Cinco: Él (Azul)

5.2K 115 1
                                    

"Todo lo que el muchacho entendía en aquel momento era que estaba delante de la mujer de su vida, y sin ninguna necesidad de palabras, ella debía saberlo también."


Me sentía un acosador. Un loco patético que andaba por ahí persiguiendo a la chica del cabello que baila al compás del viento; la misma chica que bañaron con café. La había visto nuevamente en la cafetería, cuando ella salió corriendo al recibir una llamada, dejando caer sin darse cuenta una bufanda roja que estaba dentro de su bolsa, al sacar el celular.

Y ahora en la entrada del edificio de donde la vi salir por primera vez, estaba yo con su bufanda en mano, tratando de hacerme el héroe.

Para ser franco no encontré una mejor excusa para hablar con ella. Es casi perfecto, como extraído de una película, un guión perfecto. Ella saldría y me encontraría a mí, sonriendo gloriosamente, un valiente desconocido rescatador de bufandas...

Ahora, lo único que me faltaba era conseguir una caballo blanco, un ramo de rosas y una orquesta tocando a mis espaldas una canción romántica para completar el cuadro más cliché y cursi del mundo.

No me sorprendería si la reacción de la enigmática chica fuera correr en dirección apuesta gritándome que podía quedarme con su bufanda. Había perdido la razón por completo. Mi juicio estaba totalmente ciego.

Un par de veces titubeé, me di la vuelta y me alejé unos cuantos pasos sólo para regresar curioso a la entrada del viejo edificio, era la Escuela Superior de danza.

El lugar era intimidante. Se trataba de esa clase de edificios que en el día te hace sentir como si estuvieras en un cuento de hadas, podría ser una de las torres de un castillo. Imponente, empedrado por fuera y tapizado por dentro.

Pero de noche, no me atrevería a cruzar sus pasillos, y mucho menos mirar determinadamente las tantas esculturas que se encontraban en el pequeño jardín de la entrada.

Intenté ver por las ventanas, pero el opaco y sucio vidrio viejo me permitía ver sólo graciosas figuras moviéndose al compás de Tchaikovsky.

Escuché con atención y pude distinguir melodías de géneros distintos que se filtraban de los diferentes salones, todas alardeaban sus armonías distintivas.

Se mezclaban en el aire haciendo una especie de metamorfosis resultando en un conjunto de variados ritmos a destiempo, era como abrir una pequeña caja musical que está a punto de descomponerse debido a sus apretadas tuercas y estirados resortes.

Ocasionalmente, la singular composición era interrumpida por los ensordecedores gritos de quien supuse era la maestra. Viendo mi reflejo en la antigua ventana de aquel lugar me sentía un extraño.

Hacer este tipo de cosas nunca fue mi estilo; seguir a una personsa, penar en una chica cada segundo del día, planear el próximo paso para estar con ella cara a cara... todo parecía tan poco natural.

Cuando la vi por primera vez fue como encontrar la primera pieza de un rompecabezas, necesitaba saber más, ir llenando poco a poco ese vacío hasta completarlo. Lo único que quería era estar cerca de ella.

Su rostro de tristeza me había dejado con una extraña impotencia, deseaba que hubiera algo que yo pudiera hacer para que se sintiera mejor.

SIempre me dijeron que si algo es para uno, las cosas se dan sin esfuerzo, pero yo he estado haciendo todo lo posible para que me vea, para encontrarnos, para escuchar su voz. No sé su nombre y ella no sabe que existo, lo cuál confirma mi pensamiento... soy patético.

El silencio repentino me despertó de mi pensamiento autodestructivo, la música se había detenido. Las graciosas siluetas se alejaban de la ventana y las carcajadas de las chicas se escuchaban cada vez más cerca.

Una a una, delicadas, sonrientes, llenas de vida, con pequeñas bolsas en el hombro y hablando enérgicamente fueron saliendo en pequeños grupos. Ni siquiera hicieron contacto visual conmigo, yo las analizaba una por una, temiendo no reconocerla entre tanta efusividad.

Nada.

Me tranquilicé por un instante y suspiré. Me reí de mi mismo por encontrarme en esta incómoda situación, tal vez había creado una historia perfecta en mi cabeza, un encuentro de cuento, pero todo parecía tan ridículo ahora... me di la media vuelta decidido a irme cuando escuché unos saltitos en el asfalto.

Esperanzado giré para encontrarme con una delicada y esbelta figura, bajando graciosamente los escalones del edificio. La peculiar chica se detuvo por un instante y me inspeccionó, vio la bufanda roja que traía en mis manos y me regaló una sonrisa cómplice, como si entendiera mi triste historia, como si supiera perfectamente quién era y qué estaba haciendo ahí. Sus ojos almendrados parecían tener la respuesta, me guiñó el ojo y se alejó diciendo: "Ya viene... no te desesperes... espérala."

Me quedé congelado. Me imaginé todo. ¿Me estoy volviendo loco? ¿De dónde me conoce la chica de los ojos almendrados? Mis preguntas cesaron cuando percibí que alguien más se aproximaba a la puerta.

El viento la acompañó en su salida triunfal, su cabello bailaba como de costumbre, estaba distraída mirando al suelo con una sonrisa radiante. Levantó la mirada y sus hermosos ojos con una chispa de verde se encontraron con los míos.

En ese momento me costó respirar, no sentía los pies y se me olvidó cómo hablar. Mi corazón latía a mil por hora. Me di cuenta de que ella había dejado de sonreír, me seguía mirando fijamente pero parecía que había visto un fantasma, estaba totalmente inmóvil, sorprendida.

¡Genial! Logré mi cometido... la pobre chica estaba aterrorizada, seguro ha de pensar que soy un loco maniático que espera afuera de las escuelas de danza a las estudiantes.

Me armé de valor y caminé un paso hacia ella, traté de sonreír galantemente pero mí cuerpo respondía de una manera exageradamente torpe. Decidí mostrarle la bufanda que estaba sosteniendo. Su mirada intensa se dirigió a mis manos y aún más sorprendida transformó sus labios en una sonrisa agradecida.

Dio un paso hacia mí y con los ojos cristalinos me miró y dijo: "Gracias, pensé que la había perdido."

Era la primera vez que escuchaba su voz, el sonido era como una suave brisa. Exquisita, un poco ronca pero delicada y ligera. Le entregué la bufanda y mientras adornaba su cuello con ella, se escaparon lágrimas de sus ojos.

"Era de mi papá"-. Sonrió.- "¿Cómo supiste dónde encontrarme?"-. Preguntó confundida.

Nunca había sentido tanta ternura en mi vida, quería abrazarla y consolarla, estar ahí para ella... no quería verla triste. En ese momento entendí lo que me atrapaba de ella, era una persona transparente.

Por más que se escondía detrás de su rebelde y voluminoso cabello, por más que se tapara su nariz y boca con la esponjosa bufanda escarlata... sus ojos eran la ventana de su corazón, sentía que la conocía de toda la vida debido a que su mirada estaba clavada en la mía.

"Te vi salir un día de aquí, y otro día en la cafetería..."-. Dije mientras sentía mi cara enrojecerse.

"¿Me habías visto?"-. Dijo secándose las lágrimas. Parecía no entender nada, pero no sentía que me mirara como un extraño.

Le sonreí confundido y no supe qué hacer; parte de mí decía que me alejara sutilmente con la poca dignidad que aún me quedaba, y otra parte de mi mantenía mis pies incrustados en el piso obligándome a perderme en sus ojos para siempre.

Suspiró y me dijo, mientras miraba al suelo avergonzada: "A mí también me gusta El Alquimista."

Nunca me hubiera imaginado esa respuesta.

Su contestación implicaba que ya me había notado antes, que no había sido invisible para ella quel día en la cafetería cuando fingía ser un cliente regular. cuando aparentaba estar tranquilamente tomando mi café, leyendo un libro, cuando mi realidad era otra y sólo estaba ahí esperando por ella. Se acordaba de mí.

Ruborizada, dio una media vuelta y se alejó rápidamente dejándome helado, sin poder respirar y con los pies pegados al suelo.

--------------

Esto es todo por ahora, si puedo subo uno más noche (:

Si les gustan las frases del principio, creo que todas son del libro de El Alquimista (:

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora