A un mejor amigo

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Ya no lo hagas.
No me saludes.
Por favor, no te acerques a mí.
No sonrías enfrente mío, no fijes tus pupilas en mí.
No te dirijas hacia mí, no me dirijas la palabra, por favor.

Me duele, me quema, me arde.

Saber que nunca seré el motivo de tu falta de respiración, saber que nunca lograré ese destello que suelen esbozar tus ojos cada vez que...

Cada vez que la miras a ella.

Me lastima, me hiere, me mata.

Sentir como tu corazón late con fuerza por una persona distinta a mí.
Sentir como tu presencia cambia con sólo advertirla llegar.

Me molesta, me frustra, me indigna.

Tener que soportar todos estos sentimientos: los míos hacia tí, y los tuyos hacia ella.
Tener que alegrarme cada vez que logras verla, abrazarla, emocionarla, enamorarla.

Ya no lo soporto.

El dolor que siento es tan real como tu amor ferviente que no me pertenece.

Alejarte de mí lo haría todo más sencillo; pero no puedes, no puedo.
Me necesitas, te necesito.
Aunque no como yo quisiera, aunque no como tú has pensado.

Es irónico lo que puede hacer un pequeño juego de palabras:
Tu simplemente no me amas, y yo simplemente no te quiero.

Pero la realidad no necesita de tantos juegos, porque tú me quieres y yo te amo. 

Y siendo honesta, 

Me encantaría que nuestra vida se tratara de un juego, de este juego, para así confundirte con mis palabras y lograr que las frases se intercambien.

Pero no es así, tú la amas.

Me lo has dicho, no hay más que yo pueda hacer.
Es por eso que te pido que me dejes.
¡Hazlo!

No me saludes.

Por favor, no te acerques a mí.
No sonrías enfrente mío, no fijes tus pupilas en mí.

Porque yo te amo, y no soporto verte amar a alguien más.
Porque no me amas, y no soporto tus miradas de absoluta amistad.

Lidyce R.M.

Disparate ExistencialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora