Veintidós: Deducción (Azul)

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"Nunca desistas de tu sueño... sigue las señales."

Me llamó angustiada, llorando. Me rompía el alma escucharla así considerando que prácticamente había sido mi segunda madre.

Como hermana mayor de mi mamá desde que yo era muy pequeño, ella estuvo al pendiente de nosotros cuando mi papá nos abandonó. Estuvo al lado de mi madre, consolándola, ayudándola a educarme, siempre bondadosa y gentil. Vivió en nuestra casa por muchos años. Cocinaba delicioso, me cuidaba y siempre estuvo ahí, en las buenas y en las no tan buenas.

Mi tía nunca pudo tener hijos, así que podría decirse que me consideraba el niño que pudo tener, y yo fui muy afortunado de que en mi niñez pude contar con dos mamás: mi tía... y mi madre.

Al pasar el tiempo, decidí vivir solo, quise ser independiente. Y después de unos años de estar en casa con mamá, mi tía consiguió un trabajo que la hacía muy feliz, así que se fue a vivir también sola, en un pequeño apartamento cerca de donde trabajaba.

Salí del consultorio de Alfonso con el celular en la oreja, pacientemente tratando de descifrar las palabras de mi tía. Por alguna razón algo le agobiaba, y hablaba a mil por hora en el teléfono mientras lloraba, así que me resultaba difícil comprender lo que me quería contar. A esto sumémosle que en ese momento yo salía de mi primera terapia de hipnosis, bastante confundido y atolondrado, con demasiada información en mi cabeza.

Como llovía incontrolablemente y no traía paraguas, me esperé en el marco de la puerta para terminar la conversación telefónica. Le pedí a mi tía que nos encontráramos después para que me contara cuál era el problema.

Aparentemente algo había sucedido en el trabajo y la habían despedido. Hablaba sobre expedientes alternos, nombres falsos, una señora mal vibrosa y cómo iba a extrañar a su paciente, que era apenas una jovencita que se encontraba en estado de coma.

Típico de mi tía, era un alma noble. Es por eso que le apasionaba tanto su trabajo, se encariñaba demasiado con todos sus pacientes, lo cual la hacía una excelente enfermera.

Siempre que nos reuníamos me contaba historias sobre sus pacientes, pero hacía varios meses que no la veía para saber sobre su vida, y eso me preocupaba.

Me sentía terrible por no estar en ese instante con ella y compartir, así que hice una nota mental de que no debía pasar de esta semana para verla.

Todo sonaba muy triste, pero lo que más me preocupaba era que mi tía estuviera bien. Lamentablemente yo no estaba en condiciones de escuchar los problemas de alguien más... cuando menos por ahora, ya que Alfonso me había sembrado algunas dudas que tenía que resolver. Así que tuve que colgar el teléfono diciéndole que la llamaba más tarde para coordinar nuestro encuentro, y así escucharla con más calma.

Guardé el celular en mi abrigo y planeé hacia dónde ir. Me sentía descontrolado. El doctor me había comentado que los sueños que tenía guardaban un significado y poco a poco lo descubriríamos. Uno de sus planteamientos era que yo le tenía rencor a Leila, y por esto soñaba con una chica parecida a ella, sólo que con otro nombre y con otra historia de vida.

Decidí caminar pese a la lluvia, necesitaba distraerme. No me importó mojarme, caminaba lentamente, me sentía aún adormilado por mi primera sesión hipnótica.

Las calles estaban vacías, la gente se refugiaba de la lluvia dentro de sus autos o en los restaurantes de la cuadra. Yo miraba los aparadores, las ventanas de las cafeterías, y las tiendas de música, pero nada me llamaba la atención como para entrar un rato y matar el tiempo. Hasta que justo en la esquina de la calle vislumbré una pequeña galería. Se veía bastante interesante y se me ocurrió entrar hasta que la lluvia cesara o mínimo disminuyera un poco.

La pequeña galería exhibía las obras de tres diferentes autores.

La primera habitación mostraba las creaciones de una fotógrafa española. Todas eran en blanco y negro, en su mayoría de trenes, tranvías y gente en movimiento. No me pareció nada interesante, así que sólo eché un vistazo general durante un par de minutos en esa sala y caminé rápidamente a la siguiente para ver si la exposición me gustaba aunque fuera un poco más.

Un joven escultor originario de Nueva York exponía su trabajo. Sus piezas eran confusas, abstractas, dejaban todo a la imagincación del espectador. Precisamente en este momento yo no quería dejar volar mi imaginación, pues había tenido suficiente embrollo en mi cabeza últimamente. Me paseé lentamente por la sala mientras me preguntaba ¿qué estaba sucediendo conmigo?

Definitivamente hico lo correcto en buscar ayuda, mi nivel de concentración era muy bajo desde que empecé a obsesionarme con mis sueños. Dejé de tener interés en lo que más me apasiona, que es la música. Las lecciones que les daba a mis pequeños alumnos eran tediosas y aburridas, cuando anteriormente me caracterizaba por ser el maestro joven e interesante. Mi vida en general había perdido sentido, me había atrapado en mis propios sueños, en una ilusión que por más real que se sentía era lógico que me estaba afectando de manera negativa en mi desempeño diario.

El doctor Alfonso dijo que era probable que me encontrara deprimido, y que haber encontrado un "mundo paralelo" era mi escape de esa depresión, era la manera de evadir la realidad y los problemas que estaba cargando.

Seguó desplazándome por la galería hasta que llegué al último salón donde se exponían las obras de una pintora mexicana hechas al óleo.

Al momento de entrar y ver el primer cuadro, mi corazón se detuvo. No podía creer lo que veían mis ojos. Me quedé unos minutos en silencio contemplándolo. Mi mente daba vueltas tratando de descifrar si lo que estaba frente a mí era real o producto de mi imaginación.

Era una lechuza tal como la de mis sueños, negra, con ojos violetas, grandes y brillantes. Reposaba en una rama y miraba fijamente al frente. Sentí un ligero escalofrío sólo de verla, era idéntica. La parte racional de mi cerebro quiso suponer que un ave como ésta es común, es decir, todas se parecen. Pero me había sorprendido encontrarme con algo tan similar a lo que veo en mis sueños. A estas alturas ya no creía en las casualidades.

Sintiéndome algo incómodo seguí caminando por la sala, entonces el segundo cuadro me dejó aún más sorprendido. Era el árbol de mis pesadillas, grande, robusto y con las ramas clavadas al suelo formando una jaula. Comencé a suponer que tal vez me estaba imaginando todo. Incluso llegué a pensar que podría estar soñando que me encontraba en esta galería, pero después de un tiempo me di cuenta de que esto era real, que lo que estaba plasmado en el cuadro y se encontraba ante mis ojos ya lo había visto anteriormente en mis sueños. ¿Cómo es posible que soñara con esta obra; cuando nunca antes había siquiera entrado a esta galería?

Mi corazón se aceleraba conforme recorría el pasillo de la sala, todos y cada uno de los cuadros que estaban expuestos eran fragmentos de mi subconsciente. El laberinto estaba plasmado en el siguiente cuadro, la cueva de la cual salía la luz verde era la cuarta pintura, una tormenta eléctrica que generaba olas en el océano que rodeaba la pequela isla misteriosa era el último cuadro.

Confundido y asustado, no podía dejar de contemplar de cerca cada una de las pinturas que se exponían en la última sala de la galería. Me acerqué para ver el nombre del autor y me alarmó.

El artista detrás de estas oscuras obras se llamaba Raquel Vondur.

Una escena retrospectiva comenzó a repetirse en mi mente. Leila, contándome sobre Raquel, una pintora que conquistó el corazón de su padre años atrás y que ahora era su madrastra.

En mi cabeza había una telaraña de emociones. Mi cerebro no sabía distinguir qué era un disparate, pero había algo de lo que estaba seguro.

Leila y Sarah eran la misma persona, y por alguna extraña razón estaban invadiendo en mis pensamientos.

Tenía que encontrar a la madrastra de Leila, ella tendría todas las respuestas.

Soñando Despierta [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora