Capítulo X

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El encanto de la estrella

Los días se esfumaron como un tenue susurro en la casa de los Veron, sólo el ambiente sumido en la espectativa había llenado cada rincón de las envejecidas paredes. Nisiquiera Annet y sus ocurrencías se escuchaban por los solítarios pasillos. Sólo una fígura masculina se paseaba en completo mutismo y con un gesto muy pensativo.

Su mente taladrada por mil voces se perdía en un constante recordatorio «Es tu culpa» Y en cierto modo lo era. Si tan sólo hubiese sido más hábil y firme, quizás habría evitado la tormenta que estaba por desatarse sobre ellos. Recordando la mirada de su hermana ante la noticia que Uranía había traído consigo hace una semana.

» — Me comprometeré con Castiel. —Expreso aquella a pesar de no entender del todo que era eso del "compromiso" se había visto obligada a aceptarlo. Por el bienestar de los Veron asumiría aquello con firmeza siendo ello lo que dejo al ojiverde sin palabras. —Es algo que debo hacer.«

Resopló enojado consigo mismo mientras sus pasos a penas audibles lo encaminaron hasta una puerta entre abierta de color blanco, en la cual una rosa de tono violeta se dibujaba. Exhaló profundo cuando una parte de su cuerpo ingresará a la habitación con un dulce aroma a lilas.

La tenue luz del atardecer se colaba a través del balcón proyectandose sobre una cama de mullido colchón y acolchadas sabanas color turquesa, además de cientos de muñecos de felpa. Sobre aquella cama dos siluetas dormitaban con placidencia, siendo una de ellas más pequeña de cabellos revueltos y rostro angelical, está permanecia aovillada mientras la otra de esbelta silueta y rubios cabellos la mantenía abrazada. Ambas sumidas en los brazos de Morfeo eran ignorantes de una mirada color jade que se enternecia ante la escena.

Fue inevitable pensar en la angustía que aquejaba a su pequeña hermana la cual se había encariñado con la rubia. Incluso Felicity estaba sumergida en cientos de libros,buscando alguna manera de ayudar o proteger a Uranía. Y él, atado de manos porque si se imponía ante Dross perjudicaría no sólo a Annet sino a la misma Uranía pues podría agravar más la situación.

«Eres un cobarde, un idiota sin agallas»

Gritó su fuero interno. Jacob bajo la mirada al recordar a sus padres y el cómo se negaban a las ordenés de Faustus, como defendían a los demás que sufrían a manos del monarca Roch ¿Y que hacía él? Dar en bandeja de plata a la frágil e indefensa chica, quién no tenía malisia ni merecía que un canalla como Dross se atrevíera siquiera a tocar una hebra de su rubia cabellera.

Entonces venía a su mente un montón de preguntas; ¿por qué? ¿A que se debía el repentino interés por ella? Porque estaba más que seguro que alguien como Castiel Dross no sentía amor o cariño por nada ni por nadie; y si tal vez Uranía era sumamente llamativa a cualquier vista pero para despertar el interés de Dross había algo más, algo que sólo aquel y Uranía ocultaban. Desde aquella tarde en la que ella y el Dross estuvíeron a solas todo cambio.

El semblante de la joven rubia estaba por los suelos y el temor era palpable cuando descendio de la carroza siendo despedida por la mirada del Dross, quién sonreía con satisfacción desde el interior de la carroza. Al ingresar todos a la morada aprovecharon de preguntarle que había sucedido y el porque de su estado, pero ella con firmeza soltó lo de su compromiso con el Dross y se negó rotundamente a dar detalles. Para Annet significó que aquel hombre desagradable se llevaría a Uranía lejos de ellos, quien sabe con que amenazas.

Entre tantos pensamientos y sin saber cómo sus pasos lo llevaron a acercarse al sitió donde dormían su hermana y la joven rubia que hacía unas semanas había caído del cielo. Por un instante le pareció irreal las facciones de Uranía, cómo si de una hada se tratase. Recordando las palabras de Felicity del cómo Uranía bien podría pasar por una elfa o una hada del bosque, pues su rostro y físico se adecuaban perfectamente a ellas.

Se sorprendio a si mismo delineando las facciones del rostro fémenino, retirando su toque al percibir a Uranía inquietarse y moverse, para luego posar su mirada azulada y somnolienta sobre él.

—¿Jacob? —Murmuró la rubia al dejar escapar un lijero bostezo mientras se acomodaba sobre el mullido colchón. Aún seguía agotada puesto que a penas habia podido dormir con todos los pensamientos que la azotaban constantemente. — ¿Qué haces... Aqui?

—Venía a despertar... Annet. — Se apresuró a responder el ojiverde y retrocedio al verse sorprendido sin poder hablar con claridad. Tardó unos segundos en reponerse y posar su mirada sobre el balcón. —Pronto será la hora de la cena.

Un silencio los envolvió por varíos segundos en los cuales Jacob se debatía entre mirar o no a Uranía, hasta que exhaló con pesades creyendose un cobarde, se dió la vuelta decidido a marcharse siendo incapaz de notar en que momento la rubia se había puesto de pie y se había apresurado hasta sujetarle del brazo con tímides viendolé con un gesto que el Veron no pudo descifrar, y que para Uranía fue una suplica silenciosa.

—Necesito hablar... Contigo. —Murmuró al dedicarlé una sonrisa al ojiverde. Jacob quedó absorto ante el gesto y el aspecto de la joven rubia, su cabello revuelto y rostro perpetuo junto al débil haz de luz que bañaba su silueta. Uranía se veía tan encantadora que por primera vez el mayor de los Veron se le antojaba estrecharla entre sus brazos y por error se perdió en los delicados y rosados labios de aquella mujer ¿Cómo seria un beso de aquellos tersos labios?

Estuvó a punto de ceder a aquel instinto cuando una voz detras de él atrajó su atención regresandoló de pronto a la realidad.

— ¡Señor Veron! — Felicity al entrar de improvisto causo que Jacob se apartara de Uranía, sonrojado. Luego la elfa al percatarse de que Annet aún dormía bajo la voz y sonrio apenada. —Lo siento. — Susurró. —Tengo que hablar con usted y la señorita Uranía.

Ambos se giraron a verla con extrañeza, Felicity llevaba consigo un libro pequeño de color ocre que a simple vista mostraba unos simbolos blancos que ni Uranía ni el Veron supíeron interpretar. Aquellos sin tardar mucho siguieron a la joven elfa hasta el viejo y oscuro sotáno de la morada de los Veron, un lugar de apariencia rustica que pocas veces era usado, de hecho permanecía cerrado debido a su inutilidad según Jacob, aunque en el fondo para el ojiverde significaba el sitió donde más se acentuaban las memorias de sus padres debido a los objetos que allí se ocultaron.

Por ello, no era de extrañarse que el mayor de los Veron estuviera reacio a acceder aunque la mirada insistente de la elfa termino por convencerlo. Estando allí la joven rubia quedo boquiabierta ante la cantidad de pergaminos, libros y hojas sueltas que yacían esparcidas por todo el suelo de color gris, aquel sitió cubierto de telarañas estaba iluminado con una luz muy tenue por lo que bajar las escaleras sin tropezar fue todo un logro.

—¿Por qué aqui? —Jacob comenzó a tomar las hojas de papel del suelo y darles un vistazo lleno de curiosidad. — Sabes que en el despacho podrías tener más comodidad Felicity.

La mencionada se detuvo y dio la vuelta hacía el Veron y la joven estrella colocando las manos como un jarron sobre sus propias caderas mientras hacía un mohín con los labios.

—Señor Veron me sorprende. — Le reprochó. —Piense. ¿qué pasaría si recibimos una visita "indeseada"? Y dicha visita nos encuentra con esto. —Expresó alzando el libro que traía entre sus manos, el cual dejo ver su título "Luminios" Tanto Uranía como Jacob fruncieron el entrecejo confusos lo que causo que Felicity bufará.

—Por mis antepasados. —Se quejó. Buscó entre los bolsillos de su delantal, extrayendo una pequeña caja.—Esto y el libro son la clave para cuidar de Uranía.

UraníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora