Capítulo XXII

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Símbolo de unión

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Símbolo de unión


A pesar de la aversión que sentía sobre los actos inhumanos lo sucedido en la noche de las dos lunas, Castiel estaba consciente que era su trabajo y debia cumplirlo aunque su absurda consciencia le reprochará que todo estaba mal, él debia mantener su imagen hasta poder tener al Roch en bandeja de plata y cercenar su cabeza con satisfacción.

Aquel pudo haber sonreído ante la imagen sin embargo bufó y sujetó con firmeza el delgado brazo izquierdo de su falsa prometida obligándola a avanzar.

Uranía en aquel instante se estaba volviendo una verdadera molestia para el Dross cuyo objetivo en ese instante era corroborar sus sospechas sobre el rey y su misterioso invitado. Maldijo que ella se negara con una mirada envuelta en pánico dándole la sensación que aquella mujer sólo deseaba alejarse de él y volver a los brazos de Jacob Veron...

Esa idea... Le causó molestia a Castiel.

— No. Dejame... Por favor. — La voz de la joven rubia en aquel pasillo denotaba su miedo, estaba segura que nada bueno le deparaba trás la puerta de metal negra resguardada por dos centinelas. — Castiel... Por favor.

Algo se revolvió en el interior del mismo al escuchar su nombre en los finos y temblorosos labios femeninos. Sin embargo, tan rápido como llegarón el Dross sacudió aquellas ideas absurdas y exhaló frustrado, terminó por colocarse frente a la rubia y con toda la paciencia que pudo aflojó su agarre para sujetar ambos brazos con delicadeza, necesitaba que aquella mujer se tranquilizara.

— ¿Qué sucede contigo? — Expresó brusco y con un tono de voz irritado. Se maldijo asimismo por no poder controlarlo puesto que en vez de obtener respuesta por parte de Uranía, aquella se cohibía ante su presencia. — No te dejaré volver con el Veron. —Sentenció sin expresión alguna.

El rostro de Uranía adoptó un gesto de total confusión sobre todo cuando el Dross volvió a maldecir entre dientes.

—Yo... No. —La rubia tragó grueso al notar la impaciencia en los oscuros ojos de Castiel.  Debía tomar fuerzas y dejar de parecer una idiota ¿Qué diría Atheleia si la viera asustada como un conejito? Inhaló profundo y posó su mirada sobre Castiel con firmeza.—No... Me lleves a ese lugar... Por favor.

La joven estrella exhaló con pesadez y desvió la mirada se sentía patetica al no poder defenderse y tener que suplicar inútilmente que no la ejecutaran.  Pero era lógico ¿no? Ella no era fuerte y valiente como su hermana Atheleia. No, Uranía no podía estallar con la fuerza y belleza de una estrella haciendo uso de su energía para defender lo que ella consideraba importante, y eso era lamentable.

Esperó unos silenciosos segundos ante Castiel y su gesto estoico, hasta que la risa divertida y socarrona de aquel hombre llego a sus oídos resistió las ganas de abofetearle ante una carcajada larga y llena de diversión que brotó de los labios de aquel hombre oscuro y contuvó el aliento cuando esté acercó su rostro al de ella.

UraníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora