Yue y Kagome

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Mi madre solía contarme historias de su vida en el paraíso y de cómo dejo todo para vivir con mi padre. ¨tú también encontraras a alguien a quien ames con todas tus fuerzas¨ esas solían ser sus palabras pero en verdad yo no comprendía a que se refería.

Cuando tenía 5 años mi madre dijo adiós a este mundo. Quizás fue el ambiente o que los ángeles no envejecían igual en el mundo humano, pero mi madre nos abandonó muy temprano. Luego de eso solo fuimos mi padre y yo contra el mundo pero el también enfermo. Desde ese momento estuve solo.

Recuerdo que un día mi padre me sorprendió controlando el agua de un rio y sonrió. Siempre me decía que era idéntico a mi madre y que hubiese deseado que ella se quedara con nosotros más tiempo. A veces veía como mi padre miraba la luna llena y dejaba escapar una lagrima de sus ojos, pensaba que la extrañaba mucho.

Tenía 10 años cuando no tuve a nadie junto a mí y me dedique a vagar en este mundo en busca de un propósito. No tenía mucho interés en los humanos o en los ángeles, la verdad es que yo vivía mi vida sin prestar atención a nada de eso. Era cierto que no podía vivir en el paraíso porque era un mestizo pero en la tierra la gente parecía aceptarme, aunque tampoco es que hiciera mucho contacto con ellos.

Un día me topé con una gran tormenta de nieve, era difícil ver por dónde iba pero no tenía frio en absoluto. Era algo muy extraño. Seguí caminando con la esperanza de que el viento no me llevara o algo peor. A lo lejos, recuerdo que divise una figura pero no conseguía ver de qué se trataba hasta que se acercó más y más. Recuerdo la impresión que tuve de ese hombre en ese momento. Era alto, de cabellos negros atados en una coleta, portaba una sonrisa en su rostro y su vestimenta consistía en una toga color negra. Lo mire y el a mí.

-no te hare daño- dijo mientras se agachaba para estar a mi altura.- mi nombre es Sukishiro, ¿tienes hambre?

A el parecía que la tormenta tampoco le afectaba mucho y me pregunte si ese hombre era igual que yo. Un mestizo.

Me hizo seguirlo y me llevo a una pequeña cabaña. El ambiente era cálido y acogedor, puso en mis manos un tazón de sopa y pan. Me señalo para que me sentara frente a él.

-¿Cuál es tu nombre?- siempre con aquella sonrisa en su rostro.

No obtuvo respuesta de mi parte.

-está bien si no quieres hablar.

Comí en silencio y él no me hizo más preguntas. Le estaba agradecido por eso.

-sabía que esta noche encontraría algo especial- dijo de pronto y yo lo mire curioso- si quieres, puedes venir conmigo de ahora en adelante-

¿Podía confiar en este hombre? Mi instinto me decía que no era una mala persona y mamá siempre me había dicho que me guiara de mi instinto.

-¿eres humano?- dije al fin y eso parecía alegrarle.

-se podría decir que si- respondió sin titubeos ni nada. Aunque eso no respondía mi pregunta en verdad.

-gracias por la comida- aunque llevar una conversación no se me daba muy bien, aún tenía que cumplir con los modales que mi madre me había enseñado. Siempre me decía la importancia de ser agradecido.

El hombre me sonrió y volteo de cara a la tormenta.

-veo que tienes poderes especiales ¿te gustaría aprender a controlarlos?-

Su propuesta fue repentina y de inmediato llego la imagen de mi padre. El siempre había querido poderme enseñar a dominar mis poderes, pero como era un humano no sabía cómo hacerlo. Recuerdo que se dedicó un día completo a tratar de ayudarme pero fue inútil. Supongo que el querría que hiciera esto.

La Mirada Triste de Kagome.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora