Veintiuno: Atrapa Sueños (Morado)

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"La hora más oscura era la que venía antes del nacimiento del sol."

Eran las 4:45 de la tarde, la media hora que le hacía Raquel todos los días a Leila estaba a punto de comenzar. Yo seguía haciendo mis conjeturas y estaba progresando en mi pequeña investigación, o sospecha... como quieran llamarle.

Lo que es un hecho es que la princesa empeora todos los días a partir de las 5:30 p.m. No reacciona a estímulos hasta el día siguiente, y así sucesivamente.

Lo doctores dicen que es normal, que es un patrón que se repite una y otra vez, que cada paciente es diferente. Pero yo no quiero descansar hasta descartar cualquier posibilidad. Quiero asegurarme de que la princesa despierte cuanto antes. Y voy a llegar al fondo del asunto.

Abril estaba quejándose por enésima vez de lo mucho que le molesta el ruido del monitor cardiovascular en los pacientes. Y Paloma estaba cambiándole el suero a nuestra princesa mientras tarareaba una canción.

"En serio, voy a regalarle a mi peor enemigo uno de estos, te aseguro que se vuelve loco nomás de escucharlo por un minuto. ¿Por qué no hicieron que el pitido de este aparatejo fuera un poco más melodioso? Ah, no... el inventor dijo: hagamos un ruidito que se molesto, repetitivo y que genere que la gente se quiera lanzar desde el quinto piso. Tal vez lo que quería hacer el creador de esta cosa es que el paciente que está en coma un buen día se despierte y diga: 'Bueno ya... suficiente siestesita, ni me dejaron dormir con tanto ruidito incómodo, mejor me despierto, así ya no lo tengo que volver a escuchar'. Ay, princesa, ya despierta de una vez por todas para que deje de pitar este aparato que es del diablo."

"¿Abril, no dices que no debemos de gastar nuestras energías en hablarle a los pacientes?", dije con una sonrisa picarona en complicidad con Paloma.

Apenada, ignoró mi pregunta y en lugar contestó a la defensiva: "¡Ay, ya, hombre! Deja de echarme todo en cara, sólo te respeto por ser mayorcita, eh..."

Paloma soltó una carcajada que se convirtió en un bufido. Sonaba como un cerdito cuando reía.

"Y ahora a ésta... ¿qué le pasa? ¿Se está convirtiendo en cerdo? Entre el ruido maquiavélico del aparatejo y ésta que se convierte en puerquito con asma, van a hacer que en serio me tire del quinto piso."

"Ay, ya, no seas quejumbrosa, Abril, si ya te hemos visto que cuando no hay nadie, platicas con la princesa", dije mientras sacaba de la maleta un regalo que le llevaba a Leila.

"Eso no es un secreto", se justificó Abril, "vengo a contarle todas las quejas que tengo de ustedes, tú que te quieres el hada madrina y Paloma, que hasta florecitas le trae. Lo peor del caso es que son flores de plástico, ni huelen. Y Leila está más dormida que un oso hibernando, así que no puede ver la decoración."

"Son de plástico porque no nos dejan traer reales. Además, cuando la princesa despierte va a sentir bonito de que su cuarto esté decorado con cariño", dije en defensa de Paloma. "Es más... hablando de decoraciones, hoy le traje algo muy especial."

Paloma y Abril miraron confusas lo que había sacado de la maleta. Era un aro de madera que en el centro tenía una red, simulando una teleraña. Del aro colgaban tres tiras de plumas de colores. Era bonito, pero muy excéntrico.

"Es un atrapa sueños. Es un adminículo que sirve para filtrar los sueños de las personas, así que si la princesa está teniendo una pesadilla, será atrapada en la telaraña que está en el centro del aro y, a la mañana siguiente, esos malos pensamientos, malas vibras y sueños desagradables se quemarán con los primeros rayos del sol y desaparecerán para siempre."

Abril soltó una carcajada burlona y Paloma inspeccionaba de cerca el artefacto con una mirada interrogativa.

"Esto parece un penacho, Flor, no inventes, que cosa tan fea, ahora si te pasaste", dijo Abril con cara de disgusto.

"Pues no perdemos nada con intentar, ¿no creen? No hace daño que le pongamos en la cabecera de la cama... total, si no funciona no va a afectar la salud de Sarah."

Me miraron como si estuviera loca, Paloma se distrajo un poco observando algo y Abril me miró sospechosa, "¿Quién es Sarah?"

En ese momento me di cuenta de que se me había escapado el nombre ficticio. Comencé a sudar y me puse nerviosa. Evité verlas a los ojos porque me conocen tan bien que es difícil ocultarles semejante cosa. En menos de un segundo las tenía enfrente con miradas delatadoras, exigiendo una explicación.

Paloma tenía en sus manos la carpeta con el expediente falso que había estado llenando... era eso con lo que se había distraído.

"Flor... ¿qué es esto? No me digas que estás haciendo un expediente a nuestras espaldas."

"¡Sh! No hablen tan fuerte que las van a escuchar", dije temerosa.

Sabía que no iba a poder ocultar más lo que estaba sucediendo, así que decidí confesar. Les hice señas con la mano para que platicáramos en uno de los rincones de la habitación. Llenas de curiosidad me siguieron y ahí, en el rincón, cerca de la ventana entre susurros, les conté mi teoría.

"Le cambié el nombre a Leila para protegerla. Se me ocurrió crear un expediente falso con otro nombre para poner lo que yo creo que en realidad está pasando con la princesa. No se vayan a enojar pero no les quise decir antes por temor a que me tacharan de loca", dije apenada.

"¿Y te parece raro que te quisiéramos tachar de loca? Dentro de todas las locuritas maternales que te dan con los pacientes, ésta es la peor de todas. Necesitas dejar de hacer esto", dijo Abril.

"Déjala terminar, yo sé que no es lo más profesional que ha hecho pero alguna razón debe de tener para haberlo ocultado", dijo Paloma.

"Gracias, Paloma, acérquense más que no quiero que nadie escuche", con esto, las dos curiosas se acercaron a mí. Estábamos en una especie de círculo de confesión, como viejas chismosas, secreteando en una rincón.

"Me da muy mala espina Raquel, la madrastra de Sarah... bueno... Leila. Por alguna razón siempre que termina su visita, la princesa empeora, es como si su coma fuera más profundo. No reacciona a estímulos como siempre lo hace, incluso su ritmo cardiaco se acelera. En un principio creí que era taquicardia, pero no, simplemente es como si estuviera acelerada, o asustada por algo. Tal vez algo que Raquel le diga la altera, o la angustia... ¿qué sé yo? Pero hay algo en esa señora que no me gusta nada, tiene una vibra rara y hasta miedito da."

"Bueno... en eso si tienes razón", dijo Abril, "esa señora tiene una energía muy fea. Además es bien grosera... ni las buenas tardes nos da."

Continué con mi teoría: "En todo este tiempo que Leila ha estado en coma, Raquel ha faltado a las visitas tres veces. En esos tres días la princesa no presentó esos síntomas, siguió reaccionando a estímulos y sus latidos no tuvieron cambios. Preferí hacer la investigación por mi cuenta porque es muy delicado, no puedo acusar a la señora de nada, pues no hay nada de qué acusarla... no existe nada que demuestre que ella le haga daño a Leila, lo que tengo yo es intuición, y eso es difícil de comprobar."

El sonido de la puerta cerrándose interrumpió nuestra conversación, y las tres nos quedamos heladas, en silencio. Lentamente nos dimos vuelta para encontrarnos con Raquel.

Una postura imponente, su traje sastre negro y elegante, su piel pálida como un fantasma. Con los brazos y una mirada desaprobadora no hubo necesidad de que dijera palabra. Las tres salimos corriendo de la habitación como tres ratones escapando de un gao montés.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora