»Dulce velo de ensueño se posó en nuestras miradas al ver a la hija de las estrellas...
La dulce Uranía.«
Cuentan las leyendas de un antiguo reino sumido en una mágica fantasía que cada 150 años, cuando las hojas ceden ante la llegada del otoño, los...
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Pasado Oscuro
El tiempo se detuvo en aquel instante dónde el monarca Roch y Castiel pasaron a un segundo plano. Una atmósfera nublada que según Nevra aquella mujer provocó al absorberlo con su mirada, llevándolo a memorias lejanas donde su negro corazón parecía precipitarse a la maldecida emoción que lo atormentó en años anteriores.
Sin embargo, antes de que pudiera verla más de cerca una figura se impusó entre ellos. Castiel colocó detras suyo a la joven estrella de forma protectora, logrando despertar a Nevra de su letargo.
Un silencio nada grato lleno el espacio entre ambos hombres y el ambiente fue envuelto en tensión con cada segundo. Uranía tragó grueso cuando la energía maligna de aquel ser extraño le caló los huesos estremeciendola desde sus cimientos, una energía repulsiva y teñida en caos que la ahogaba en la desesperación.
«Un demonio.» Expresó alarmada la pequeña voz interna en su cabeza.
Gracias a los ojos celestiales la joven estrella podía apreciar las alas oscuras como las de un murcielago con cuernos en las puntas, dichas alas se pronunciaban por encima de la cabeza de aquel ser junto a la llamarada que danzaba amenazante y la cornamenta que enroscada escondida entre la oscuridad de unos cabellos color ébano, los cuales cómo una cascada ennegrecida caían sobre los hombros de aquel ser, la verdadera naturaleza del demonio; la mirada llameante del inframundo.
Y aunque ya de por si esos seres oscuros eran sin duda de temer, el que se encontraba frente a Castiel despedía un edor nauseabundo a muerte y desolación. Sin pronunciar el asedio de aquellos ojos azules profundos y helados que destellaron con cierto brillo macabro y extraño causándole pavor a la joven estrella.
«Lo más probable... Es que ya se dio cuenta.»
Uranía se estremeció ante ese pensamiento mientras se aferraba a las mangas del chaleco de Castiel, pidiéndole a Selene que la protegiera porqué si era así estaba a punto a morir.
Castiel por su lado notó los nervios en ella y el cómo buscaba resguardarse de la mirada insistente del demonio frente a ellos.
«Eso... La mantendra lejos del alcancé de este idiota.» Pensó el último de los Dross.
En su interior se formaba una sonrisa satisfactoria estaba seguro que con aquella joya encantada en el dedo de la estrella se desvanecería de ella cualquier indició de su verdadera esencia divina quedando a la vista solamente su energía reducida a la de un mortal. Sin ese resplandor agobiante que hasta a él mismo lo fastidiaba a veces. El último de los Dross mostrando su estampa orgullosa alzó el mentón estudiando al sujeto frente a él. Percibiendo y reconociendo de mala gana todo el poder que desbordaba su cuerpo, sin duda corroboró sus sospechas...