Capítulo 26

174 29 7
                                    

— Mitchel ¡Espera! – Llamó Jannik arrancando a correr tras él, deteniéndolo al sostenerlo por el brazo.

La expresión de Mitchel era aprensiva, resultaba descorazonador verlo de esa forma, por su rostro corrían las gotas de lluvia que le otorgaban un aspecto desvalido. Por un momento Jannik consideró quedarse callado, mantener bajo la alfombra la incertidumbre.

Pero, descubrió que no era tan altruista.

«Si lo hago ¿Por cuánto tiempo más me veré forzado a hacerlo? ¿Cuánto tiempo más tendré que tragarme mis sentimientos?»

— ¿Podrías no huir más? ¿Por favor? – Le susurró, sus manos estaban agarrotadas por el frío, pero no quería perder la oportunidad.

— ¿Entonces qué debo hacer? No sé qué hacer Jannik – Dijo Mitchel, su barbilla estaba temblando mientras trataba de contener el llanto – No estoy siendo malo, solo no sé... estoy perdido, lo siento – Lamentó.

— Vamos a salir de la lluvia primero, regresemos y hablemos con calma. Con ropa seca y una bebida caliente de por medio las cosas suenan mucho mejor ¿No lo crees así? – Propuso Jannik, tratando de sonar centrado, confiable y reconfortante.

Al final tomaron un taxi, Jannik se quedó sentado cerca de Mitchel por puro instinto, no estaba esperando que sucediera nada. Sin embargo, Mitchel dejó caer la cabeza sobre su hombro. Las palpitaciones del corazón de Jannik no podían ser llamados latidos, eso era toda una banda de músicos tocando a un mismo son atronador.

Cuánta razón tenía el escritor estadounidense Edgar Allan Poe cuando escribió el "Corazón delator", en ese momento se sentía como un criminal siendo dejado en evidencia, exponiendo -frente a cualquiera que estuviese dispuesto a escuchar- la magnificada necesidad, que rayaba en locura, dentro de su interior.

En el ascensor Mitchel se acurrucó en una esquina, el clima no era lo que se decía complaciente, así que ambos estaban temblando ligeramente.

— ¿Vamos a tu apartamento o al mío? – Preguntó Jannik.

Mitchel reaccionó apresuradamente — ¿No vamos cada uno por su cuenta? – Comprobó sorprendido.

— No quieres escuchar lo que quiero decir. Estoy receloso, si nos separamos ahora ¿No terminarás huyendo? – Sonsacó Jannik – Creo que las señales están marcadas en cada respiración, en cada movimiento de tu cuerpo – Explicó.

Mitchel no lo refutó, porque él también creía que eso era posible.

— Olvídalo ¿Qué si vas a huir? – Jannik soltó de pronto y esas palabras fueron un tanto decepcionantes para Mitchel – Puedo ir detrás de ti de nuevo como lo he estado haciendo hasta ahora – Agregó Jannik, haciendo que este se atragantara con su propia saliva.

Jannik acompañó a Mitchel hasta la puerta de su apartamento, lo cual inevitablemente se sintió raro.

— Entonces... – Alargó Mitchel sin saber qué decir.

— Sécate bien el cabello, siempre vas por ahí a medio secar, un día de estos vas a coger un resfriado de padre y señor mío – Dijo Jannik antes de ponerse en marcha.

Mitchel cerró la puerta y se quedó parado justo allí, mojando la alfombra como un idiota. Con una mano sobre la manija de la puerta, la otra abriendo los botones de su camisa, medianamente consciente de que debía deshacerse de la ropa.

En el cuarto botón se detuvo.

«¿Está a punto de pasar lo que creo que va a pasar? ¿De verdad Jannik estaba a punto de hablar sobre lo que sucedía entre nosotros?» Mitchel se alarmó.

La excepción a la reglaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora