Cuatro: Ella (Rosa)

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"Cuando se ama no tenemos ninguna necesidad de entender lo que sucede, porque todo pasa adentro de nosotros."

No puedo dejar de sonreír. Me parece absolutamente imposible.

El simple hecho de pensar en el misterioso chico de la cafetería inmediatamente le indica a mi corazón que lata más rápido. Es como si quisiera reventar como lo hace el cielo cuando deja escapar las primeras gotas de lluvia antes de una tormenta.

Estoy ridículamente distraída, llegué tarde a mis clases, olvidé las zapatillas de ballet, tengo la misma memoria que un pez... estoy soñando despierta.

Corría por los pasillos, trataba de apresurarme lo más posible para no hacer notoria mi tardanza. No soy fanática de las entradas triunfales.

¿Recuerdan cuando alguien describe que su peor pesadilla es soñar que están en el salón de clases y repentinamente se dan cuenta que olvidaron vestirse? Bueno... la misma sensación me genera entrar a un lugar en el cual hay mucha gente y todos me voltean a ver haciendo más evidente mi tardanza. No me gusta ser el centro de atención.

El eco de mis tenis retumbaba en las paredes de los pasillos de la escuela. Con cada paso hacían un ruido parecido al de un balón de basquetbol en la cancha. Poco a poco el murmullo de los estudiantes se alejaba, esto era una mala señal, quería decir que estaban cerrando las puertas de los salones.

Siempre he encontrado este edificio fascinante. Es una verdadera joya arquitectónica construida en 1913. Sus empedrados muros cubiertos de bugambilias son todo un espectáculo. De ésta escuela han surgido profesionales del arte que están triunfando en diversos puntos del país, incluso en el extranjero. Sólo pensar que ellos pisaron estos mismos pasillos, bailaron sobre la misma duela y escucharon melodías de los viejos pianos de salones, al igual que yo, me emociona.

Trato de imaginar que tal vez dejaron atrás un poco de su esencia, algún secreto impregnado en las paredes... y si estoy atenta, puede ser que mágicamente adquiera alguna de sus habilidades. Como una princesa recibe de su hada madrina algún don o gracia.

Cansada y respirando agitadamente llegué en el segundo en el que la maestra estaba cerrando la puerta, por suerte, mi entrada pasó desapercibida y fue silenciosa.

Dejé mi mochila en una esquina. Me posicioné en la barra al lado de mis compañeras y en cuestión de sgundos el vals La Bella Durmiente, de Piotr Tchaikovsky inundó el salón.

Sonreí complacida. Ésta era mi pieza favorita, me recordaba a mi papá.

Cuando mamá murió, tenía dificultad para dormir. Las pesadillas inundaban mis sueños y le temía a la oscuridad. Despertaba a la medianoche con un dolor agudo en el pecho, asustada gritaba hasta que mi papá adormilado corría a mi habitación preocupado, intentando calmarme. Comenzó a contarme cuentos de hadas para tranquilizarme, y éstos tenían un efecto anestésico en mí.

Mi favorito era La Bella Durmiente, encontraba fascinante su capacidad para dormir. ¿Cómo era posible que una princesa pudiera dormir cien años tan pacíficamente?

Quería ser como ella, Aurora. Inmersa en un sueño profundo sin ser perturbada por nada ni nadie, sin que las pesadillas invadieran sus sueños. Perfecta, pacífica, esperando a su príncipe azul. Llegó el momento en el que mi papá ya no necesitaba el libro para leerme el cuento, se sabía el texto de memoria debido a la cantidad de veces que le había pedido que me lo contara.

El día de mi cumpleaños número siete, mi papá me dio el regalo que cambió mi vida. Me llevó por primera vez al teatro a ver el ballet. Estaban presentando La Bella Durmiente. Nunca antes había sentido tanta fascinación por algo. La música me conmovió hasta las lágrimas, los graciosos movimientos de las bailarinas me hipnotizaban, y la ovación de pie del público a los artistas hizo que se me enchinara la piel.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora