La sonrisa de la bestía
Siempre sintió paz en la oscuridad, en los dulces matices que otorgaban las luces de sus hermanas en contraste con el cielo sumido en las sombras. Estaba orgullosa de ser una estrella, un astro que podría parecer diminuto pero que en la inmensidad del universo ocupaba una importancia única, o al menos eso le decían Aliter y Atheleía.
Esas palabras la hacían sentirse importante y segura, manteniendo un semblante radiante pero ahora su semblante se mantenía tenue y bajo. Una extraña emoción la envolvía al recordar a sus hermanas, las extrañaba tanto que su corazón parecía ceñirse con cada palpitar. Y más aún cuando pensaba en cómo haría para poder volver a estar entre la seguridad de las nubes.
Observó el sitió al aire libre donde permanecía sentada con cierta tímides. Para cualquiera mujer sería un ensueño bañado en una atmosfera de petalos que se arrolinaban con cierta lentitud a su alrededor, le resultaba un ambiente contradictorio al ser que estaba frente a ella y cuya aura expedía una oscuridad tan profunda que le helaba la sangre, a pesar de la distancia impuesta por la mesa pequeña llena de postres y golosinas.
De los finos labios de Uranía nació un suspiro de melancolía al pensar en los Veron y el peligro que significaba aquel ser sobre ellos, sobre todo para la pequeña Annet. Estaba tan ensimismada que no percibió como cada uno de sus movimientos eran observados en completo mutismo por la oscuridad ennegrecida de una mirada demasiado atenta.
—Veo que no soy el único que disfruta del silencio —La voz del Dross se entonaba despreocupada mientras daba un sorbo a su copa de vino tinto. — Lamento si mi presencia no es de su total agrado señorita "Veron" —Resaltó con enfasís e ironía en el apellido. —Pero existe un asunto que ambos no podemos evitar.
Aquel ser amplió su sonrisa en un gesto siniestro, complacido ante el control que ejercía a través del miedo. Castiel quien para ese momento había mantenido sus piernas cruzadas, se irguió hacía adelante descruzandolas y apoyando ambos codos sobre la mesa.
—Vamos no sea tímida y deguste un poco de té. —Uranía le observó por un largo rato ingenua y confusa en como debía proceder, posó su mirada en la taza de té. — O ¿Desconfía de mí?
El Dross arqueó una ceja y la joven estrella tomó entre sus manos la taza de té. «actúa normal» Se repetía una y otra vez, además beber una taza de té no sería mayor problema ¿cierto?
—Eso es... Y digame ¿De qué lugar proviene señorita Veron? — La rubia se removió incomoda en su asiento, algo en su interior le causaba cierto sensación de miedo. Y más cuando el Dross volvió a su posición inicial. Uranía tomó aire y dijo tal cual la historia que Felicity y Jacob le habían dicho, no obtante, hubó un brillo extraño en la mirada del Dross que la hizó sentirse insegura.
«Sólo estas asustada... Sé valiente.»
Se dijo a si misma justo antes de dar un sorbó a su té. Su rostro se contrajó un raro y viscoso sabor dulce y al final agrío se hizó de su paladar. Luego como lava ardiendo recorrió su garganta hasta su estomago, la joven estrella cerró los ojos y ahogó un grito mientras sentía como su corazón se aceleraba, el sudor helado baño su piel y la sensación agónica de una muerte dolorosa la asalto.
—Mentir no está bien. —Sus iris azules a penas enfocaron a Castiel y la perversa aura violácea y roja que lo rodeaban. Aquel satisfecho y divertido ante la situación se levantó y comenzó a rodear la mesa hasta llegar a la joven de cabellos dorados. — ¿No lo crees querida?
Sin cuidado alguno la tomó del mentón obligandolé a verlo. Uranía aterrada era incapaz de notar como unos simbolos tribales de color púrpura se habían apoderado de sus brazos y piernas.
—El nectar de inferno, es una bebida muy rara y casí imposible de encontrar. Y ni que decir de sus efectos sobre los seres de luz. —Susurró mientras sus ojos oscuros absorvian el terror de aquella joven mujer. El Dross le sujetó con firmeza mientras su cálido aliento chocaba con los labios ajenos, los cuales empezaban a tornarse pálidos. — Podría asegurar que en estos momentos sientes un inmenso dolor recorriendo tu ser.
—Eres... Tú eres un... Hechicero. —Masculló entre dientes.
—Soy más que eso. —Agregó cínico ante la mirada de aquella rubia. —No hace falta decir que puedo detener tú agonía. Porque es obvió que si no lo hago... —Poco a poco una de sus manos señalo el pecho de la estrella. — Te apagarás Uranía.
Aquella tragó grueso queriendo negarse cuando percibió como su cuerpo entero ardía y un dolor punzante invadía su estomago gritó dolorida e incapaz de sostenerle la mirada al contrario.
—¡Para!... ¡Detenlo! —Exclamó entre lágrimas con un alárido que rasgo su garganta al sentir que el aire escaseaba en sus pulmones. Fue en aquel instante que llenó de extasis y diversión, el pelinegro aún sujetandolé con rudeza se apoderó de sus labios con ambrosía, sorbiendo de su esencia el nectar de inferno hasta la última gota.
Para la rubia fue como una bocanada de oxígeno, como la esencia de la vida misma volvía a ella, nisiquiera fue capaz de sentir en que momento Castiel la había aprisionado en sus brazos, alzandola de su lugar. Aquel rompió el contacto de sus labios, relamiendose los propíos con deleite ante la mirada agotada de la rubia. Verla agitada y con los labios lijeramente entre abiertos causo una imagen que por unos segundos se le tornó atractiva, ante eso no encontró más opción que apartarse, provocando que Uranía perdiera estabilidad y cayera al suelo.
—Ahora, escuchamé Uranía. —Se peino los cabellos desordenados hacía atrás y su gesto se torno estoíco. —¿Los Veron... Saben quién eres?
Aquella sintió como su corazón se encogía debido a la angustía, la sola idea de imaginarse a los Veron o incluso a Felicity en problemas le resulto aterradora. Tal vez mentir no sería lo mejor, no, ante aquel mounstruo no existia forma de esconderlo.
—No exactamente. Ellos saben que no soy... Humana pero no tienen idea de dónde he venido. —Musitó cabizbaja.
Castiel dió unos pasos firmes alrededor de la joven rubia, con un semblante sereno, y atento. Complacido pues la mejor manera de obtener la verdad era a través del miedo, sería demasiado sencillo a partar a los Veron, y mantenerlos a raya.
—Veo tu interés por ellos, asi que te propongó un trato.
La joven estrella se encogió en su lugar cuando Castiel se agacho y le extendió la mano con un gesto misterioso, la sonrisa de la bestía que ocultaba en sus fauces su propio destino.
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Uranía
Fantasia»Dulce velo de ensueño se posó en nuestras miradas al ver a la hija de las estrellas... La dulce Uranía.« Cuentan las leyendas de un antiguo reino sumido en una mágica fantasía que cada 150 años, cuando las hojas ceden ante la llegada del otoño, los...