Veintinueve: Obstáculos (Naranja)

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"Sólo una cosa torna a un sueño imposible: el miedo a fracasar."

Sentía que estaba en una escena de cámara lenta de una película dramática. Cuando a Marcelo se le escaparon los detalles del testamento que dejó el papá de Leila mi mente pensó millones de cosas por minuto, pero el mundo a mi alrededor reaccionaba como si estuviera bajo el agua.

Cuando una persona tiene ansiedad, pierde la relación de la velocidad de lo que piensa con la velocidad de las cosas que suceden alrededor. Generalmente nosotros tenemos el pensamiento ágil, lo cual hace parecer que las situaciones son sumamente lentas en comparación y eso es realmente estresante.

En tan sólo un minuto había interrumpido la explicación de Marcelo para llamarle a Darío a su celular. El exchimuelo me veía con ojos horrorizados al escucharme explicarle a un desconocido (al menos para él) por teléfono que había encontrado el motivo por el cual Raquel deseaba que Leila no despertara.

Hasta ahora desconocíamos cómo lo hacía, pero no tardaríamos en descubrirlo. Lo importante es que teníamos el conocimiento de que a la madrastra de la Oruga le convenía que ella permaneciera en estado de coma, por eso la sacó del hospital y la ocultó en su casa sin que ninguno de nosotros estuviéramos enterados, porque de acercarnos o involucrarnos mucho, nos daríamos cuenta de su plan malintencionado.

Acto seguido llamé a la policía, Marcelo no daba crédito de lo que estaba pasando, era como ver el rostro de un espectador en una sala de cine, esperando conocer el desenlace de una película de terror. Lo único que le faltaba eran las palomitas de maíz.

Me fue difícil explicarle a la policía lo que estaba pasando, en una situación como ésta uno esperaría que las cosas se arreglaran como un programa de televisión donde resuelven crímenes rápidamente, donde los policías e investigadores son personas altamente capacitadas y sumamente competentes.

Esto era el mundo real. Primero me atendió una operadora, quien me enlazó a diferentes departamentos durante cinco minutos. En ninguno de ellos me daban una respuesta concreta y me transferían a otro sector de oficinas, alegando que ellos no veían ese tipo de casos, pero asegurándome que en la siguiente extensión me ayudarían.

Después de quince largos minutos, no resistí más y manifesté mi descontento con uno de los oficiales que se encontraba del otro del teléfono. Su nombre era el oficial Sánchez. El tono irritado de mi voz lo puso en su lugar, y me hizo toda clase de preguntas mostrándose preocupado por la situación. Al fin alguien se había dado cuenta de la gravedad de las circunstancias.

Mientras estaba al teléfono explicándole al oficial Sánchez con lujo de detalles el caso, salí de la fondita sin decirle nada a Marcelo. Se puso de pie rápidamente y miré por el rabillo del ojo que me siguió sin dudarlo.

Apuntó a su coche en señal de que me subiera y aun hablándole al oficial me las arreglé para sentarme en el asiento del copiloto y abrocharme el cinturón de seguridad. No hacía falta que Marcelo dijera nada, al encender el motor sabía perfectamente que nos dirigíamos a casa de Leila.

No hubo necesidad de que tocáramos el timbre. Sabía que si lo hacíamos perderíamos tiempo, pues Raquel no estaría dispuesta a recibir visitas, aunque tendríamos que enfrentarnos a ella tarde o temprano.

Al lado del timbre había una pequeña pantalla del tamaño de una calculadora. Era un candado electrónico, el cual podía abrir el portón con tan sólo digitar la contraseña. Por suerte, la combinación de números no era desconocida para mí, gracias a que Leila me había facilitado la información, teniendo en cuenta que éramos casi hermanas y pasaba una parte considerable de mi tiempo en su casa.

Sin titubear, presioné la contraseña en un abrir y cerrar de ojos, y en menos de lo que esperábamos, el portón electrónico se abrió dándonos la bienvenida.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora