»Dulce velo de ensueño se posó en nuestras miradas al ver a la hija de las estrellas...
La dulce Uranía.«
Cuentan las leyendas de un antiguo reino sumido en una mágica fantasía que cada 150 años, cuando las hojas ceden ante la llegada del otoño, los...
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El brillo de un corazón
«La oscuridad volvía a tomarla en brazos con filosas garras recorriendo su cuerpo estelar desfibrando la energía de su ser.
Ella era como una polilla revoloteando desesperada por encontrar una salida, siendo atrapa y ahogada por unas manos mounstrosas mientras el filoso cuchillo de piedras rojizas se materializaba frente a ella a punto de clavarse en su pecho junto a la risa perversa de aquel ser con mirada de fuego.
—Pronto mi dulce niña... Lo tomaré pronto. »
El corazón de Uranía se sacudió con violencia ante un fuerte estruendo que la hizo despertar de aquel caos enmarañado en su mente. Se removió inquieta al percibir el calor de un cuerpo ajeno abrazado al suyo de forma apresurada alzó la cabeza topandose con la mirada atenta de Castiel.
En seguida apartó aquel contacto con brusquedad hacía el lado contrario de su acompañante alzando sus manos como única defensa, con el corazón en la boca dándose cuenta del sudor que humedecía su rostro y el temblor que recorría su cuerpo.
—¿Uranía? —La voz profunda de Castiel se notaba preocupada.
Le tomó unos segundos adaptarse a la poca luz dentro de aquel carruaje tapizado de cuero y almohadones de colores rojizos y tierra. Logró reconocer las facciones y aquel cabello negro, era él. El verdadero Castiel cuyo brillo de preocupación destacó en sus ojos. No era aquel Castiel de ojos rubí que buscaba dañarla.
Exhaló profundo.
— ¿Dónde... estoy? — Susurró la joven estrella aún aturdida mientras se acomodaba en el asiento, justo cuando el carruaje se detuvo.
—Estamos en casa. — Anunció Castiel.
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Rechazó la idea de ser llevada en brazos nuevamente por el Dross. Sin embargo, su cuerpo aún seguía bajo los efectos de aquella mágia que la había dejado a merced de aquel terrible ser, inclusive sus muñecas mostraban ligeros vestigios rojizos. Con pasos lentos se vio en la necesidad de apoyarse en Castiel para poder mantener estabilidad.
Sonrío aliviada cuando estuvieron dentro de la enorme casa alejados de la brisa helada. Uranía observó todo en silencio y una sonrisa se escapó de sus labios cuando al inicio de las escaleras Kassia se encontraba con el rostro bañado en lágrimas.