Capítulo 19

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(Ocho meses después)

Aiden se había ido unas semanas a un viaje que era parte de su carrera. Bucky lo extrañaba mucho, y eso que solo llevaba un día.

Mientras Bucky pensaba en su novio, Steve decaía cada vez más. Esta vez estaba cerca de la muerte.
Se había terminado de duchar y caminó hacia afuera con una toalla que lo cubriera. Salió a su cuarto y éste tenía un espejo de cuerpo completo. Pasó al lado de él, pero se detuvo y se miró. Dejó la toalla caer y vio su cuerpo desnudo.

No había notado lo demacrado que estaba, ya ni se molestaba en arreglarse. Sus brazos ya no tenían músculos muy marcados, ni su pecho, abdomen o piernas. Estaba mucho más delgado, sus costillas sobresalían al igual que las entradas de sus caderas. Sus hombros se marcaban más y sus rodillas igual. Vio las ojeras que tenía y sus pómulos sobresaltaban como su mandíbula. Había adelgazado muchísimo de una manera no tan sana.

—Qué asco... —Susurró a su reflejo.

No veía nada más que a un intento fallido de la humanidad. Se sentía vacío, solo. Luchaba por vivir a cada segundo, y no sólo mentalmente. Su cuerpo también se descuidó en el interior. Varias veces sentía dolores de pecho intensos, enfermaba con facilidad y se cansaba muy fácilmente. Con sólo mirar su reflejo, sentía tanta decepción.

Había intentado hablar con Bucky unas tres veces antes pero él solo lo rechazaba. Hoy lo intentaría una última vez, y por última vez sacaríamos por contexto que se rendiría.

Tomó una camisa, una chaqueta, ropa interior y jeans, para luego peinarse un poco y ponerse un gorro con una bufanda. Se miró al espejo de nuevo y pensó que no se veía tan muerto. Salió camino al edificio apartamental de Bucky.
El castaño estaba jugando en su computadora, no tenía mucho qué hacer. Escuchó que alguien tocaba afuera, pausó su juego y se dirigió a la puerta. La abrió y rodó sus ojos.

—Lárgate.

—Bucky...

—Qué intenso eres.

—Por favor... Necesito hablar contigo...

—No, no. Lárgate, ya dije que no me interesa.

—Te lo suplico. Esta es la última vez. —Bucky lo miró. No parecía estar lleno de vitalidad como antes. Suspiró, tal vez estaba siendo muy rudo con él.

—Un minuto.

—Mira, yo sólo quisiera volver a hablarte de nuevo. Necesito de tu ayuda y-...

—¿Y para qué? Estás perfectamente.

—N-No... No lo estoy... por eso quisiera que algún día puedas escucharme y que hablemos sobre... lo que pasó entre nosotros.

—¿Cómo puedes-...

—Ya sé... Ya sé que tienes pareja y eso, pero sólo quiero hablar. Sólo quiero escucharte. No tengo a nadie más. Sólo te tengo a ti, Bucky.

—¿Y a mí qué?

—Por favor. Te lo pido. Es la última vez que vendré a pedírtelo. Ya no te molestaré más. Te necesito.

—No, esto es ridículo. Yo... necesité de tu ayuda y sólo me diste la espalda.

—Por favor... Sé que me equivoqué, pero... me siento solo. No tengo a alguien más.

—No lo sé, Steven... Esto me parece una muy mala idea.

—Entonces, después de todo... ¿tú harás lo mismo conmigo?

—Supongo que sí. Hay otras personas, sólo que no las has buscado.

—Sólo a ti te puedo decir todo.

—Yo no soy nadie en tu vida ahora, ni tú en la mía. —Steve suspiró.

Ya era suficiente. El dolor en su pecho pudo más, sus piernas ya no querían caminar y sus ojos estaban hartos de llorar. No molestaría más a nadie, ya tomó su decisión. No tenía por qué vivir, llegaría a su casa y tomaría cada frasco de pastillas que encuentre, o una soga lo suficientemente fuerte o ni siquiera iría a casa. Subiría a lo más alto de ese edificio y se dejaría caer en el borde, sólo con la última foto de James con él. Quería llorar, pero ya sus lágrimas ni salían. Su único pensamiento era la muerte.
Nada más ni menos que en morir. Sacó una pequeña nota de su bolsillo arrugada y se la dio a James sin mirarlo.

—Está bien, te comprendo. Perdóname por molestarte. Te juro que esta es la última vez que lo haré. Cuídate, eres importante para mí. Adiós.

Se alejó caminando. Sus ojos se llenaron de lágrimas por última vez, y corazón se empezó a acelerar de miedo puro. Sabía que este era el fin, ya no había más. Ya solo quedaba un pequeño paso más y su vida terminaría. Su depresión y soledad ganó y decidió al fin hacer lo que creyó correcto. Se puso el gorro de su abrigo y caminó lentamente. No quería llegar a casa, porque sentirse solo aumentaría la rapidez del suicidio.

Bucky lo miró la nota. Era una canción. Una más. Se sentía mal por no extenderle su mano, su rostro no estaba bien. De verdad que no lo estaba. La palidez, su ojeras y su delgadez se lo dijeron. Suspiró mientras lo veía alejarse caminando en el largo pasillo. No podía ser tan malo sólo escucharlo. Regresó por su celular y un abrigo para acompañarlo a su casa y conversar con él. Pensó que tal vez estaba sobrevalorando lo negativo del asunto. Después de todo, le empezaba a preocupar porqué el rubio parecía estar pésimo de salud.

Mientras recogía algunas cosas, Steve bajaba las escaleras del edificio. Le estaba empezando a doler mucho el pecho, tanto que tuvo que detenerse. Puso una mano en esa área y la otra la apoyó en la pared. Su respiración se agitó más y más. El dolor parecía incrementar a cada segundo. Un hombre subía las gradas y lo vio.

—Joven, ¿se encuentra bien? —Solo pudo negar levemente con su cabeza.

Cayó en sus rodillas, causando que quedara en el piso de abajo. Vio que el hombre se le acercaba para ver si se encontraba bien, pero lentamente cerró sus ojos. Su corazón había fallado debido a la gran falta de cuidado en su salud que Steve tenía.

Unos minutos después, Bucky bajaba por las mismas escaleras pero vio mucha gente amontonada en el piso siguiente. Se acercó e iba a preguntar lo sucedido pero al ver a Steve allí en el suelo, hizo campo y se inclinó a su lado.

—¡S-Steve! ¡¿Qué sucedió?!

—No lo sé, él venía bajando normal las escaleras y se desplomó. —Respondió el hombre.

—¿Ya llamaron a Emergencias?

—Sí. —Segundos después, los paramédicos aparecieron.

Bucky se hizo para atrás y miró muy preocupado. Quería saber qué carajos sucedía. Vio que revisaron y notaron que no había pulso. Sacaron una máquina y abrieron el abrigo y camisa. El castaño se asustó, nunca lo había visto tan delgado como para que sus costillas resaltaran. Cargaron con electricidad una vez y el rubio no reaccionó.

“Steve, ¿qué demonios está pasando?”

Cargaron de nuevo y tampoco reaccionó, hasta que la tercera vez hubo pulso. Lo subieron a la camilla e iban a bajarlo.

—¿Alguien aquí conoce al joven?

—Sí, yo. Yo soy... su mejor amigo. —Incluso sintió raro al decirlo.

—¿Nos podría acompañar? Queremos tomar algunos datos.

—Sí, está bien.

Al llegar abajo, subió a la ambulancia y se sentó al lado de Steve en el móvil. Lo miró. Tenía respirador y medidor de pulso. No comprende nada de lo que sucede.

Regret. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora