Capítulo XXXIV

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Rae.

El primer día de universidad Finn me preguntó si es que me había despedido de Kester.

Por supuesto que lo había hecho. Él más que nadie sabía lo que significaba para mí dar aquel paso tan importante.

El último sábado que pasamos en Lincolnshire y antes de que hiciéramos la reunión de despedida, fui hasta su casa. Habíamos acordado hace tiempo que yo no iría a su hogar, salvo en situaciones extremas y sumamente importantes. Aquella definitivamente era una de esas. No lo había visto desde antes de rendir mi examen de admisión en Manchester la primera vez. Él no sabía que había llegado a despedirme cuando aparecí en su puerta esa mañana.

Apenas le di la noticia se largó a llorar. Recuerdo que le dije:

-Ahora no estás siendo profesional, Kester.

A lo que él respondió:

-¿Viniste aquí esperando una reacción propia de un psicólogo o de un amigo?

Excelente pregunta,y una típica de Kester.

-Por supuesto que quiero una reacción de un amigo... De ti. Lo siento.

Me preguntó si estaba emocionada por comenzar aquella nueva vida. De inmediato le mencioné mis deseos y todo lo que esperaba encontrar en Manchester. Pero entonces vio más allá. Como era de esperarse, mencionó mis miedos. Asentí.

-No temas, Rae. Has superado más problemas que cualquier otro de mis pacientes. Deberías estar orgullosa de ti misma -suspiró.

Por supuesto que lo estaba, pero, eran tantos los cambios que se venían encima, que estaba aterrada y se lo hice saber. Sonrió.

-El fracaso, el miedo y los obstáculos son parte de la vida -dijo-. Sería aburrido si todo lo consiguiéramos de la manera fácil. El truco está en volverlos a tu favor y sacar provecho de ellos. Se aprenden muchas cosas buenas de todo lo malo.

-¿Nuestras sesiones terminarán? -pregunté.

-Pues no puedo ir hasta Manchester para hacerlas, y claramente tú tampoco podrás venir -dijo, melancólico-. Quiero, sin embargo, y hasta te exijo, que me vengas a ver en cada ocasión en que des un paso en este pueblo.

Esa fue una promesa que no me costó cumplir. Cada día que pasé lejos, lo extrañé como si fuese parte de mi familia. De hecho, era mi familia.

-Serás la mejor locutora. De eso no tengo dudas -me había dicho-. Deberán quitarte el micrófono -lo miré con el ceño fruncido, esperando su próximo comentario impertinente-: No cierras nunca la boca.

-No eres el primero que me dice eso.

-No soy el primero que te dice la verdad -rió-. Pero hablo en serio cuando te lo digo: Serás la mejor locutora.

****

Cuatro años más tarde, le dediqué mi primer programa a él, y lo dije al aire.

"Tienes mucho talento", me dijeron durante los tres años que estuve en la Universidad. Cuando debí hacer mi primer currículum para buscar trabajo tras recibir mi título, adjunté las recomendaciones de cada uno de mis profesores, las recibidas tras el intercambio a Liverpool y de mi trabajo en la emisora. Junto a Finn encontramos trabajos a los meses. Tuvimos mucha suerte de nuevo. Fue en aquella ocasión que pensamos que la buena racha la teníamos porque estábamos juntos. Meditamos bastante la situación y parecía sensato pensar de esa manera.

Trabajé: allí durante casi tres años.

Año 2005: Fui apoyada por todos para ingresar a estudiar Psicología.

Aquel año volví a buscar a Kester: Había dejado de trabajar en el Hospital psiquiátrico en el que nos habíamos conocido, para nada de buena manera. Tenía abierta una propia consulta: Sus paredes estaban tapizadas de buenos cuadros los que, a diferencia de los de aquella antigua habitación, eran de su completo agrado.

-¿Ya no los tiras por la ventana? -le pregunté.

-No. Mi rabia la concentro en otras cosas.

-¿Cómo qué si puedo saber?

-Yoga. Es increíblemente relajante.

Me pareció escuchar algo imposible. Me reí a carcajadas en frente de él, mas no se ofendió; en vez de eso, rió conmigo.

-Lo sé, lo sé -dijo, levantando las manos en el aire-. Créeme, ni yo mismo sabía que era así de flexible.

Intenté imaginarlo en alguna pose que había divisado haciendo zapping en uno de esos canales un tanto alternativos. Sólo obtuve más risas.

-Estás muy bella -dijo-. Finn es un chico con suerte.

Y por primera vez desde que nos conocíamos, le creí. Por supuesto hubo otros centenares de veces en que tomé por verdaderos sus dichos, mas no de los que se referían a mi físico y a lo que era capaz de provocar en un hombre.

-Tú tampoco estas nada mal.

Apoyó su mentón sobre ambas manos entrelazadas y me observó. Uno. Dos. Tres. O quizás cuatro minutos.

-¿Ahora resulta que invertimos papeles y tú detestas hablar?

-¿Y a ti cuando te ha molestado transmitir como un loro? Eso no sería invertir papeles, Rae.

-Como sea.

***

La próxima vez que lo vi fue tras graduarme en el año 2008. Iba con mi título en mano cuando iba ingresando a la consulta. Lucía bastante mayor. Lucía un tanto acabado, lo cual me hizo pensar de inmediato lo peor.

-Creo que todos mis males se han ido apenas te vi -mientras le servía un poco de té.

-No mientas -sonreí-. De seguro crees que tus males más bien aumentan cuando me acerco a ti.

-¡Rae me ofendes!

-Admítelo.

-Nunca admitiría algo que no es verdad.

Me quedé mirándolo durante unos segundos, para más tarde preguntarle:

-¿Te sucede algo? Luces bastante... Apagado.

No se trataba de su voz o de su piel arrugada. Sus ojos eran los que me indicaban que algo no iba bien.

Seguía en una relación con la mujer que lo había visto años atrás. Pero como era de esperarse, aparecieron diferencias y problemas que comenzaron a resaltar más que las cosas buenas; de esas que te hacen pensar porqué inició todo en primer lugar. Cuestionas al otro, cuestionas las circunstancias ,y, por sobre todo, te cuestionas a ti mismo.

-No quiero lucir como si me creyera una experta en el amor, porque sólo he tenido un novio en mi vida, y justamente es el mismo con el que estoy hoy en día -murmuré-, pero todo es por algo. Tú ya lo debes saber más que bien.

-¿Qué me aconsejas?

-No puedo ni debo aconsejarte. No sería profesional.

-¿Entonces?

-Tienes dos simples opciones: O te alejas y dejas que ella haga lo mismo; o bien luchas por lo que han construido durante años -continué-: Con la primera opción, estarías dejando a una buena mujer; con la segunda, estarías asegurando su estadía junto a ti. Quizás para siempre.

Sonrió.

-Y así es como la alumna supera al maestro -comentó.

-Por supuesto que no -negué-. Sólo dije lo que tú me dijiste hace años.

-Soy afortunado de tenerte.

Quizás así era, pero no era más afortunado que yo por tenerlo a él desde mis momentos más duros.

Kester había sido mi psicólogo, sí, pero pasó de ser un simple profesional que en un principio difícilmente me agradaba, a ser mi mejor amigo.

Una pareja no tan dispareja -My mad fat diary (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora