Veinticinco: Libertad (Rosa)

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"Tendría que mandar sus besos con el viento, con la esperanza de que tocase el rostro del muchacho y le contase que estaba viva, esperando por él, como una mujer espera a un hombre valiente que sigue en busca de sus sueños y tesoros."

Me senté a la orilla del estanque a esperar.

Al principio tenía la idea de que si me concentraba y cerraba los ojos, podría despertar. Tuve intentos fallidos, me pinchaba el brazo para ver si daba resultado, gritaba fuertemente hasta que mi garganta se desgarraba pero nada. Seguía en el mismo lugar, me sentía completamente inútil y frustrada, atrapada en mi propio sueño.

Ahora que Darío me había recordado quién era, pude desempolvar esos pensamientos perdidos que se habían escondido en mi mente. Aquel accidente en la carretera. Había chocado por quedarme dormida al volante en señal de que estaba muy cansada después de haber pasado el fin de semana sola, bajo las estrellas, recordando a mi papá... despidiéndome de él.

Habían sido unos días muy difíciles pero absolutamente necesarios. Los párpados me pesaban y en un descuido me había quedado dormida. Lo último que recuerdo es la oscuridad de la autopista, y mis ojos luchando para no cerrarse. Después aparecí en este lugar mágico, transformada en una princesa que no recordaba su nombre ni cómo había llegado hasta ahí.

¿Estaré muerta? ¿O simplemente inconsciente? ¿Cómo saber la diferencia? ¿Cómo distinguir qué cosas son reales y qué otras son productos de mi imaginación? No había respuestas para tantas preguntas, así que resignada me senté a esperar. Esperaba una señal, o que Darío regresara con las respuestas. Me senté por lo que parecieron horas, en silencio. El canto de una bandada de pajaritos multicolores me tranquilizaba y me motivaba a seguir esperando.

El sol se fue ocultando lentamente y la luna ocupó su lugar, reflejando su luz en el agua del estanque. De pronto él llegó con las estrellas, materializándose a mi lado, como una especie de fantasma.

"Leila, hablé con Lucía."

El sólo hecho de que pudo regresar a mí, de que la vida me hubiera regalado verlo una vez más, me tenía entusiasmada. Lo abracé en silencio, mi cabeza reposando en su pecho, sentía su respiración en mi cabello.

"Estás en coma", dijo preocupado, "Raquel te transfirió de hospital, y aún no sabemos dónde estás, por eso no te he podido encontrar."

Asustada me aparté de él, las lágrimas corrían por mis mejillas. No lo podía evitar, sus palabras me angustiaban y herían como mil cuchillos clavándose en mi corazón. Darío puso mi rostro en sus manos con firmeza y mirándome a los ojos dijo:

"Te vamos a encontrar, tenemos la solución. Mi tía era una de tus enfermeras, ella debe de saber a dónde te transfirieron. Necesitas ser paciente y esperarme, Leila. Todo va a estar bien."

Se veía tan convencido de lo que decía, pero por alguna razón yo tenía miedo. Me daba pavor que Darío pudiera encontrarme y que yo permaneciera dormida, incoluntariamente. Aprisionada sin la posibilidad de despertar.

"Estoy asustada, Darío, ¿y si me encuentras y no despierto? Me angustio cada vez que te marchas de mi sueño, tengo miedo de que no encuentres el camino de regreso a este mundo de fantasía. Me aterra no volverte a ver."

Su mirada me aseguraba lo contrario, él estaba convencido de que podía hacerme regresar.

"Estoy seguro de que cuando te encuentre despertarás. Lo sé porque soy tu única conexión con la realidad, porque te amo, y las señales me han traído hasta ti."

Sus palabras enternecieron mi corazón, pero yo dudaba de mi misma, confundida entre la fantasía y la realidad me asustaba no encontrar la manera volver.

El tenerlo frente a frente, iluminado por las luz de la luna, me hacía ver su rostro como el más hermoso que hubiera visto jamás. No era el príncipe encantado, pero era perfecto para mí, lo que siempre había deseado y la única manera que teníamos para compartir juntos era producto de mi imaginación. Me sentía las más afortunada de vivir estos momentos con él, me preguntaba qué era lo que veía en mí. Si él quisiera podría estar con una chica más linda, más atractiva y femenina, sobre todo... alguien que estuviera consciente, que pudiera disfrutar del mundo real a su lado.

Sus brillantes ojos estaban llenos de bondad y esperanza, sus labios que nunca habían encontrado los míos sonreían ante la ilusión de encontrarme en algún hospital de la ciudad. Sabía que lo amaba, pero también sabía que yo tendría que hacer lo correcto aunque me doliera en el alma.

No podía dejar que por mi culpa siguiera viviendo una fantasía, tenía que dejarlo en libertad para que él pudiera seguir adelante, para que pudiera vivir una vida normal, y no tener que esperar a dormir para comenzar a vivir. Tenía que decirle adiós.

El sólo hecho de imaginar mi vida sin él hacía que sintiera un hueco en el pecho. Sentía cómo, pedazo a pedazo, mi corazón se rompía. Nunca antes había experimentado esta angustia. Nunca antes había tenido el corazón roto. Yo pensaba que esto sucedía solamente cuando alguien te trataba mal, cuando alguien no te correspondía o te dejaba de amar. No sabía que que dejar en libertad a alguien pudiera generar esta amarga sensación.

Una parte de mí pedía a gritos ni dejarlo ir, esa pequeña parte quería ser egoísta, retenerlo aunque él se viera esclavo de mi triste situación. Pero en el fondo yo sabía que lo correcto era liberarlo. Lo amaba tanto que, a pesar de que su ausencia pudiera matarme lentamente, no quería hacerlo sufrir. No quería comprometerlo a ser esclavo de mi situación, de sentirse responsable de que "la chica en coma" despertara. No podía sentenciarlo a esta vida. No quería hacerle eso, prefería su felicidad antes que la mía, antes que mi propia vida.

Con lágrimas en los ojos hice un esfuerzo para hablar, me costaba articular las palabras que tenía que decir, pero era necesario.

"Escúchame bien. Necesito que me dejes ir. De ahora en adelante, dejaré de pensar en ti para no llamarte a mis sueños. Éste será nuestro último encuentro."

Darío se veía confundido, se rehusaba a aceptar el hecho de que me estaba dando por vencida.

"No te despidas, Leila, no me borres de tus sueños. Sé que eres el amor de mi vida, y voy a luchar hasta que despiertes."

Con el corazón roto me acerqué a él, lo besé en la frente y dije: "Por más absurdo que suene, quiero que sepas que te amo. Y que porque te amo, te dejo libre. Aunque me duela y me enfrente a un sueño eterno, sé que lo correcto es dejarte ir. No pienso encadenarte a una fantasía. No trates de buscarme en los sueños, porque yo dejaré de invitarte a los míos."

Al decir estas palabras, Darío comenzó a desaparecer lentamente hasta que fue imperceptible a mis ojos.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora