Madav.- Ya pronto, vida mía.
Amal.- ¡Qué bien! Entonces, en cuantito esté bueno otra vez, me iré,
¿verdad?
Madav.- Y ¿adónde quieres ir, di?
Amal.- No sé. Me iré andando, andando... Pasaré muchos arroyos,
metiéndome en el agua. Toda la jente estará dormida, con las puertas
cerradas, porque hará ya mucho calor... Y yo seguiré andando, andando;
y buscaré trabajo lejos, muy lejos, más lejos cada vez...
Madav.- Bueno; pero creo que primero debes procurar ponerte bien, y
después...
Amal.- Entonces, ¿ya no vas tú a querer que yo sea sabio, verdad, tío?
Madav.- ¿Y qué te gustaría ser a ti, vamos a ver?
Amal.- Ahora no lo tengo pensado; pero ya te lo diré yo luego.
Madav.- Y mira: no quiero que llames a ningún desconocido ni que te
pongas a hablar con todo el que pasa, ¿sabes?
Amal.- ¡Si a mí me gusta tanto hablar con ellos!
Madav.- ¿Y si te robaran?
Amal.- ¡Eso sí que me gustaría!
Pero no; nadie me lleva nunca; todos quieren que me quede siempre
aquí...
Madav.- Tengo que irme a trabajar, hijo. ¿Verdad que tú no saldrás?
Amal.- No, tío, no saldré pero déjame estar en este cuarto que da al
camino... (Sale Madav).