Capítulo 24

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Cierto miércoles Jannik "secuestró" a Mitchel para hacer algunas compras banales, cada prenda que eligió estuvo basada en la aprobación de este, e incluso también logró hacer unas cuantas elecciones para él.

Una cosa tan simple como esa, tan cotidiana, hacía que Jannik se sintiera tan animado que ya no solo "intuía" que era patético, estaba seguro de ello. Había tenido novias que se habían comportado así, y sí, se había burlado de ellas por eso.

Mientras tomaban un almuerzo tardío en un pequeño local de comida japonesa, los ojos de ambos se desviaron a una escena particular, a las dos personas que ocupaban la mesa a su lado. A simple vista esos hombres podían pasar por amigos, pero algo instintivo en Jannik y en Mitchel les hizo saber que eran más que eso. Quizás era el hecho de que sus pies bajo la mesa se entrecruzaron a medias en cuanto se pusieron cómodos, como si no soportaran la idea de estar separado del otro. Podía ser la forma en la que tonteaban en voz baja, o definitivamente podía ser por esas miradas silenciosas que terminaban en unas gloriosas sonrisas cómplices.

Jannik sonrió con cierta tristeza, desde que sus sentimientos por Mitchel se habían desarrollado, cuando veía parejas como esas se sentía inmensamente solo. No porque no tuviera a nadie a su lado, al contrario, porque había alguien en su vida con quien quería grabar cada ridícula escena de película romántica que pudiera pasársele por la cabeza, pero estaba fuera de su alcance.

— ¿Quieres ir a casa? – Escucharon claramente que dijo el hombre con talante de casanova.

— ¿A dónde más querría ir? – Deliberó el otro, con semblante más tierno, acariciando el dorso de la mano del otro sobre la mesa, quien de inmediato lo atrapó, entrecruzando los dedos de ambos mientras exponía una sonrisa pícara.

El estómago de Mitchel cayó. No porque le pareciera asqueroso, por alguna razón no pensó en eso, aunque eso era su reacción habitual, era tan solo que lo hacía sentir extraño.

Como si estuviese siendo testigo de algo extremadamente íntimo.

Jannik estaba cautivado, esos dos daban la sensación de ser una pareja de recién casados, a pesar de ser relativamente jóvenes -final de sus 20's y comienzo de sus 30's- sentía que estaba frente a dos personas que estaban pasando por una primavera anhelada y merecida. Quería pararse y aplaudirlos, como si se tratara de una maravillosa interpretación teatral.

«Lo dicho, este nivel de emotividad va a acabar conmigo» Jannik suspiró.

— No cancelé mi turno en la biblioteca, vamos a darnos prisa – Le comentó Mitchel tenso, el pelirrojo se veía realmente a gusto con la escena y eso le causaba un incomprensible sentimiento de culpa, como si él fuera el causante de su expresión melancólica.

No era como si Jannik estuviese solo, tenía a Aribba, aunque últimamente no los había visto juntos ¿Acaso ya no lo estaban? Lo último que había escuchado de ella por su boca había sido que habían discutido.

— Está bien, también es mi culpa por no haberme adelantado y hecho eso por ti. Soy un terrible secuestrador que no cubre sus espaldas – Lamentó Jannik, despegando la vista de sus vecinos, frunciendo la boca como un niño inconforme.

Mitchel envidaba la capacidad que tenía Jannik de hacer esas cosas y de verse completamente varonil. No solo lo envidaba, incluso le molestaba. Si se viera femenino podría burlarse de él, despreciarlo -aunque fuera en broma-, tan solo un poco. Pero, como no era el caso no podía evitar ese tirón de atracción en su estómago. No podía evitar pensar que estaba traicionando la amistad que tenían ¿Con que cara podía criticar la ambigüedad que Jannik le otorgaba a su relación si secretamente él lo miraba de esa forma?

Por su parte, Jannik, ajeno a las duras reflexiones de Mitchel, estaba pensando que en ese momento de verdad estaba de humor de ser mimado. Estaba saboreando la hiel por la cruel certeza de que, al menos por el momento, no tenía la más mínima esperanza de ser correspondido en su ferviente deseo. Envidiaba al tipo a su lado, que tenía todo el derecho de tomar a su pareja de la mano, de esperar con ansias lo que vendría después.

Ambos estaban perdidos en sus pensamientos, así que pasó un momento antes de que Mitchel reaccionara y se riera robóticamente del último comentario de Jannik, porque era lo que se esperaría en una situación como esa. Pero, ya no era gracioso, así que la sofocó rápidamente.

Entonces Jannik colocó lo mejor que quedaba del pescado fresco en el plato de este. Si no podía ser mimado, podía intentar mimar... De hecho, quería locamente malcriar a Mitchel.

— ¿Todavía le gusto a Aribba? – Le cuestionó Mitchel de pronto, se veía muy serio en su planteamiento.

Jannik se quedó en blanco «¿Por qué Mitchel estaba haciéndole una pregunta cómo esa?»

— ¿De qué hablas? – Jannik dijo con calculada apacibilidad.

«¿Está Aribba jugándome sucio? ¿Le ha dicho algo a Mitchel? ¿Se atreve ella a intentar una tontería como esa para molestarme? ¿Ir tras él de nuevo?»

— Si no es así ¿Por qué estás intentando tan arduamente engordarme? ¿Acaso no sabes que no soy competencia? O ¿Pretendes comerme en acción de gracias? – Ironizó Mitchel un tanto juguetón. Era un intento inocente y desesperado por romper la tensión que se estaba yendo por la borda. Pero, ese "tanto", era más de lo que Jannik había tenido el placer de ver nunca en él.

«Por todo lo que es malditamente sagrado», Jannik imploró interiormente. En ese momento quería tomara a Mitchel por el cabello, someterlo, y arrastrarlo bajo él sin importar de que se tratara de un lugar público.

Estaba agradecido y decepcionado de estar en ese restaurante. Si hubiesen estado solos, en la intimidad del apartamento de cualquiera de los dos, no creía que se hubiese podido resistir de atacarlo hasta roer la carne de cada bendito hueso.

Para ser sinceros, estaba algo agobiado

«¿Cómo puede Mitchel decir algo como eso, de la forma en la que lo hace, y aun así arreglárselas para desbordar inocencia? ¿Es un don? Tal vez... ¿Una capacidad diseñada únicamente para volverme loco? ¿Cómo es que Mitchel solo puede gustarme más y más? ¿La intensidad de mis sentimientos por él no tienen un límite?»

— ¿Qué? No estaba hablando en serio Jannik... ¿Todavía le gusto a Aribba? ¡Qué va! – Repitió Mitchel inseguro al ver la extraña reacción del pelirrojo, este se le había quedado mirando con un profundo ímpetu que era claramente perceptible gracias a esos impresionantes ojos negros, esas brillantes pupilas parecían estar ejerciendo la fuerza magnética de un ávido agujero negro.

Jannik no sabía si reír o llorar ¿Por qué tenía que ser tan difícil ganarse el corazón de ese joven? Si fuese una circunstancia normal, si tan solo pudiera ser directo, hace un buen rato que Mitchel hubiese estado siendo estrechado entre sus brazos. Si tan solo pudiese mostrar toda su sinceridad, ya hubiesen estado despertando uno al lado del otro y haría que realmente valiese la pena.

— No sé nada sobre eso, solo estaba pensando... ¿Podría este año la cosecha ser tan bendita? Sería un gran día de Acción de Gracias – Señaló Jannik refiriéndose al anterior comentario de Mitchel de "querer comerlo".

Terminó mordiéndose el labio para no decir más de la cuenta.

Si "tan solo" fuese "su ahora"... le tomaría de la mano en plena calle y con su afecto se aseguraría de que a Mitchel le importara un bledo ser juzgado por los demás. Lo atesoraría. Ese chico frente a él que se ahogaba en vergüenza ya no la sentiría más. Solo disfrutaría de recibir ese deseo que estaba a punto de desbordarse de su interior, solo tendría que obligarse a recibir las miradas envidiosas que les darían los demás.

Porque al primero que se atreviera a mirarlos con recriminación, al primero que se atreviera a hacer sentir menos a Mitchel, le sacaría los ojos.

La excepción a la reglaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora