Capítulo 33 (+18)

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— Te sientes increíblemente bien en mi mano Mitchel, me encanta sentir tu firmeza, y no tienes ni idea de cuánto amo saber que estás así por mí – Jannik le murmuró al oído sin dejar de hacer lo suyo.

Mitchel soltó un sonido híbrido entre un jadeo y un gemido, esas palabras lo empujaron a sentir ese familiar dolor gustoso concentrándose en sus "gemelas".

Aunque solo era algo ligeramente familiar, porque cuando se obligaba a hacérselo a sí mismo trataba de bloquear la mayor parte de las sensaciones, solo quería terminar con ello. La satisfacción y el alivio siempre habían sido tan incómodos y fugaces. Esta vez podía percibir claramente cómo se construía el placer, se arremolinaba y se espesaba, ofuscándolo, nunca había imaginado que su pene podía convertirse en el centro de todo su ser. La presión en su interior nunca se había sentido así de caliente, así de agradable y de pronto se liberó. Inhaló y exhaló, tomando bocanadas de aire.

Pero Mitchel no tuvo tiempo de sentirse avergonzado u horrorizado, porque Jannik estaba lamiendo el borde de su oreja y aun sosteniéndolo en su mano empezó a volver a empujar hacia delante las caderas para estimularlo de nuevo con su peso.

— También estoy jodidamente duro, no eres el único – Susurró este, y como si fuese un conjuro mágico Mitchel estaba creciendo y levantándose de nuevo – Umm, ahí vamos otra vez. Eso está bien, lo que sigue va a sentirse realmente bien – Siguió bombardeando los oídos de Mitchel, luego lo besó como si este fuera su fuente de oxígeno.

Mitchel, que hasta el momento había tenido sus manos hundidas en el colchón llevó una a la cadera de este, la otra la colocó en parte del rostro de Jannik, con sus dedos aferrados a su cuero cabelludo, como una garra, tratando de fundirse en uno con ese beso.

La sensación de contacto esta vez fue sin duda diferente, Mitchel hizo un ruidito confundido al sentir el propio miembro de Jannik siendo empujado junto al suyo, piel con piel, todo humedad y palpitante calidez. Tomó una respiración abrupta cuando la mano que acaba de mimarlo tomó el grueso de ambos y empezó el clásico sube y baja. Eso estaba más allá de su imaginación, de sus indeseadas fantasías, que una cosa como esa fuera posible y que se sintiera tan placentero. Sus propias caderas se elevaron, buscando quien sabe qué, porque ni él mismo podía decirlo. De entre sus labios surgió un leve lloriqueo que trató de ahogar de inmediato, mordiendo sus labios para mitigarlo.

— No tienes permitido hacer eso, son míos, me los he ganado... Déjame escucharte Mitchel, he estado perdiendo el sueño por ello – Masculló Jannik, procediendo a morder esos labios él mismo para dejar el punto claro. Estirando y raspando lentamente con sus dientes el labio inferior antes de soltarlo, provocando un dolor tenue seguido por un agradable hormigueo.

El sonido débil salió más libremente de la garganta del pelinegro.

Jannik aceleró el trabajo manual, tomó la mano de Mitchel que estaba en la parta baja de su espalda y la utilizó para ayudarlo con la labor, apretujándolos a ambos, incluso entrecruzó sus dedos para que fueran al mismo ritmo, pasando de una intensidad moderada a una alta y luego a una baja.

Aunque la verdad era que Mitchel no quería mantenerlo lento, estaba ávido y solo quería tenerlo todo de una vez. No podía pensar en nada más.

— Si pudieras verte... Una visión como esta ¡Oh cariño es pecaminoso! Ya casi estamos allí – Jannik siguió con la charla sucia, a él le encendía y era obvio que a Mitchel también — Mieeerda – Rugió, haciéndose hacia adelante de nuevo para besar a Mitchel. Y así, con sus lenguas jugueteando, uno tras otro explotaron derritiéndose y esparciéndose por la piel del otro.

Después de un momento de respiraciones profundas, con su rostro a milímetros del de Mitchel Jannik buscó una reacción — ¿Estás enojado? Por favor di algo – Susurró el pelirrojo.

La excepción a la reglaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora