Capítulo 4

296 34 1
                                    

Un 'fatídico' día Mitchel llegó temprano a la biblioteca. Se encontró dudando frente a las puertas de la imponente edificación, plantado voluntariamente como un árbol testarudo, de hecho estaba bajo la sombra de un enorme ejemplar de fresno que le daba cierta sensación de ser un acosador vigilando a alguien a la distancia.

¿Por qué su reunión tuvo que terminar tan pronto? ¿Desde cuándo un cliente se mostraba satisfecho con todo el progreso un pedido de buenas a primeras? Debía ser un maldito genio si un día como ese había llegado, y en un mal día se había dado cuenta de esa particularidad.

Habían pasado tres semanas desde la llegada de ese hombre a la biblioteca y aún no podía acostumbrarse, todo lo contrario, se sentía cada vez más nervioso, asfixiado, temiéndose a sí mismo. Había estado teniendo sueños que involucraban al infame pelirrojo, sacando a flote deseos reprimidos que prefería mantener bajo las turbias aguas de la inconsciencia.

Pero entonces, si sabía que existía la posibilidad de cruzarse con él ¿Por qué había ido directo a allí? ¿Por qué no solo se iba? No estaba obligado a entrar, podía ir a un café y esperar hasta que fuera la hora habitual de tratar con los niños, podía evitar extender cualquier encuentro con esa persona. Jannik lo había hecho recordar su auto odio, lo había obligado a esconderse en el aturdimiento, con las sábanas atrapadas entre sus puños.

Ese hombre no tenía ni idea, pero era el culpable, lo volvía ansioso. Cuando Mitchel creía que lo estaba mirando se quedaba tieso, temía encontrarse con su mirada. Cuando se rendía y echaba un vistazo, este realmente parecía estar metido en sus propios asuntos, ajeno a cualquier lucha interna de este. Pero cuando menos lo esperaba, casualmente sus ojos se cruzaban y el pelirrojo dejaba colgando una sonrisa enigmática en la esquina de sus labios.

Mitchel se sentía de alguna forma agraviado ¿Estaba siendo acosado o él era el acosador?

En el fondo percibía que no estaba siendo justo. Ni siquiera había vuelto a hablar con él desde ese primer día, no más allá que un "buenas tardes" y un "hasta luego". No se explicaba el nivel de perturbación en el que se encontraba.

Siempre había podido sobrellevar su propio interés hacia los demás, pero con ese hombre parecía no importar, nada se ajustaba a lo que conocía. No era como si Jannik hubiese mostrado alguna tendencia homosexual, de hecho tenía un aire completamente heterosexual, un aura de imponente masculinidad, hasta el punto de ser arbitraria.

Discretamente Mitchel lo había visto interactuar con mujeres, coqueteando de forma natural pero habilidosa, sin duda era alguien acostumbrado a ello.

Entonces ¿Por qué sentía que ese hombre y él estaban atados y siendo halados por el mismo cordón? Cuando esa idea aparecía en su mente, su alta barrera de la moral se tambaleaba. Si se permitía pensar que era el destino y no su elección, si podía fantasear con un poder más allá de él, empujándolos hacia la dirección del otro, abruptamente, imágenes indecentes y sin ningún orden lo bombardeaban.

La respiración de Mitchel se aceleró, su mente se dejó ir... Le torturaba, eso era un hecho, pero lamentablemente también le gustaba observarlo. Verlo ir y venir de un lado al otro era un inconveniente placer visual. El pelirrojo se movía con propiedad, era fluido e imponente, su cuerpo tenía el dominio del espacio, se adueñaba y absorbía la luz a su alrededor. Sus ojos captaban todo lo que podían de él, en cámara lenta pero con avidez.

Mitchel se sentía absorbido, quería acercarse y probar su poderosa aura, aunque eso lo llevara a la locura que querer hacer y sentir cosas de las que después se arrepentiría. Por momentos, un vocecita irresponsable le aseguraba que podría resistir el dolor posterior. Su mente divagaba cortando todo tren de pensamiento responsable, incluso se había reconocido casi salivando por el otro, pensado que si tan solo pudiera robar un poco de ese aliento, crear una simbiosis que le enseñara que esa conexión no era solo su imaginación... no le importaría nada más.

La excepción a la reglaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora