Veintitrés: Volver al mismo sueño (Rosa)

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"Cuanto más se acercaba a su sueño, más difíciles se tornaban las cosas... Lo que funcionaba era la prueba de persistencia y del coraje de quien busca su leyenda personal, por eso él no podía apresurarse ni impacientarse; si actuaba así, terminaría sin ver las señales que Dios había puesto en su camino."

Confundida miré a mi alrededor. Estaba en la alcoba de la realeza. En la habitación que nunca supe si pertenecía a alguien, pero que usaba como si fuese mía. Tal vez siempre lo fue, pero hay algo que me impide saberlo, hay algo que me impide recordar de dónde vengo.

Lentamente me incorporé, me puse de pie, no estaba segura por cuánto tiempo había permanecido fuera de mí. Busqué en mis manos algún rastro de algo que delatara en dónde me había encontrado en las últimas horas. Pero no podía encontrar nada, sólo unas uás perfectas con un barniz de totalidad rosa. Mi vestido permanecía intacto, ni una arruga en la falda de gasa, mi corona de mariposas y flores en su lugar enmarcando mi larga y dorada cabellera.

Sentía una angustia muy grande, sabía que la lechuza me había venido a buscar, que había sido envuelta en su hipnótica luz verde hasta perder conciencia de lo que sucedía a mi alrededor.

Pero ya estaba de regreso, ahora sólo tenía que tratar de recordar poco a poco. Tal vez intentaría escuchar a las hadas. Había un silencio absoluto.

Miré a mi alrededor pero todo parecía estar en orden, la cama en el centro de la habitación cubierta por el tul. El candil flotante que reflejaba pequeñas estrellas permanecía intacto. Los coloridos ventanales se encontraban cerrados, impidiendo que el dulce viento proveniente del bosque corriera por la alcoba.

Me dirigí hacia el marco de las ventanas para dejar entrar el aire. Quité el seguro y sentí la brisa en mi rostro. El olor a menta del pasto refrescó la habitación y me inyectó vitalidad y fuerza.

Los rayos del sol iluminaban mi rostro y esbocé una sonrisa de satisfacción. Cerré los ojos tratando de saborear el momento cuando alguien me llamó. La voz se escuchaba alterada, le pertenecía a Darío. Al momento de reabrir mis ojos lo vi. Estaba afuera de la cabaña mirando hacia la ventana en espera de que bajara a encontrarlo.

"¡Espérame, ya voy!", exclamé emocionada. Rápidamente cerré de nuevo las ventanas, me miré en el espejo de la habitación para asegurarme de verme bien para él.

Apresudara, bajé las escaleras de caracol, corrí por el pasillo rosa deslizándome como si en lugar de zapatos trajera patines, salí por la puerta principal de la cabaña en cuestión de segundos. No podía esperar más para pasar otra tarde con Darío.

Al salir de la cabaña pude darme cuenta de que se veía diferente. No sólo su vestimenta era distinta, ya no traía su traje de príncipe. Vestía unos jeans y una camisa de cuadros, y en lugar de su característica sonrisa que hacía que se derritiera mi corazón, pude notar una expresión de angustia y frustración.

Me acerqué a él, preocupada.

"¿Darío? ¿Estás bien? Te noto diferente."

Me miró a los ojos con ternura y permaneció en silencio unos instantes, como tratando de elegir las palabras que quería decir.

"Necesito hablar contigo, en un principio todo te sonará muy confuso y extraño, pero necesitas confiar en mí."

Sus palabras me preocupaban, sonaba grave. Pero fuese lo que fuese, yo sabía en el fondo que podía confiar en Darío.

Me tomó de la mano y caminó en silencio, guiándome hacia el árbol de jacarandas. Él sabía perfectamente que éste era uno de mis lugares preferidos. Las flores moradas y rosas de este mágico árbol siempre me parecieron fascinantes.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora