Capítulo 1

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Después de estar un rato en una absurda guerra silenciosa, el pelinegro pegó la cabeza contra el escritorio de vidrio, haciéndolo retumbar y sobresaltando a la persona al otro lado.

- ¿Qué pasa? - Preguntó esta tras escucharlo exhalar un audible suspiro, eso era una expresión de emoción atípica para el inusual personaje.

- El novio de la vecina es 100 sobre 100. Es un chiste cruel, aunque odio fijarme en ello, no puedo evitar notar este tipo de cosas como un adolescente lamentable y hormonal - Dijo con la mejilla aún pegada del refrescante vidrio.

- Y asumo que también es 100% heterosexual - Asumió la mujer frente a él, no necesitaba que le dijera nada más para saberlo.

- Por supuesto, ni un ligero gramo visible de homosexualidad... Justo mi tipo - Aceptó con su resignación de costumbre. Y solo por hacer algo empezó a empujar con el dedo la placa que rezaba "Alma Andrew. Psiquiatra - Psicóloga Clínica" - ¿No te hace eso preguntarte en qué soy bueno? Soy un mal gay, soy un mal homofóbico, soy una especie de absurdo que no encaja en ningún lugar - Se burló de sí mismo, con goteante cinismo.

- Mitchel - Murmuró la mujer, cuando él hacía eso se sentía terriblemente desanimada.

- Repasemos mis opciones ¿No debería ir a Tailandia y convertirme en monje? - Cuestionó el hombre de aspecto juvenil, aún tenía ciertos gestos que lo hacían parecer un adolescente pero también transmitía un aura que insinuaba que era mayor de lo que era.

- Me temo que huirías despavorido nada más al llegar al aeropuerto, ahí son bastantes abiertos con la homosexualidad. Podrías salir muy mal parado ante el primer comentario inadecuado que sueltes - Le recordó, ya habían tenido esta conversación en el pasado.

Mitchel pasó su lengua por sus dientes, una señal de que estaba frustrado a pesar de su aparente actitud reservada. No pocas veces se encontraba chocando contra una pared dentro de su enrevesado laberinto emocional.

- ¿Qué hay del Tibet? - Balbuceó entonces, con una expresión que era lastimera e incluso algo seria. No había duda, definitivamente tenía ese aire que hablaba de desaliento. Quizás era eso a lo que se refería la gente cuando hablaba de "almas viejas", en su caso un alma maltrecha. Incluso desde niño tenía un aire melancólico que hacía que los chicos de su edad lo evitaran o quisieran molestarlo y que los adultos se interesaran en él.

- ¿Vamos a dar vueltas toda la noche o vas a decirme qué sucede en realidad? Soltar es liberador Mitchel ¿Qué te está haciendo tan miserable además del novio de la vecina? - Alma fue al punto.

Mitchel hizo una mueca por la directa confrontación y se quedó mirando la alfombra con aire ausente. Entonces, cuando Alma creyó que no iba a hablar este empezó a hablar.

- Una chica que me agradaba como una amiga se me declaró recientemente... Y, ah... recibí una llamada de Erick ayer. Ni idea de dónde sacó mi número, dijo que estaba decidiéndose a hacer el proceso de cambio de sexo - Reveló imperturbable.

Alma asintió, era conocedora del conflicto que eso último debió haber generado en él.

- ¿Sabes qué me preguntó? Que si una vez que fuese como una chica dejaría de tenerle asco, que si había alguna oportunidad de que pudiéramos estar juntos después de eso - Soltó Mitchel con tono apagado, luego siguió una carcajada débil y deprimente.

- Vaya, eso... ¿Qué le dijiste? - Preguntó Alma, estaba realmente curiosa.

Las reacciones de Mitchel eran la prueba más contundente de su mejoría o deterioro. Claro que por lo que veía frete a ella; mirada que rehuye, manos inquietas, mandíbula tensa, intuía que no se lo había tomado nada bien.

La excepción a la reglaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora