Veintiocho: Reencuentro (Azul)

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"Reposa como un guerrero lo hace siempre antes del combate, pero no olvides que tu corazón está junto a tu tesoro y éste tiene que ser encontrado para que todo lo que descubriste durante el camino pueda tener sentido."

Todo era tan claro.

Al fin lo entendí. La llamada de Lucía me ayudó a terminar de comprender lo que había estado sucediendo en la vida y en los sueños de Leila.

Se me dificultaba pensar con todas estas emociones que emergían de los poros de mi piel. Sin pensarlo, al momento de colgar el teléfono salí corriendo a la dirección que me había proporcionado Lucía. La casa de Leila.

A duras penas pude darle una explicación a mi tía, a quien abandoné sin pensarlo en la cafetería, helada como una estatua al escuchar las noticias. Evidentemente la información la había dejado sin habla.

No había tiempo que perder. No sabíamos de qué era capaz Raquel con tal de hacer que Leila no despertara.

El camino se me hacía eterno, los transeúntes me miraban muy sorprendidos correr a toda velocidad por las calles. Me inspeccionaban de pies a cabeza con desaprobación pensando que tal vez me había robado algo y estaba huyendo, o al menos eso me parecía.

No me importaba llamar la atención. No me considero un chico atlético, pero nunca había corrido tan rápido en mi vida, sin descansar para tomar aliento ni un solo segundo. Mi corazón agitado latía rápido, tratando de llevar sangre a todo mi cuerpo, dándole fuerza para seguir adelante en esta maratónica misión.

Fuera lo que fuera, Lucía y yo estábamos seguros de que Raquel no tenía la intención de matar a Leila. Pero tampoco quería que estuviera con vida. Por más complicado que sonora, según Marcelo, el testamento decía que sí Leila llegase a fallecer, toda la riqueza que heredó de su padre sería transferida automáticamente a la fundación de cáncer en la que habían colaborado en honor a su madre. Y mientras ella estuviera con vida, la herencia de su padre le pertenecía por completo a Leila, excluyendo a Raquel de la fortuna en cualquier circunstancia.

Lo que el testamento no especificaba era ¿qué pasaría con la fortuna del padre de Leila en caso de que ella no estuviera ni viva ni muerta? La respuesta era evidente: la herencia caería en manos de Raquel.

No estaba seguro de qué era exactamente lo que esta mujer le estaba haciendo a Leila, pero lo que sí sabía es que a Raquel no le interesaba en lo absoluto que ella despertará del coma.

Mis pies palpitaban, sentía las rodillas temblar, y por más que el aire que soplaba esa tarde era fresco, el calor invadía mi cuerpo.

Después de correr sin descanso por quince minutos, al fin estaba frente a la casa de Leila. Una mansión impresionante que hacía notar que la familia que vivía ahí gozaba de una situación económica privilegiada. Me sentí un poco intimidado al ver semejante casa. Nunca me hubiera imaginado que Leila viviera en una situación tan favorecedora. Me había parecido una persona sumamente sencilla, no aparentaba ser miembro de una cosa de este estilo.

Un enorme portón de metal dividía a la residencia de la calle. A través de los barrotes, podía ver un inmenso jardín que conducía a la entrada principal de aquella casona.

Estacionado frente a la puerta estaba un lujoso auto negro. Supuse que se trataba del vehículo de Raquel. En mi recorrido hacia aquí había construido en mi mente un plan para ver a Leila. En mi cabeza me había imaginado la escena de diferente manera. Yo habría llegado como todo un héroe. En silencio, habría escalado ágilmente la pared hasta llegar a la ventana del cuarto de Leila, entrando a escondidas de su madrastra para tener un rato a solas y así traerla de regreso al mundo real.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora