucía débil y vulnerable. No era muy distinto de Archie al parecer.

  Apenas me vieron, Archie saltó sobre mí y me abrazó como nunca lo hizo antes. Le dije que siempre estaría para él y cumpliría mi promesa, por más difícil que pudiera presentarse todo.

-¡Viniste! –gritó.

-¡Claro que lo hice, idiota. Soy tu mejor amigo!

 -¡Te amo, estúpido! Eres al único que tengo.

-Yo también, amigo. Pero te equivocas. No estás…

-¡Sí, sí estoy solo!

-Arch, por favor, respira –le susurré. Me desenlacé de entre su cuerpo y lo ayudé a sentarse-. ¿Qué fue lo que pasó?

  Thomas bajó de inmediato la mirada.

-Todo es mi culpa –murmuró.

-Thomas, no…

 -Quería ver a Archie y lo llamé para que nos juntáramos cerca de mi casa. No quería conducir. Sa-sabía que si me subía a un auto, probablemente terminaría atropellando a alguien y yo mismo estaría ahora en el hospital… O muerto.

  Podía ver como sus ojos se iban llenando de desesperanza, odio y rabia.

-Mis padres pelearon. Mi padre está cesante y mi madre embarazada de cuatro meses. No tenemos ni para comer. Todos los días es lo mismo. ¡Peleas! Mi padre incluso piensa que ese hijo no es suyo; que mi madre le fue infiel con un amigo de él.

-Thomas, no es necesario que me cuentes todo esto –pronuncié. La angustia en su voz comenzaba a descolocarme. Me di cuenta de que mis problemas eran mínimos comparados con los suyos, y me sentía culpable por ser tan egoísta.

-Necesito desahogarme –dijo, su voz casi inaudible-. Hasta golpeó a mi madre hace días, ¿sabes? Le vinieron fuertes contracciones y pensé que el bebé, lo único que conseguía robarle una sonrisa, moriría sin siquiera haber nacido aún.

  Sus preciosos ojos azules se dirigieron al piso. Se sentía perdido. Su piel blanca comenzaba a tornarse roja. Tenía una crisis de pánico.

-Y sí, mi madre puede detestar a los gays, pero no puedo odiarla yo a ella –tragó saliva y arrugó la frente-. Ella me dio la vida, y aunque sea una vida de mierda, quiero vivirla mientras tenga ganas de hacerlo.

  Entonces Archie se largó a llorar todavía más. Se sacó los lentes, los dejó a un lado y hundió la cabeza entre sus rodillas. Sabía qué estaba pensando: ¿Qué harían sus padres cuando se enteraran de que era homosexual? Estábamos ya en 1997, y aunque existía gente sin temor a mostrarse y gritar a toda voz su “condición”, había otra que callaba porque ese miedo los consumía. Todavía resultaba ser un tema tabú en la sociedad. ¡Qué porquería! Había podido darme cuenta sin problema de que la mayoría de los gays eran mucho mejores personas que quienes los rechazaban y se creían mejores por el simple hecho de ser heterosexuales.

-Mi padre me odia aún más. Por él sí me dan ganas de matarme. No sabes lo atroz que es el hecho de que cada vez que te dirijan la palabra, sea a través de un “Ey, maricón”.

Una pareja no tan dispareja -My mad fat diary (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora