Diez: Despertar (Rosa)

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"Tengo miedo de realizar mi sueño y después no tener más motivos para continuar vivo...

Tengo miedo de que sea una gran decepción, por eso prefiero apenas soñar."

Total, absoluto e incómodo silencio.

No veía, no escuchaba y mi cuerpo no era capaz de sentir absolutamente nada. Todo era oscuro y el silencio era tan potente que me provocaba un zumbido en los oídos. Lentamente la desesperación me invadió, intenté gritar pero no me era posible emitir sonido.

¿Estaré soñando? Si era el caso quería despertar en ese instante. Y si estaba despierta, ¿dónde estaba?

¿Habré muerto? No... no es posible, ya que repentinamente pude escuchar mi respiración, era rápida y sentí que hiperventilaba. Traté de tranquilizarme, quise gritar nuevamente, en mi interior sentía que mi cuerpo se esforzaba por que mi voz saliera potente como un grito, pero sólo logré escuchar mi voz un poco opaca y débil.

De pronto, también tomé conciencia de los agitados latidos de mi corazón. Repentinamente, un molesto y agudo pitido se hizo presente. Era la alarma de algún aparato y se escuchaba exageradamente fuerte.

Me tapé los oídos, o al menos creí hacerlo, ya que en medio de esa oscuridad era prácticamente imposible saber dónde empezaba o terminaba mi cuerpo. Era como si yo hubiera dejado de existir, estaba perdida en la oscuridad.

Tras lo que pareció una agobiante eternidad, el sonido cesó y la oscuridad se transformó en una potente luz que me encandilaba. Lo que antes era negro ahora era tan blanco que tampoco me permitía ver nada. Mis ojos entrecerrados sólo percibían una luz brillante.

Poco a poco mis pupilas se adaptaron al dramático cambio, y nubes, tal como las del techo de mi cuarto, comenzaron a aparecer, sólo que esta vez eran reales y estaban en un cielo color magenta. Sólo veía el cielo, que era bastante reconfortante.

El aroma a lavanda hizo percatarme que estaba recostada sobre un hermoso campo, donde crecían estas maravillosas y aromáticas flores, que se mecían rítmicamente.

"¿Dónde estoy?"-. Me preguntaba. Me llevó un poco de tiempo levantarme, como si estuviera asimilando lentamente el movimiento de mi cuerpo. Mis piernas y brazos los sentía pesados, me sentía sonámbula. Mi cuerpo era algo torpe, como si estuviera anestesiado.

Con dificultad me puse de pie. El pasto en el que estaba recostada despedía un aroma que combinaba el olor de lavanda con el de vainilla. De las flores salían burbujas multicolores que se mecían delicadamente en el aire, perdiéndose en el cielo de peculiar color. Ya en pie noté algo extraño. Me sentía distinta, mi ropa era diferente.

Llevaba una delicada falda de gasa de un color que nunca había visto, entre dorado y aperlado que brillaba con el sol, la tela caía agraciadamente rozando ligeramente el pasto fresco de menta.

Tenía también un corsé del mismo color que la falda, adornado con cristales que hacían que los rayos de luz se reflejaran y pintaran un arcoiris sobre las flores que me rodeaban. Unas hermosas zapatillas cubiertas con diamantes vestían mis pies. Nunca había visto algo semejante, debo de estar soñando.

Me sentía distinta, no sólo por mi vestimenta... mi cuerpo se movía más lento, como si estuviera sumergido en el agua. Llevé mis manos a la cabeza... mis dedos curiosamente inspeccionaban mi cabello que caía perfectamente sobre mi espalda, ondulado como las olas del mar relucientes bajo el sol, un tono más dorado de lo usual.

¡Yo nunca me lo pinté! Pero... ¿de qué tono era mi cabello original? Sabía que lo que traía puesto no era mío, que el pelo se sentía distinto, pero no podía recordar qué era lo que usaba regularmente.

A decir verdad, no recordaba quién era yo... no me acordaba de mi nombre. Traté de acordarme de algo, pero en mi mente sólo había una negra oscuridad, como si hoy fuera el primer día de mi vida. No tenía pasado, sólo el presente. Y eso me asustaba, porque dentro de mí sabía que había cosas que por alguna razón no recordaba. Era yo un lienzo en blanco.

Confundida miré a mi alrededor. Estaba en medio de una pradera, el pasto era interminable y se perdía en el horizonte. A lo lejos podía ver un riachuelo rodeado de los árboles más extraños que había visto, parecían danzar al ritmo del viento y ocasionalmente se movían de lugar, como eligiendo donde postrarse. En sus ramas habitaban todo tipo de flores, jacarandas, iris, lirios, hasta caracoles de mar. Montañas color violeta se veían a la distancia, parecían estar espolvoreadas con jazmines.

Como por arte de magia, de la nada, apareció a mis espaldas una pequeña cabaña rodeada de una cerca de porcelana. Estaba hecha de ladrillos rojos y el techo tenia tejas de azulejo esmeralda. De las ventanas colgaban listones de encaje decorados con cristales que destellaban con los rayos del sol.

No sentía que estuviera soñando, pero todo se veía tan poco coherente que no podía ser real. Decidí entrar a la cabaña para ver si había alguien que me pudiera dar una explicación. Cautelosamente empujé la puertecita de porcelana para encontrarme en un pequeño jardín cubierto de tulipanes púrpura, bañados con rocío. Entre las bellas flores había una sola rosa blanca que llamó mi atención. Me pareció extraño que sólo hubiera una, pero era la flor más hermosa que había visto, me atrapó por completo y sólo pensé en admirarla de cerca. Sabía que significaba algo pero me costaba trabajo recordar qué. Me arrodillé y cuando quise tocarla se esfumó, simplemente desapareció como si nunca hubiese estado ahí.

Me incorporé y me percaté de que justo en el centro del jardín había un caminito empedrado que llevaba a la puerta principal de la cabaña.

Grandes mariposas del tamaño de un ave revoloteaban a mi alrededor, tenían los colores más hermosos. Sus alas parecían estar pintadas una por una con un pincel. Me seguían a todos lados, como luciérnagas a la luz. Algunas cargaban flores y las dejaban caer sobre mí, formando una especie de corona. Otras simplemente se postraban sobre las flores de mi cabeza simulando ser parte de mi nuevo accesorio.

Alrededor del caminito empedrado que conducía a la puerta, había linternas de diferentes colores. A pesar de que era de día estaban encendidas, como queriendo señalar el camino.

La puerta de entrada estaba entreabierta. Toqué un par de veces pero no obtuve respuesta, así que decidí entrar.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora