Trece: ¿Sueño o pesadilla? (Azul)

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"Era como si todo el mundo permaneciese inmóvil, porque el alma del muchacho estaba en silencio. No había dolor, sufrimiento ni decepción, sólo una mirada vacía a través de la pequeña puerta del bar, y unas tremendas ganas de morir, de que todo se acabase para siempre en aquel instante."

Su rostro estaba sonriente, radiante. Había algo en su mirada, se notaba pensativa. Poco a poco se dejó sumergir por un pensamiento que hacía que le pesaran los ojos, por más que ella luchaba, era imposible mantenerlos abiertos.

Suspiraba y se llevaba las manos a la cara como para permanecer despierta, pero era inútil. Sus parpadeos eran cada vez más lentos, hasta que sus ojos no resitieron más y, sin que ella se diera cuenta, se cerraron. Se quedó dormida con una sonrisa dibujada en su rostro. Se veía serena, pacífica, tranquila. Algo iluminó su cara... era una luz que indicaba que algo se aproximaba a ella.

La luz me encandiló sin permitirme ver nada; en medio de la oscuridad, repentinamente, escuché un ruido ensordecedor. No estoy cien por ciento seguro pero me pareció que el sonido era producto de un choque.

En la profunda oscuridad, sólo podía escuchar la agitada respiración de Leila, pero no lograba verla por ningún lado, no podía ver absolutamente nada. Preocupado grité su nombre, pero nadie respondía, la única respuesta que obtuve fue el eco de mí propia voz.

Repentinamente la lune iluminó tenuemente el lugar. Empecé a ver el sitio en el que me encontraba. Era de noche y yo estaba en medio de una carretera, la poca luzque había alumbraba el camino en el que había vidrios rotos por doquier. Algo llamó mi atención, una bufanda roja en el pavimento. Me hagaché para agarrarla y al momento de ponerme de pie me encontraba en un lugar totalmente diferente, como si me hubiera transportado.

Estaba en un cuarto completamente blanco. Había una camilla de hospital vacía en el centro de una habitación. Asustado intenté salir de ahí, pero no encontraba ninguna puerta, estaba encerrado en cuatro paredes. Comencé a desesperarme y a gritar, sin embargo, tenía un nudo en la garganta. Intenté gritar con más fuerza, pero mi voz fue opacada por un sonido muy particular. Comencé a reconocer de qué se trataba, era una especie de alarma, un pitido que se repetía constantemente.

Regresé al centro de la habitación sólo para darme cuenta de que al lado de la camilla vacía se encontraba un monitor, de ahí provenía el sonido que estaba escuchando. Era una máquina que detectaba los sonidos del corazón, lo intrigante era que no estaba conectada a nadie, estaba funcionando como si nada, ni siquiera estaba conectado a la corriente de la pared.

Sobre el monitor se encontraba una jeringa. Con curiosidad la agarré, al momento de tocarla los pitidos del monitor comenzaron a acelerarse, como si el corazón de la persona inexistente a la que estaba conectada el aparato estuviera incrementando el ritmo de sus latidos. La jeringa estaba vacía, pero aún quedaban restos de un líquido extraño, fluorescente.

Una carcajda malévola hizo que se me pusieran los cabellos de punta. Ya muy asustado y confundido algo que me sobresaltó aún más. Una mano me agarró con fuerza mi brazo, volteé a ver quién era y me paralicé.

Era Leila, recostada en la camilla. Se veía aterrorizada, su rsotro pálido, y el tono de su piel grisáceo. Sus ojos estaban abiertos pero parecía no estar consciente, sus pupilas se veían de una tonalidad roja. Mis manos tocaron su helado rostro y me acerqué a ella sólo para ver cómo sus pupilas se dilataban.

"¡Estás totalmente loco!"

"¿Ése es tu diagnóstico? ¿Ésa es tu interpretación de mi sueño?", dije indignado.

"¿Sueño? Querrás decir pesadilla, y no... mi interpretación es que estás tan enojado que te dejó plantado esta chava que hasta la mataste en tu subconsciente."

"No me hagas reír, Fer, si te cuento estas cosas es porque sabes que confío en ti, y que en el fondo espero que me saques de dudas, te considero bastante inteligente, digo... te acabas de graduar en psicología, de algo debe de servir, ¿no?"

Fernando suspiró y se llevó las manos a la cara en señal de cansancio. "Mira, Darío, dijiste que estuviste esperándola un buen, ¿no?"

Afirmé con la cabeza.

"En ese inter... ¿como cuántos expresos te tomaste?"

"Como mil."

"Caso cerrado. Es una combinación de factores, hermano. Uno: el cansancio. Dos: el exceso de expreso. Tres: dicen que en los sueños puedes revivir momentos del día, tú básicamente estuviste esperando toda la tarde a esta chava., es por eso que soñaste con ella. Cuatro: estar encerrado en cuatro paredes con ella viéndose toda freaky quiere decir que te sentías atrapado esperándola. Y por último, cinco: en el fondo te choca que te haya hecho sentir como un tonto y por eso se muere en tu sueño. Resumiendo: tu subconsciente te dice que está muerta para ti.", Fernando se veía muy satisfecho con su deducción.

"No sé, Fer, te juro que se sintió muy real."

"¡Porque es real lo que tu subconsciente te quiere decir!", dijo desesperado, "mira, Darío, necesitas olvidarte de esa chavita, mada más te está haciendo daño, jugó contigo, no te da su teléfono y aparte te deja plantado. ¿Cuántas veces salieron?"

"Una"

Soltó una carcajada. "¿Ves? Ya no te reconozco, hermano, necesitas relajarte. Escúchame bien... nada de cafeína por hoy, ¿ok?"

"Si, está bien."

Se levantó, me dio una palmada en la espalda y salió del bar dejándome solo. No dejaba de pensar en el sueño de anoche, pero Fernando tenía razón, no podía seguir dándole vueltas al asunto, Leila no era quien yo creí. Me dijo lo que yo quería escuchar, o tal vez vi lo que quise ver. Definitivamente, no hay lobo más peligroso que el que se hace pasar por oveja.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora