Un, dos, tres,
Ocho, nueve, diez.
Vive los días contando una finita eternidad,
Y mientras cuenta la vida, el conteo lo mata,
Se pierde en la realidad, aunque es lo único en lo que piensa,
Como si hubiera caído en una telaraña,
Mientras más forcejea, más firma su sentencia.
Un minuto, dos, tres,
Una hora, un día, un mes.
Ya no duerme por lo consciente que se encuentra,
Y sus ojos, como su desesperación, se tornan rojos.
La noche y el día sólo son un color en el cielo,
Y lo único que se mueve a su sentido, es el reloj.
Tic, tac.Lidyce R.M.