Capítulo 19

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— Yo... aún estaba medio dormido ¿Sabes? Es un mal hábito mío el ponerme "cariñoso" cuando me despierto – Inventó Jannik, tratando de poner su mejor expresión de disculpa.

Jamás se había imaginado que al inicio de sus 30's iba a tener que inventar una excusa tan cobarde y ridícula como esa.

En medio del silencio que siguió casi se pudo escuchar la onomatopeya de un disco rayado, el pelirrojo seguramente creyó oírlo.

— Un hábito... — Hizo eco Mitchel.

La frase "pensamientos lascivos" repitiéndose en su cabeza una y otra vez. Su boca se sentía entumecida, sus labios cosquilleaban, había un ligero sabor a alcohol y granadina que aún estaba presente en la saliva de Jannik y ahora este sabor tenue estaba en su boca, mezclándose con la menta de la pasta de dientes.

Debía sentir asco, pero asombrosamente no era así, solo pensar en la sensación de esos labios sobre los suyos le quitaba cualquier pensamiento odioso de la cabeza.

— Sí, lo siento... No quise aprovecharme, no soy alguien que intenta ligar con cualquiera de buenas a primeras – Aclaró Jannik, haciendo una mueca al darse cuenta de su error – No que tú seas cualquiera, eres un buen amigo... No, es decir, algo más – Balbuceó tratando de arreglar el entuerto, pero estaba convirtiéndose en una de esas situaciones en las que limpiabas por un extremo y llenabas de suciedad el otro.

Recurrió a la carta "del amigo" porque no sabía que más hacer, en lugar de sentirse aliviado se sentía perdido. Si se equivocaba no solo iba a perder la oportunidad de ganarse a Mitchel, también corría el riesgo de herirlo más de lo que había sido herido. Eso le aterraba, debía aceptar que sus sentimientos por él estaban creciendo exponencialmente, a pesar de la austeridad a la que se le había sometido.

Mitchel tragó grueso, no era "cualquiera" para Jannik. Pero...

«¿Cuándo nos hicimos amigos? Esa clase de interacciones me son ajenas desde hace mucho tiempo ¿Tan fácilmente hemos llegado allí? ¿Es así como me siento con respecto a Jannik? ¿Estoy quizás confundiéndolo todo?», Mitchel se planteó en su estado de confusión.

Su mente era como la superficie de un lago que era mecida suavemente por el viento, temblando silenciosamente. Temiendo que en algún punto algo se sumergiera violentamente, atormentado, destruyendo la calma familiar. Desde hace un tiempo Mitchel se asió a esa falsa serenidad, endureciendo el muro que dejaba afuera las turbulencias. No se consideraba alguien fuerte, por eso siempre elegía la ignorancia, el olvido. Si era azotado por una tormenta, sin duda alguna, el embate de las olas no le permitiría mantenerse en pie.

Esta vez, incluso más rápido que en el pasado, Mitchel sabía lo que le convenía, no pensar en ello. Olvidarlo, solo había sido un error que no se repetiría. Un hábito, un error.

— No hay que darle importancia – Concedió el pelinegro — ¿Qué pasó anoche? ¿Por qué estabas dormido allí y no regresaste a tu apartamento? ¿Aribba no regresó? – Cuestionó ayudando a Jannik a cambiar de tema, lo cual era bastante difícil porque ambos seguían en el suelo, sobre todo con la posición "arrinconadora" en la que se encontraba el pelirrojo, arrodillado frente a él.

— No lo sé, me quedé esperando a que ella llamara a la puerta, pero no apareció y así fue que me quedé dormido – Improvisó Jannik.

— Pero ¿Por qué estabas ahí? – Quiso saber Mitchel, contradiciendo su principio de no ahondar en lo que no debía, estaba mirando hacia el punto exacto en el que Jannik había estado acurrucado frente a su puerta.

— Ah, eso, no tenía sueño... Quería conversar contigo sobre tonterías, pero no me escuchaste cuando toqué, así que asumí que estabas dormido, al final me quedé esperando a ver si salías. Obviamente no pasó. Ni tú ni Aribba vinieron a mi rescate y así me adormecí – Bromeó Jannik, dándose cuenta al fin de las posiciones en las que estaban. Se levantó atolondrado y estiró su mano para ayudar a Mitchel a levantarse también.

La excepción a la reglaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora